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Obsolescencia institucional

JESÚS CANTÚ

En una muy interesante entrevista publicada en el periódico español El Mundo, en su edición del 21 de diciembre de 2013 (es importante la fecha porque han pasado 2 años y 3 meses y nada ha cambiado), el filósofo francés Michel Serres declaró: "Nuestras instituciones han sido creadas en un mundo que ya no existe. Nuestras políticas también…Pero está claro que el actual sistema fue inventado antes de la revolución tecnológica y se ha quedado anticuado en muchos aspectos. Así que los jóvenes tendrán que reinventarlo todo y crear una democracia nueva y más participativa."

Esa es la cruda realidad: las instituciones están totalmente rebasadas por la realidad y hay que reinventarlo todo; pero hay una terrible resistencia a aceptarlo y, sobre todo, a iniciar la inevitable transformación. Cuanto antes inicie el proceso será mucho mejor y menos doloroso, pues las expresiones de descontento con lo actual se hacen presentes todos los días y en todos los ámbitos de la vida.

Los considerados sorpresivos resultados en los procesos de votación en Gran Bretaña para decidir la suerte de su pertenencia a la Unión Europea, en la que triunfaron los partidarios de abandonarla; el "no" al acuerdo de paz con las FARC en Colombia; y el triunfo de Donald Trump en la contienda presidencial del vecino país son una manifestación contundente de que cada vez un mayor porcentaje de la población de este planeta se siente excluida de los procesos de toma de decisión.

Esta población se siente ignorada, marginada, excluida y aprovechan la primera oportunidad que tienen para expresar estridentemente su desacuerdo con la clase política tradicional y la institucionalidad vigente. El descontento se extiende por todo el mundo y se hace evidente lo mismo en las democracias emergentes que en las consolidadas; en países con economías desarrolladas (como fue en la primera potencia mundial) como en las que están en vías de desarrollo (Colombia).

El mayor problema que enfrenta la humanidad hoy es que, como señalaba Felipe González en su artículo publicado el domingo 5 de marzo en el diario español El País: "La política como gobierno del espacio público que compartimos está atrapada entre la arrogancia tecnocrática y la osadía de la ignorancia. Entre los "brillantes" posgraduados que creen que la complejidad de los problemas sociales se resuelve con algoritmos infalibles de laboratorio; y los necios, los que no saben, pero no saben que no saben y ofrecen respuestas arbitristas que simplifican y distorsionan la realidad."

Y ninguno de los dos puede conducir el cambio que los países y el mundo demandan. Ambos, como ha sucedido en los últimos años, venderán la ilusión de que saben qué hacer ante la creciente inconformidad; pero ninguno de los dos es capaz de romper los paradigmas vigentes y promover el diseño de las nuevas instituciones.

Los tecnócratas, que se han apoderado de los gobiernos en los últimos 35 años, porque seguirán apostando a que con su brillante educación suplen su desconocimiento de la realidad social y podrán diseñar las soluciones a los problemas contemporáneos desde sus computadores y laboratorios.

Los "necios", como los llama el expresidente español, porque piensan que nuevos problemas y crisis son consecuencia de haber abandonado las viejas prácticas y ofrecen diagnósticos simplistas, unicausales y extemporáneos que complicarán los asuntos que quieren resolver y harán brotar nuevos temas y dificultades.

Aunque cueste trabajo aceptarlo: el neoliberalismo (que nació en los ochenta en Gran Bretaña, impulsado por la entonces Primera Ministra Margaret Thatcher; y en Estados Unidos, por el entonces presidente Ronald Reagan) ya llegó a su fin; su lógica reducir el estado a su mínima expresión y dejar todas las soluciones al mercado nuevamente (como sucedió hace un siglo con el liberalismo) está totalmente rebasada por las grandes distorsiones que provoca: desigualdad, pobreza, devastación, etc.

Pero lo mismo sucede con la democracia representativa liberal, que hoy resulta insuficiente para una ciudadanía ansiosa de participar en la identificación de los problemas y la búsqueda de soluciones. No basta acudir a las urnas cada 3, 4 ó 6 años para elegir representantes, hoy demandan una participación más intensa y activa, pues lo vertiginoso de la vida actual así lo exige.

La realidad emergente demanda soluciones audaces, incluyentes e innovadoras. Los avances tecnológicos y científicos, al mismo tiempo que generan nuevas y mayores demandas, generan múltiples herramientas para atenderlas. Pero se requieren políticos (estadistas, si se prefiere el término para diferenciarlos de los oportunistas que únicamente quieren aprovechar el momento para ocupar puestos públicos y vivir del presupuesto) sensibles, sin prejuicios y comprometidos con su comunidad, para promover su uso y, a través de ellos, encontrar las nuevas soluciones.

Se requiere crear colectivamente los nuevos paradigmas que permitan diseñar la nueva plataforma para atender las nuevas y crecientes demandas. Los actuales, como señala Serres, "fueron creados para un mundo que ya no existe". Una de las características distintivas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicaciones es que permiten la cocreación colectiva, hay que aprovecharlas al máximo, porque hoy es imposible que una persona o un grupo de personas (por más letrados, inteligentes y competentes que sean) generen las soluciones a los nuevos problemas, sin la participación de los directamente involucrados o impactados; no sólo se requiere el conocimiento tecnológico y científico, también la experiencia, el sentido común y la vivencia del ciudadano común.

Las actuales instituciones ya nada más sirven para evitar que irrumpa la anarquía antes de crear las nuevas que tendrán que sustituirlas. Pero ya no resisten mucho.

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