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Las parodias a Trump en Saturday Night Live

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“En la guerra sólo te pueden matar una vez, pero en política muchas”.

— Winston Churchill

Saturday Night Live, el popular late show estadounidense ha sido a lo largo de cuatro décadas, el termómetro político y del humor social en la unión americana. Ello representa una hazaña difícil de lograr, es decir, que son contadas las ocasiones en las que un programa de televisión de comedia puede influir de tal forma en el ánimo del público.

Combinando sátira, variedad, invitados especiales, elenco fijo y divertidos sketches, SNL no sólo cambió y revolucionó la televisión moderna tal como la conocemos, sino que a cuarenta años se mantiene en el gusto del público pese a la irrupción de plataformas digitales y otras formas de consumo de información y entretenimiento.

De Saturday Night Live emanaron muchos de los más grandes cómicos de la historia. Es tal el poder de la sátira que el inolvidable Chevy Chase, en su imitación del presidente Gerald Ford, logró inocular en el público la certeza de que Estados Unidos era gobernado por un hombre torpe, atolondrado y afecto a la improvisación. Will Farrell, en su memorable personificación de George W. Bush, consiguió retratar al ex mandatario como un tipo acomplejado, tonto y alejado de la realidad.

Sin embargo, con su recreación y asombroso parecido físico con Sarah Palin, entonces candidata a la vicepresidencia, la comediante y actriz Tina Fey contribuyó a que los electores no tomaran en serio a Palin. Fey, quizá sin proponérselo, hizo evidente lo obvio: que Palin, una ultraconservadora sin visión más allá de Alaska y advenediza de manifiesta ignorancia, sólo estaba en la boleta electoral por satisfacer la paridad de género y adornar la elección.

Lo cierto es que jamás un presidente en funciones de Estados Unidos, había salido a criticar a Saturday Night bajo el entendido de que la libertad de expresión y en particular la sátira hacia los personajes en el ámbito de lo público, son conceptos no negociables en la democracia norteamericana. Mientras en México las barras de comedia política han desaparecido de pantalla y con el regreso del PRI la televisión experimenta presiones no vistas desde hace décadas, en Estados Unidos la figura del presidente puede ser satirizada . Ello es parte de valores entenidos.

Es sabido que a Donald Trump no le gusta Saturday Night Live y en particular la imitación que de él hace el actor Alec Balwin. Iracundo, Trump manifiesta con frecuencia su enojo hacia el programa a través de Twitter. Sin embargo, las apariciones especiales de Baldwin han atraído a dos nuevos millones de televidentes y una escalada en los ratings del show no vista en veinte años. Su interpretación resulta, por decir lo menos, magistral.

En la más reciente parodia de Trump, Baldwin se refirió a las atropelladas conversaciones telefónicas del presidente Trump con el premier australiano, a quien presumiblemente le habría colgado el auricular, y con Enrique Peña Nieto, presidente de México. Lo que más habría molestado a Trump, según intuyo, el que casi a final del sketch se le muestra como un títere a las órdenes de Steve Bannon, responsable de gran parte de la estrategia de comunicación del nuevo gobierno y a quien publicaciones de la talla de la Revista Time ya comparan con el terrible Joseph Goebbels, artífice de la propaganda nazi en tiempos de la Alemania entre guerras y quien ayudó a hacer de Adolfo Hilter uno de los personajes más visibles, poderosos y temibles de la historia.

Podemos vaticinar que ante los frecuentes dislates, errores de juicio y la personalidad mesiánica del nuevo presidente, Saturday Night Live y Alec Baldwin no sólo continuarán con sus sketches parodiando a Trump, sino que apuntarán sus dardos a una administración que, a dos semanas de iniciada no solo preocupa sino que da síntomas de fatiga.

Hoy más que nunca, ante los abusos de un hombre que ha asumido competencias y prerrogativas más parecidas a las de los regímenes absolutos que a los de una democracia que se presta ser de avanzada como la norteamericana, se precise de voces críticas y contrapesos que evidencien los absurdos a la hora de gobernar.

Y sí, un programa de comedia como Saturday Night Live es fundamental no sólo a la hora de hacer reír, sino también para poner el acento en cuestiones que en el fondo tanto nos preocupan a todos. ¡Vaya que la televisión tradicional sigue siendo muy poderosa aunque algunos lo duden!

Nos leemos en Twitter y nos vemos por Persicope, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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