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Un libro que los laguneros debemos leer (II)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la anterior colaboración hablamos sobre el contenido del libro "Arsénico. Perspectiva epidemiológica, ambiental y de salud", obra de especialistas del área biomédica de la Universidad Autónoma de Coahuila y universidades afines, que en resumen nos dice que es el arsénico, su estado en el mundo, el arsenicismo y los efectos que una ingesta prolongada y a altas concentraciones produce en la salud de la población, como sucede en el sistema reproductivo, como agente cancerígeno y en el coeficiente intelectual.

Comentamos que el problema en La Laguna se identifica como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE), donde existen evidencias de los síntomas y padecimiento que sufre aquella población que se expone más a este riesgo, que la situación es más severa entre habitantes de los espacios rurales periféricos a la zona metropolitana dentro del valle irrigado, particularmente aquellos grupos de personas con mayor vulnerabilidad como los niños y mujeres embarazadas.

Una primera reflexión sobre esta cuestión es que, efectivamente, vivimos en sociedades de riesgo, como las definió el sociólogo alemán Ulrich Beck, aquellas sociedades que son transformadas por los procesos de industrialización que presionan los recursos naturales y el ambiente en general, por la necesidad que tienen de satisfacer la demanda de mercancías e incrementar las ganancias económicas, provocando desequilibrios en los ecosistemas que terminan antropizados, y daños en vida de las personas.

La industrialización que realiza México a mediados del siglo pasado empieza a cobrar factura en ese mismo siglo al afectar la calidad del aire de las zonas urbanas más densamente pobladas como Monterrey, Guadalajara y, particularmente, la del valle de México. Entonces se entiende este problema como de salud pública y su atención recae en las instituciones del sector salud, que tenían áreas de ecología.

Las actividades económicas y la concentración de la población modificaron la composición química del aire, aumentando las concentraciones de elementos y compuestos químicos en el aire que circula en la atmósfera, lo contaminan, la población residente en esos lugares sufre los efectos de este fenómeno en su salud al momento que respira aire por encima de los límites permisibles para el organismo humano, y quizá de otros organismos vivos.

Algo similar sucede en La Laguna donde se abre al cultivo el valle que formaba el delta de los ríos Nazas y Aguanaval, para el establecimiento de siembras, al inicio el algodonero o recientemente forrajes, modificando sustancialmente el paisaje natural, priorizando suelos fértiles y disponibilidad de agua para el riego agrícola. La tecnificación que ocurre en los predios agrícolas fua un ejercicio de la revolución verde; los cambios tecnológicos aplicados tuvieron como principal objetivo aumentar la producción de fibra aplicando fertilizantes sintéticos y agroquímicos a gran escala, con un severo impacto contaminante de suelos, agua y aire. Aún existen residuos tóxicos en algunos predios.

La sustitución de algodón por forrajes siguió implicando ese uso intensivo de fertilizantes que le proveía la industria y otros agroquímicos, quizá menos tóxicos, pero indispensable para mejorar rendimientos y asegurar cosechas. La presión sobre la naturaleza no sólo significó modificar los hábitats existentes y transformarlos, incluso contaminándolos, sino que la intensificó sobre el agua; las aguas superficiales ya no fueron suficientes para satisfacer el riego agrícola , se empezó a extraer mayores volúmenes de los acuíferos.

El manejo de los flujos de los dos ríos mediante la construcción de presas y redes hidráulicas permitió controlar sus avenidas y usar el agua para ciclos agrícolas; también impactó las recargas en los cuerpos de agua subterránea ya que el represamiento interrumpe aquellos que ocurren a través del subsuelo, su principal fuente de recarga. Existe el dato oficial de que la presa El Palmito redujo la recarga de los acuíferos locales en 440 mm3.

Así, por un lado se reducen los volúmenes de recarga y a la par incrementan las extracciones para satisfacer períodos de mejores precios de la fibra y el cambio a cultivos perennes, entre ellos la alfalfa, nuestro principal usuarios de agua. Es cierto que no es responsabilidad directa este manejo hídrico de quienes actualmente lo hacen desde las instituciones de gobierno, es una herencia de una pasada política pública.

También parcialmente tienen razón los actuales usuarios del agua del subsuelo, de que ellos obtuvieron las concesiones legalmente y que la sobreconcesión no es su responsabilidad directa, pero también es cierto que ellos extraen un volumen considerable de agua a través de sus pozos muy por encima del que les fue concesionado. Sabemos que la mejor posibilidad de resolver el problema socioambiental más importante de la región es recuperar el balance hidráulico en nuestros acuíferos sobreexplotados y contaminados, que se extraiga igual o menor volumen que el recargado.

El problema que tratan los especialistas del área biomédica en este libro es consecuencia directa de este desbalance hidráulico, y una verdadera solución consiste en proponernos aplicar todos los medios posibles para reducirlo. El problema rebasó las capacidades institucionales de los organismos oficiales gestores y reguladores del agua y creó un nodo de intereses asociados a un uso abusivo; es esta traba la que nos ocupa como limitante para resolverlo de manera estructural.

La presencia de arsénico con altas concentraciones en el agua del subsuelo lagunero, que ya provocó un problema de salud pública donde el sector oficial de salud ha sido el actor reservado porque tampoco tiene capacidades institucionales para resolverlo, es consecuencia de la sobreexplotación de esos cuerpos de agua dulce, aun cuando el director general de Conagua lo niegue (lamentable declaración para un funcionario de su nivel). Hay suficientes reportes gubernamentales y académicos que soportan esta afirmación y no se ven los que la contradigan o carecen de argumentos sólidos para contradecirla.

Por eso a la par de aplicar soluciones a corto plazo como los filtros a pie de pozo o llave, indispensable para reducir los riesgos de exposición de la población que consume agua de esas fuentes contaminadas, se deben empezar a aplicar otras medidas que atiendan la recuperación del balance hidráulico, la primera de ellas es el establecimiento de un sistema de medición telemétrica de las extracciones de agua que en ellos se realiza.

En poco tiempo podríamos recuperar volúmenes de agua para consumo humano más del doble del que actualmente se destinan, y con ello algunos de los sitios donde ocurra la recarga es posible también se recupere la calidad del agua. Es entonces que el hidroarsenicismo quizá deje ser un problema de la magnitud de lo que actualmente lo es. Ojalá así sea, y este buen libro será un testimonio de lo que sucedió.

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