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Tolerancia

Diálogo

YAMIL DARWICH

La tolerancia es una virtud que los seres humanos poco ejercemos; ser tolerante, según el diccionario, representa una "actitud de la persona que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias".

La cultura judeo-cristiana no es la excepción; de entre todos, los protestantes y católicos nos caracterizamos por ser inconmovibles, exageradamente penalizaciones de culpas -pecados- ajenos, algunos manejando el librito inmisericordemente, incumpliendo aquello que escribió Lucas: "Para qué miras la paja en el ojo ajeno, y no consideras la viga en el tuyo propio".

En el plano social, somos intolerantes con nuestros familiares, amigos y conciudadanos en todos aquellos usos y costumbres practicados por ellos y que no van con las ideas que expresamos -aunque no practiquemos-; criticamos desde los gustos en las comidas, comportamientos de familias, vestuarios, elecciones de fachadas, selección de muebles y hasta la preferencia de marca de auto del vecino; y no aceptamos críticas en relación a nuestro comportamiento, porque… "ellos son los que están mal".

Políticamente hemos rebasado todo límite de tolerancia; ahora los politiqueros aprovechan nuestro "hartazgo" para ser totalmente resistentes a la crítica; van mas allá, ante acusaciones contraponen difamaciones iguales o más ofensivas que las recibidas; aprovechan toda oportunidad para señalar y hasta levantar infundios sobre comportamientos personales y privados de los contrincantes, sabedores de nuestra indiferencia ante las acusaciones o nuestra intolerancia y tendencia a juzgar sin conocer a fondo el caso. Todo sea por el voto que lleva al poder… para servirse y no servir.

La intolerancia se aprecia en muchas de las acciones ciudadanas, pocas buscando el bien común.

Le ofrezco algunos ejemplos regionales:

El enorme beneficio de mejorar el transporte en La Laguna, construyendo una terminal en Torreón, para lo que se debió mover el monumento diseñado por el finado Jorge Álvarez Simental, fue manipulado por intolerantes que consideraron inadecuado el proyecto; luego, mostraron su inconformidad por no habérseles tomado en cuenta, aunque olvidan que fue presentado y aprobado un año antes -mayo 2016-.

Cuando el gobierno federal, a través de Conagua, propuso la construcción de un conducto que lleve agua de la presa a zona conurbada, para ser potabilizada y luego distribuida y controlar así la carencia del líquido elemento y el arsenicismo, inmediatamente aparecieron opositores que denunciaron el proyecto como inconveniente. Sin diálogo apareció la intolerancia y se convirtió en tema polémico sin escuchar bases técnicas y científicas, analizar beneficios y posibles consecuencias negativas.

Hasta el paro de árbitros del futbol mexicano es causado por la intolerancia.

Árbitros que demandan se aplique el reglamento buscando respeto y protección personal, contra los directivos de equipos que no escucharon advertencias previas y desoyeron sentimientos y necesidades de los afectados.

Las consecuencias usted las vivió: unos, la sufrieron sin tener ingresos por ventas o promoción de productos; otros, por la molestia de perder su distracción del fin de semana disfrutando su deporte favorito con compadres y bebidas; algunos, encontrando tiempo para atender a la familia, pasear y compartir, confirmando que no todo es negativo, aunque en general seamos intolerantes.

Sin duda que en nuestra idiosincrasia presentamos múltiples virtudes, como ser trabajadores, alegres, esforzados y buenos familiares, pero igual padecemos defectos, caso del individualismo y la intolerancia.

Si nuestros antecesores lograron vencer -de venir y ser- al desierto, haciéndolo con esfuerzo propio e individual, dejándonos una enseñanza para aplicar en la vida, igual nos enseñaron a ser individualistas. Seguramente usted habrá escuchado: "esto lo hizo tu abuelo solo", …"mi papá no necesitó 'vejigas' para nadar" y otros más.

También la intolerancia la hemos aprendido por nuestra necesidad de enfrentar a una naturaleza semiárida que no le regala nada a nadie y no aceptamos que nuestros colaboradores o compañeros de trabajo se equivoquen o no alcancen la parte del objetivo que en común debimos cubrir.

El "orgullo de laguneros" nos caracteriza y ¡vaya que lo justificamos!, con los resultados mostrados en el desarrollo de la Comarca Lagunera, pero también debemos aprender a moderar nuestras deficiencias humanas y entender que la intolerancia sólo genera malas relaciones humanas y afecta en cada uno de nosotros el estado de ánimo saludable.

Le comparto este Diálogo por ser tema de moda en la región, ante las actitudes intolerantes que mostramos en cuanta acción se emprende por las administraciones políticas, aunque tenemos justas razones, por las malas experiencias vividas en las últimas decenas de años.

Toño González Dueñez, lagunero de cepa, me pidió tratara el tema y propusiera soluciones a la intolerancia, algo difícil de hacer, aunque él mismo nos ofrece una práctica y sencilla, cuando recomienda: "bájenle dos rayitas a la soberbia".

Es tema al que bien vale la pena darle unos momentos de reflexión, abriéndolo como diálogo con la familia, vecinos y compañeros de trabajo. ¿Le parece?

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