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De rituales y algo más

FEDERICO REYES HEROLES

Cuaresma, Semana Santa, Pascua. Momentos intensos de la liturgia católica. Sumadas a la Navidad conforman dos períodos vacacionales centrales en la vida de la República laica. Curiosa paradoja. Al igual que el 12 de diciembre, millones de seres humanos abrazan los festejos. Pero, cómo leer la intensidad religiosa en un país que vive una profunda crisis ética.

Mircea Eliade, el gran sabio de las religiones de origen rumano, lo describió con maestría. Las religiones son sistemas de interpretación de la vida y de sus misterios con cimientos en la fe. Las religiones pueden ser fuente de nobleza humana, pero también de horror. Infinidad de conflictos bélicos han tenido su origen en confrontaciones religiosas. Las religiones monoteístas llevan en su origen una semilla de intolerancia. Si mi Dios es el verdadero, por lo tanto, es único. Mitos, actos de fe, hierofanías, explican mucho del comportamiento humano. El Muro de los Lamentos, el Domo de la Roca en Jerusalén, separados tan sólo por decenas de metros, son sitios fundacionales en la vida de cientos de millones.

Pero no sólo del pasado surgen ese tipo sitios sagrados. El ser humano ha continuado edificando templos, la propia Basílica de San Pedro, la de la Virgen de Guadalupe o las nuevas grandes mezquitas como la de Surabaya en Indonesia, o la de Casablanca en Marruecos, son muestra del poderío contemporáneo de las religiones. Para Eliade, las religiones han sido y pueden ser poderosas fuerzas civilizatorias. La historia de la igualdad tiene una escala obligada en la vida de Jesucristo, lo dice alguien que no es creyente. Por eso resulta tan desconcertante la conformación cultural de los mexicanos. Un país de gran mayoría católica, no pareciera profesar las lecciones esenciales de esa religión.

Un ejemplo, el respeto interpersonal medido en la Encuesta Mundial de Valores. Los mexicanos mostramos en nuestra vida cotidiana un bajísimo respeto por el otro. Todos los días atropellamos los derechos de los otros, desde tirar la basura en la vía pública, hasta pasarse los altos. La igualdad y respeto predicados por Jesucristo no encuentran demasiados seguidores en el México del siglo XXI. Comparar los valores sustentados por el cristianismo en torno a la familia, con la trágica realidad de la violencia intrafamiliar, resulta desgarrador. La violencia hacia las mujeres es una vergüenza nacional.

Qué decir de la humildad. La ostentación está en todos los estratos sociales, cada quién ostenta de acuerdo a sus posibilidades. Qué lejos estamos de esa lección esencial de Cristo. No en balde cuando el Papa Francisco visitó México uno de sus mensajes centrales fue dirigido al alto clero y su frecuente confusión y coqueteos hacia la riqueza y el poder. Francisco es un caso excepcional de sensibilidad e inteligencia, por eso supo señalar esa grieta en los cimientos éticos del alto clero.

El comportamiento cotidiano de los mexicanos muestra un profundo desprecio hacia los seres vivos que en la fe cristiana son parte de la creación. Por eso destruimos nuestro entorno de manera sistemática. El 99 % de los incendios forestales que nos agobia en esta temporada, son resultado de acciones humanas. Nuestros ríos y mares están convertidos en basureros. El maltrato hacia los animales deja a muchos extranjeros boquiabiertos. Nos gobierna el desprecio a la vida misma. México es un país muy ritualista, pero la introspección es muy escasa. Un sacerdote me comentaba de la increíble desproporción entre el número de templos construidos -muy pocos- en relación a la simple aritmética de los millones que deberían asistir a misa con cierta regularidad.

Regresemos al ritualismo, bautizos, primeras comuniones, bodas y demás, son en nuestro país motivos de ostentación y despilfarro. Cientos, con frecuencia miles de personas, que reciben el agasajo en que se invierten auténticas fortunas que podrían tener un mejor fin. En contraste la filantropía es muy débil. Las empresas de banquetes mexicanas asombran a los visitantes. Por cierto, en esos "eventos" la gula merodea como parte del ritual.

En esa fantástica revisión histórica de Yuval Noah Harari que es De animales a Dioses, una idea se convierte en eje. La asombrosa diferenciación del Homo sapiens del resto de las bestias, para usar la expresión de Aristóteles, en buena medida se logró con imágenes o fantasías colectivas. Las religiones han sido una parte medular de ellas. La degradación política de nuestro país cruza por una brutal carencia de ética que se transmite en los hogares, en el aparato educativo y a través de los medios. Si el 83 % de los mexicanos se declara católico, la responsabilidad también atraviesa por el debilitamiento de los principios religiosos.

En estos "días de guardar" vale la reflexión: menos ritualismo, mejor más ética.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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