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Los impactos de las remesas en el desarrollo

FRANCISCO JAIME

En tiempos de crisis económica las remesas son esenciales para enfrentar emergencias y generar un mayor impacto en el lugar de origen. El argumento de que han sido usadas para inversiones no productivas, falla al no tomar en cuenta los efectos multiplicadores de la inversión en tierras y viviendas. En el caso de la migración internacional, las remesas no sólo están teniendo un impacto favorable en las comunidades de origen de los migrantes, sino también importantes impactos macroeconómicos.

Mientras no hay duda de que las remesas tienen un impacto económico positivo, algunos especialistas argumentan la conveniencia de valorar el beneficio real también en términos de sus costos, como es el incremento en la demanda de bienes de importación, incluyendo un efecto demostración, la incapacidad de los Bancos Centrales al captar las divisas para determinar patrones de gastos; y la dependencia en las remesas, lo cual genera inseguridad debido a que los flujos continuos de éstas dependen del desarrollo político y económico del país huésped.

En el caso mexicano, Jorge Durand y Douglas Massey, expertos en tema de la migración humana, afirman que desde que comenzó la migración mexicana a Estados Unidos, diferentes investigadores han intentado medir el tamaño y efectos de las remesas. Señalan que a principios del siglo XX, los envíos monetarios del país vecino, atrajeron la atención de periodistas mexicanos quienes reportaron en varias publicaciones nacionales el arribo de grandes cantidades de dólares a las comunidades rurales. El primer estudio sistemático que se realizó al respecto fue el de Manuel Gamio en 1930 quién compiló información sobre los orígenes, destino y tamaño de los giros postales de Estados Unidos a México.

Estamos de acuerdo en que probablemente sea un error convertir la mano de obra en el centro de la estrategia de desarrollo nacional. Muchas de las condiciones que promueven la emigración tales como ingresos bajos y baja productividad en sus regiones de origen, también limitan la rentabilidad de inversiones potenciales. Por otra parte, las malas políticas macroeconómicas, especialmente aquellas que resultan en inflación alta e inseguridad económica, alientan a las familias a invertir sus remesas en bienes raíces, en lugar de invertir en actividades productivas que generen nuevos empleos. La manera más racional en que un país puede fomentar el desarrollo integral a través de las remesas, es asegurar que las inversiones realizadas por los emigrantes en sus comunidades produzcan rendimientos considerables. Para ello se requiere desarrollar la infraestructura adecuada, además obras públicas en el contexto de una economía ordenada.

Resulta casi ocioso decir, por ser bien sabido, que actualmente los mexicanos son el grupo de migrantes más grande en los Estados Unidos y sus actividades tienen un impacto significativo en el clima socioeconómico y político tanto en México como en el vecino país del norte. En 2015, por ejemplo, el ingreso por remesas fue de casi 25,000 millones de dólares, cifra que tiene un impacto muy positivo en millones de hogares receptores y representó el 2.17 % del Producto Interno Bruto. Otros estudios han demostrado, además, el impacto de las remesas en el crecimiento económico a través del consumo privado. Argumentan que el bajo crecimiento económico de México en los últimos treinta años no ha sido más pronunciado debido al creciente flujo de remesas recibido, sobre todo desde los años noventa.

Independientemente de cuales sean los efectos, está empíricamente probado que el impacto potencial de las remesas es considerable, y por esta razón los gobiernos han buscado de manera muy activa atraer las remesas e influir en su uso. Sin embargo, la migración internacional y las remesas que de ésta se derivan, no son ni la solución integral ni un sustituto de políticas económicas eficaces. Hoy, ante las amenazas del gobierno estadounidense de gravarlas y de implementar una política antiinmigratoria, las autoridades mexicanas deben poner en práctica políticas eficaces para su mejor aprovechamiento.

(Economista)

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