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Un llamado a la acción

JULIO FAESLER

El presidente Peña Nieto canceló su viaje a Washington programado para el próximo martes tras la agresión que el presidente Trump desató a México el pasado miércoles ordenando la construcción del conflictivo muro a lo largo de la frontera.

La decisión de Trump equivalente al más soez insulto rompió la posibilidad de iniciar conversaciones previstas entre nuestros negociadores y el equipo del presidente norteamericano. Es obvio que este virtual rompimiento de relaciones no puede mantenerse indefinidamente.

El desagradable inicio del contacto con el gobierno de Trump contamina la de por sí difícil vecindad cuya historia por mucho que se haya intentado depurar sus capítulos desagradables, sigue vibrando en el subconsciente colectivo mexicano. Pero el señor Trump no entiende de sutilezas que ve como comercialmente inútiles.

Nosotros, no sólo por el interés de una relación racional y provechosa, sino por contar con una visión más clara del valor de una relación bilateral sana en medio del presente panorama mundial pleno de conflictos, queremos mantener con Estados Unidos una comunicación regida por la razón y no por los prejuicios superando el enervante desequilibrio económico que nos separa de ese país por mucho que queramos esquivar nuestra debilidad socioeconómica con argumentos que exalten la superioridad cultural, la riqueza de nuestra historia prehispánica, el derroche literario y musical de los siglos coloniales además de jactarnos de nuestras instituciones sociales enmarcadas en el vasto texto constitucional.

La penosa dependencia que implica el que 90 % de nuestro comercio exterior sea con Estados Unidos y la alta proporción de nuestra industria y banca se deba a inversión extranjera, nos recuerda a diario la necesidad de aumentar la presencia mexicana en todos los rubros económicos para asegurar que su evolución corresponda al genuino interés nacional.

Estos días nos comprueban la urgencia de diversificar nuestras relaciones internacionales desatándonos de una excesiva orientación hacia propósitos norteamericanos. Ni siquiera estamos encontrando en nuestro socio canadiense dentro del TLCAN una sintonía de metas. El Primer Ministro Trudeau se desvincula de toda simpatía política hacia nosotros.

Es profundamente lamentable que hayamos perdido la oportunidad de confirmar ante los Jefes de Estado latinoamericanos el compromiso de México con la Comunidad Latinoamericana desapareció por el mal cálculo que se hizo al preferir Peña Nieto dedicar todos sus esfuerzos a preparar su encuentro con el presidente Trump. La fecha de la reunión Cumbre de jefes de estado en República Dominicana el 26 de enero de ninguna manera chocaba con la malograda conversación visita permitía atender ambos eventos. El que México no estuviera presente en CELAM fue una imperdonable falla de nuestra Cancillería.

La ausencia de Peña Nieto será inevitablemente interpretada como prueba de desamor para nuestro continente. El que seamos miembros de la Alianza del Pacífico con Chile y Perú, es la única carta firme al lado de formar parte de ALADI, que nos une con el bloque latinoamericano que está destinado a tener un papel más relevante en los panoramas mundiales del futuro.

Nuestras relaciones internacionales como factores de nuestro desarrollo se alimentan de nuestra capacidad para aprovechar la envidiada ubicación que nos invita a jugar un papel importante en las transacciones económicas del mundo.

No hemos desarrollado, sin embargo, la musculatura socioeconómica que conduce al éxito y asegura dignidad y prosperidad a la población. Son verdaderamente excepcionales los casos en que empresas mexicanas han logrado triunfar en los mercados internacionales.

Si no remediamos esta debilidad que significa depender de otros países para tener comestibles, manufacturas y servicios que requerimos para sostener el nivel de vida que deseamos, la falta de las fichas que el juego internacional siempre ha exigido nos reduce a siempre argüir nuestras virtudes.

Contamos con los recursos materiales y la población trabajadora indispensables, pero ha faltado espíritu patrio y arrojo en los dueños de esos recursos para juntos echar adelante a México. La falta de políticas ambiciosas de desarrollo les sirvió de refugio.

Solucionar este impasse es tarea ya no sólo del gobierno cuya responsabilidad está ceñida al marcado límite que el sistema de propiedad privada que nos rige.

Son los actores económicos de México, empresarios de toda dimensión y vocación, que en mancuerna con el gobierno, están llamados a poner en práctica una gran estrategia nacional para emprender la creación del gran número de fuentes de producción y empleo que transformen los vastos recursos aún sin explotar del país en centros de prosperidad para todos.

Es el momento para que el CCE, organismo cúpula empresarial, con las organizaciones empresariales y de estudio que lo conforman, lance un ambicioso programa de producción y comercio exterior que abarque los sectores más fundamentales para el desarrollo integral del país.

El Sector Privado cuenta con centros de estudios y de negocios con capacidad para integrar una propuesta para cada uno de los sectores fundamentales para el desarrollo.

La crítica coyuntura desatada por la errática conducta del presidente norteamericano nos resultaría providencial como el calambre que nos despierte poner pronto remedio a la impreparación e insuficiencia de nuestro arsenal de respuestas a este crítico momento.

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