El último ingrediente ha llegado. A los altos niveles de corrupción; la paupérrima credibilidad de las instituciones y; los elevados índices de pobreza y marginación, se suma ahora el enemigo externo que, en nuestro caso, se encarna en la grotesca figura de Donald Trump, pero que podría haber sido cualquier otro personaje que cumpliera el rol de Satanás. ¿Qué se puede cocinar con tales elementos a la disposición? Veo dos posibilidades; una muy deseable y, la otra, totalmente indeseable.
La alternativa indeseable es la del populismo. Cualquiera que se presente en los meses venideros bajo el discurso de "yo sí puedo contra Trump" estará, al mismo tiempo, asomando su afán mesiánico. Es cierto que México necesita liderazgos fuertes, pero, el plural aquí es indispensable. La tarea que tenemos en frente es demasiado retadora como para que la resuelva un solo hombre, por muy notable que éste sea; no sólo en relación al nuevo mandatario estadounidense sino en lo referente a los múltiples problemas que nos aquejan.
La otra alternativa, la deseable, parte de tomar la energía originada en el repudio, como cause que oriente los esfuerzos individuales y colectivos en un solo sentido. Al contrario de lo que ocurre con los populismos, esta opción no busca consolidar un pensamiento único sino abrir espacio para que los distintos modos de entender al país y sus problemas tengan cabida y puedan trabajar con cierta libertad y armonía; concentrados en la unión que hoy nos llega desde el exterior.
Sin embargo, el antagonismo contra Trump no debe ser el elemento de unión permanente sino sólo la chispa de ignición que encienda un impulso de más largo plazo; pero, también, de mayor relevancia que la presencia de un ignorante al frente de un gobierno, por mucho que se trate del presidente del país más poderoso del mundo. Tenemos que encontrar en nosotros mismos las razones para salir adelante.
Caer en la tentación populista es lo más fácil y, lamentablemente, también lo más probable. Sin embargo, guardo la esperanza de que esta ocasión, en vez de tomar el aparente atajo en donde aguarda el Lobo Feroz, caminaremos por la senda larga y difícil; esa que sí conduce al destino anhelado.
