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Amigo Sembrador

Francisco A. Ledezma

Tal como lo supusimos, la sesión comida celebrada el jueves anterior en el Club de Industriales, tuvo mucho éxito en el número de asistentes, porque ya sabes que los anfitriones, Ramón y Javier Iriarte, Salvador Jalife y Armando Martínez, tienen ?pegue? de por sí y además porque habían transcurrido muchos días sin haber compartido el pan y la sal con los amigos sembradores y ésta era ocasión propicia para hacerlo.

El buffet típicamente mexicano fue muy del agrado al paladar y el ambiente amistoso y acogedor, teniendo como nota sobresaliente el ingreso al Club Sembradores de Torreón, A.C. de dos nuevos miembros: Manuel Fernández Fernández y Arturo Javier Giacomán Giacomán.

Manuel nació en Torreón en 1931 y está casado con María Elena Abusaid, formando una familia de seis hijos, tres varones y tres mujeres. Es agricultor e inversionista.

Arturo Javier nació en Jordania en 1935 y está casado con Vera Geries, teniendo cinco hijos, tres hombres y dos mujeres. Es ingeniero minero y geólogo, dedicado al negocio de ferretería.

El presidente del Consejo Directivo, licenciado Rodolfo Castro Sánchez, con toda solemnidad les tomó la protesta de rigor, utilizando la fórmula acostumbrada, diciéndoles que su ingreso a nuestro club constituye para todos los socios una satisfacción y que para ellos implica la obligación de cumplir fielmente con el ideario y reglamentos de nuestra sociedad, por lo que a nombre de todos los miembros del Club Sembradores de Torreón, debían protestar por su honor, cumplir los deberes y obligaciones que les imponen ese ideario y esos reglamentos.

Al terminar el protocolo y desde ese momento quedar Manuel y Arturo como nuevos miembros de nuestra organización, se les dio la bienvenida con un afectuoso abrazo de cuantos estuvimos presentes.

Ingresar a un club como el nuestro es convivir con personas cuyo objetivo primordial es propiciar y fomentar la amistad entre sus miembros y juntos unir esfuerzos para servir a la comunidad en que se vive.

Sí, porque no sólo es disfrutar de los gratos momentos de convivencia amistosa en las sesiones comidas, sino compartir con los demás miembros la mística de ser útiles a la ciudad en que se vive, misión que debe ser la fuerza motriz de todo club de servicio.

Es no encerrarse en un círculo de convivencia social nada más, sino trascender por medio del servicio más allá del entorno nuestro. Ahí radica la razón primordial de ingresar y permanecer en un club de servicio.

Bienvenidos pues y adelante con los faroles.

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