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El agandalle

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Es común en nuestras ciudades que, al estar esperando en el carril correspondiente la luz del semáforo que indica que podemos dar vuelta a la izquierda, alguien, en lugar de formarse, llegue por la derecha para "tirarse al agandalle", sin importarle, incluso, si entorpece el flujo vehicular de la vía sobre la que transita.

El que agandalla, experimenta una sensación de triunfo; cree lograr algo importante que le otorga superioridad sobre los demás. El problema es que, a los ojos de muchos, eso es cierto. El mal ejemplo se esparce rápidamente y tiende a generalizarse: de pronto, ya no es un carril a la derecha, son dos o tres o los que hagan falta para no formarse.

Con los tiempos electorales ocurre algo similar: nadie se quiere esperar. Incluso los que pregonan a los cuatro vientos su diferencia con el resto de la clase política, no pueden aguardar a que llegue el momento para solicitar el voto ciudadano. Viven permanentemente en campaña, y se ofenden cuando, de vez en vez, la autoridad los llama al orden -como pasa con los automovilistas cuando los detiene un agente de vialidad.

Ojalá y el agandalle electoral motivara más la participación ciudadana, pero lo que realmente hace es fomentar el hartazgo, sobre todo, entre quienes no tenemos una filiación partidista. La sensación de acoso, tan similar a la que se siente cuando llaman los bancos para ofrecerte una nueva tarjeta de crédito que no necesitas, lo que provoca es que muchos potenciales electores terminen por desentenderse del tema.

El que no respeta el reglamento de vialidad, difícilmente respetará las reglas en otros ámbitos de la vida. El que no sigue la normativa electoral, va a ser un corrupto gobernando, porque la única manera de no serlo es mostrando sistemáticamente un apego irrestricto a la legalidad.

Los partidos y candidatos nos ponen cada vez más ante la situación de elegir al "menos peor". Mientras eso continúe así, as probabilidades de resolver los problemas graves y profundos de nuestro México, serán mínimas.

Más de uno de aquellos que se "tiran al agandalle" mientras conducen, se quejarán amargamente de los políticos. Ojalá y pudieran darse cuenta que los malos servidores públicos son un poco producto de lo que ellos han contribuido a educar, a diario, con su mal ejemplo.

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