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Simulación partidista

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

En medio del descrédito que padece la política en México lo menos que se esperaría de los partidos es seguir abonando a la desconfianza con el intento de engaño. En el actual proceso electoral que vive Coahuila, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de centro; el Partido Acción Nacional (PAN), de derecha, y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), de izquierda, decidieron simular una contienda interna con el fin de no desaprovechar los tiempos y espacios oficiales que brindan las precampañas. Esa es la razón por la que, a pesar de no contar con verdaderos rivales al interior, durante todo febrero se pudo observar espectaculares y anuncios de televisión e Internet, así como escuchar mensajes en radio, de Miguel Riquelme, Guillermo Anaya y Armando Guadiana. ¿Cuántos conocen los nombres de los "otros" precandidatos?

Minimizar esta simulación sólo contribuye a permitir que los partidos políticos continúen monopolizando las reglas del llamado "juego democrático". Por eso es importante y necesario señalar lo ocurrido. Los tres virtuales candidatos representan prácticamente la totalidad de la oferta electoral con posibilidades de triunfo el próximo 4 de junio. Los demás partidos, o van en alianza con el PRI o PAN o cuentan con una preferencia muy reducida de acuerdo a las últimas elecciones y a las encuestas que hasta ahora se han publicado. En cuanto a los independientes, hay que esperar si los dos con mayores posibilidades de registro logran cumplir los requisitos marcados por la ley, aunque es posible adelantar que su papel será más como fiel de la balanza en caso de una votación cerrada que como protagonista. Esto quiere decir que quien será el próximo gobernador de Coahuila habrá surgido de un proceso interno que no es otra cosa que una simulación e intento de engaño. Y esto no es un asunto menor.

Resulta curioso que en las sendas entrevistas que les hice a los virtuales candidatos, los tres justificaron la simulación más o menos con los mismos argumentos, a saber: que la ley así lo estipula, ya que si los precandidatos quieren aprovechar los tiempos y espacios oficiales deben tener un contendiente. A esta figura comparsa se le conoce desde hace mucho tiempo como "candidato de paja" y su finalidad es, por una parte, legitimar un sistema o una facción y, por la otra, apuntalar la presencia y nivel de conocimiento de quien es el aspirante oficial. Es decir, los precandidatos y sus partidos no asumen la responsabilidad del tejido de la simulación, sino que lo trasladan a la ley, como si se tratara de un protocolo sin importancia que hay que cumplir de alguna manera. Y todo esto ocurre frente a las narices del árbitro electoral que permite que se monte el teatro.

Ahora bien, llama la atención que han sido los partidos políticos los que han promovido iniciativas de reformas prácticamente después de cada elección para supuestamente llenar los vacíos detectados, corregir las deficiencias evidenciadas y aumentar los candados para, en teoría, dar mayor certidumbre y legitimidad a los procesos electorales. Y son los mismos partidos los que se dedican a burlar consistentemente el articulado de las nuevas legislaciones, aprovechando las lagunas y, muchas veces, la falta de criterio y voluntad de quienes encabezan las instituciones encargadas de organizar y sancionar los comicios. Es decir, además de simulación hay hipocresía y cinismo.

Si los partidos respetaran un poco la inteligencia de los ciudadanos, promoverían procesos internos en donde existiera una verdadera contienda, como ocurre en democracias liberales avanzadas. Pero para ello, los militantes de dichos partidos deberían ser los primeros en exigir ejercicios realmente democráticos. Luego, todos aquellos que aspiran a cargos de elección popular y que no comulgan con las líneas oficiales de sus partidos; intentar figurar sin conseguirlo por el bloqueo del grupo que controla al instituto político y después guardar silencio y alinearse por temor a ser "vetado" en el futuro es contribuir a las actitudes antidemocráticas. Por último, quienes deben exigir son los ciudadanos independientes que, a pesar de todo, siguen creyendo en que ir a las urnas puede marcar una diferencia en la vida de su comunidad, su estado o su país. Si no hay democracia al interior de los partidos, difícilmente éstos buscarán que la haya fuera de ellos, y la diferencia que espera el elector independiente simplemente nunca llegará.

Si se sigue permitiendo a los partidos políticos burlar a su conveniencia la ley en algo tan básico y evidente como las contiendas internas, lo seguirán haciendo en otros terrenos, como en la utilización de recursos públicos para crear y mantener redes clientelares o en los compromisos realizados con personajes o grupos que dan financiamientos ilegales. Si no nos alarma lo que sucede a la vista de todos, no nos extrañe que bajo la mesa ocurran cosas mucho peores. La tolerancia y normalidad aplicadas a las prácticas ajenas a toda ética política alimenta la perpetuación de la partidocracia cerrada. ¿En verdad deseamos que México siga teniendo una democracia chambona en la que se elige bajo la pobre consigna de "entre los malos, el menos peor"? ¿En verdad no hay nadie que cambie las reglas de este juego perverso?

Twitter: @Artgonzaga

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