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Tortas incluidas

FEDERICO REYES HEROLES

En las giras de Salinas no había tregua, ya fuera Oriente, Sudamérica o Europa, siempre trabajo sin pausa. Era adrenalina pura. Pero ese día entró desencajado al avión. De inmediato llamó a un grupo a su privado. El entonces flamante Boeing 757 "Presidente Juárez" despegó de Davos hacia una memorable noche.

Le habían dicho que no al tratado comercial. La Unión Europea estaba demasiado ocupada en los asuntos del Este. México no era su prioridad. Salinas, requería ideas. Ese tipo de reuniones eran frecuentes, sistemáticas y ordenadas. Él provocaba, debatía, escuchaba, cuestionaba. Pero esa larga noche fue excepcional. Salinas partía del supuesto de que uno estaba informado de lo último. Ya leíste el artículo sobre China de The Economist, esto en Tejupilco, en la era previa al Internet. Al instante abrió fuego: no va con la Unión Europea, qué sigue. Él ya tenía su respuesta.

Pero la quería de nosotros como resultado de un raciocinio colectivo. En el pequeño espacio veníamos unos cuantos. No hubo las famosas tortas del Estado Mayor. Ni modo porque eran, espléndidas. Recuerdo al querido Luis Rubio, a Héctor Aguilar, a Rolando Cordera y, por supuesto a Jaime Serra Puche. José Córdova silencioso y agudo. Aterrizamos en el D.F a eso de las seis de la mañana sin parpadeo de por medio. Salinas se dirigió a Serra y sin más le instruyó, llama hoy a Carla Hills y empiecen las negociaciones.

Salinas no quería partir plaza con EU, podía ser Chile o la Unión Europea. Pero la historia es traicionera. Desvelados, pero llenos de energía, nos percatamos de que podríamos estar ante una nueva etapa histórica. En el limbo de ir a dormir o continuar especulando, me ganó la segunda opción. Parecía una quimera, los odios históricos, los resentimientos mutuos, las guerras, el territorio perdido, el nacionalismo. Pero también la obvia cercanía geográfica con el mercado más grande del mundo. Nos devorarán, diría la prensa; México se entrega al imperio, en el lenguaje de la Guerra Fría.

Pocos meses después entré a cenar al bellísimo hotel Quinta Real de Zacatecas. Me topé con Jaime Serra Puche charlando con Carla Hills. El TLC iba muy avanzado. Esa tarde se había impedido a un grupo el acceso a los auditorios de la ciudad. Detractores (muchos) y defensores del TLC, (muy pocos), nos quedamos vestidos y alborotados. La gran mayoría pensaba que competir con los EU era una ingenuidad, una insensatez. Un cuarto de siglo después aquí estamos, con un problema bastante diferente. Hemos sido tan exitosos que tenemos un superávit de alrededor de 60 mil mdd. Hoy somos mucho más competitivos. Exportamos lo inimaginable: automóviles, pantallas, turbinas, productos agropecuarios. Aprendimos a exportar.

En un cuarto de siglo, México dejó de ser un país "petrolero" para convertirse en un país básicamente industrializado. Es otro México. Aprender a exportar se dice fácil, pero hay trámites, exigencias, requisitos, desconocimiento, bloqueos burocráticos, idiomas, etc. Sin embargo, lo logramos. No hay vuelta atrás, hoy somos una economía exportadora. Pero hoy allá impera la post verdad. Recomiendo una excelente conferencia de Ricardo Anaya en The George Washington University: falso que EU esté en "crisis económica"; falso que el libre comercio o México sean responsables. Y ahora, qué sigue.

Si volviéramos a despegar hacia un encierro obligado hasta encontrar soluciones, el asunto ni remotamente sería tan complejo como aquella noche. Entonces teníamos poco que ofrecer institucionalmente hablando, hoy tenemos un país mucho más estructurado y moderno. El Banco Central goza de independencia; superamos el reto de la alternancia federal; nuestra moneda flota; tenemos buenos órganos reguladores; la reforma energética es muy potente; los bancos están bien capitalizados; hay "clusters" muy consolidados; la infraestructura ha mejorado; para México ya no hay áreas vetadas; telecomunicaciones muestra su brío; tenemos más del doble de acuerdos comerciales que EU; la inflación está bajo control; la cláusula democrática no nos espanta. Durante treinta y seis años, gobiernos priistas y panistas, han sido congruentes en la apertura y, por si fuera poco, el grupo original de expertos (Aspe; Blanco; De la Calle; Serra; Zabludovsky, entre otros) está en plenitud y con mucha mayor experiencia.

Que el presidente Peña reaccione como Salinas. Que convoque públicamente a todos los expresidentes. Que llame a los expertos y lo haga público. Hasta allí lo oficial. Sería una muestra de profesionalismo y congruencia nacional frente al desastre de allá. Después los puede subir al nuevo avión, encerrarlos doce horas a discutir con Videgaray y con Guajardo las oportunidades del México de 2017. No necesitan moverse un milímetro.

Eso sí, las tortas del Estado Mayor son imprescindibles.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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