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Sembradío de minas

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Este comentario sustituye a otro escrito previamente. Poco queda del original. Refería -más deseo que probabilidad- la importancia de correr con pies de plomo durante el mes de enero si la clase dirigente pretendía sortear algunas de las minas sembradas en el campo por donde correrá este año. Pero, error, por lo visto la clase dirigente no quiere evitar esas minas, sino detonar los pocos puentes de encuentro con la sociedad y, de ser el caso, confrontarla hasta hacerla entender cuán bien la trata sin tomarla en cuenta.

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Los errores cometidos los últimos días del año pasado y los primeros de éste advierten cómo la administración y la claque opositora van de error en error, mostrando falta de sensibilidad social y sobra de pusilanimidad política.

Los engaños para justificar el desabasto de gasolina al finalizar el año y, luego, anunciar el gasolinazo; las mentiras para explicar el reparto de bonos y aguinaldos extraordinarios entre funcionarios, legisladores, ministros, magistrados, consejeros y comisionados y, luego, decir que se reducirán el sueldo; la ausencia de argumentos para desincorporar y, luego, reincorporar al gabinete al amigo de Enrique Peña Nieto y Donald Trump... y, claro, la falsedad de prometer no más gasolinazos y, luego, asestar uno descomunal asegurando que es en bien del país, obliga a pensar que, de error en error, la clase dirigente expone a la nación a un peligro superior al previsto.

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Hoy, esa clase dirigente manifiesta comprender el malestar por el gasolinazo, pero censura la rapiña y el saqueo. Censura que desconocidos se roben bienes privados, pero no que conocidos se roben bienes públicos.

¿Cuál es la diferencia entre los saqueadores de tiendas departamentales y los saqueadores de arcas nacionales? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros y los gobernadores en fuga o en busca de amparo, fuero o fianza? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros y los que piden moche por llevar servicios u obra pública a las comunidades? ¿Entre los primeros y los que ajustan a la medida, previo diezmo, los concursos de licitaciones públicas con dedicatoria?

¿Con qué cara esa clase dirigente puede manifestar comprensión por el malhumor social y repudio a hechos delictivos, cuando de buen humor tolera que muchos de sus integrantes sin antifaz se llenen los bolsillos de dinero público?

Si alguien promovió la cultura de la rapiña y la extorsión, fue ese sector de la clase política que hizo del dinero público, fortuna propia.

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Es probable -como se denunció en Nuevo León y el Estado de México- que los saqueadores de estos días no sean más que simples provocadores, cuyo propósito sea el de generar la atmósfera necesaria para justificar, más tarde, el uso de la fuerza pública y pretender establecer un orden fincado en el miedo.

Es probable, pero aun ese tipo de orden exige contar con el dominio de las artes y destrezas que exige cualquier gobierno y, hasta hoy, la administración no ha mostrado capacidad de constituirse en gobierno, cualquiera que fuera el perfil que pretendiera.

Echar a andar un gobierno basado en el miedo puede provocar no una reacción de sometimiento, sino de rebeldía. El miedo a veces paraliza y a veces no. Ojalá no se le vaya a ocurrir a la clase dirigente correr esa aventura.

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¿Con qué cara habrán de justificar, ahora, los senadores el supuesto período extraordinario para echar adelante la Ley de Seguridad Interior? Quizá, dirán que como viene otro gasolinazo en febrero, más vale contar con ella.

En su lógica, no estará de más que las Fuerzas Armadas cuenten ya con el marco jurídico para proteger plazas comerciales, tiendas departamentales o de conveniencia y gasolineras de esa turba de delincuentes que, al parecer, son los inconformes con el mal gobierno. Con el crimen organizado, el mando único y mixto de las policías y la prevención del delito, ya se verá después qué hacer. No es algo que urja, después de diez años de violencia.

Como quiera, asombra que después de tenderse como tapete el Ejecutivo y el Legislativo ante la exigencia o condición del Ejército de contar con la Ley de Seguridad Interior para participar en tareas de seguridad pública, el dictamen de los senadores aún ni siquiera exista.

De gran interés será, ahora, con la situación prevaleciente justificar esa legislación. ¿O es que ya descartaron el período extraordinario comprometido?

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Por fortuna, no todo es descontento. De júbilo ha de estar Donald Trump, su mejor amigo en México regresó ya al gabinete, en una posición de privilegio. No cabe duda, los errores dejan. Siempre dispuesto a aprender a costa del país, Luis Videgaray le aceptó al presidente Enrique Peña Nieto fungir o fingir como canciller de la República. Si ensayó con las finanzas públicas, por qué no intentarlo ahora con la diplomacia.

Problema para el gabinete. Respetuoso de los ámbitos del quehacer ajeno, dispuesto a trabajar en coordinación y en equipo en medio de la carrera sucesoria, sin duda, la presencia de Videgaray posibilitará dar un solo frente en materia de comercio, migración, economía y diplomacia al provocador electo como presidente de Estados Unidos.

Trump ha de estar de plácemes. Tener en la frontera sur por interlocutor a un hombre débil con un equipo dividido y con una oposición entretenida en sus propios pleitos es una dicha.

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Si el año pintaba incertidumbre política, inestabilidad económica y explosividad social, en cuestión de días, la administración lo complicó aún más: escondió decisiones, contó mentiras, reintegró a Luis Videgaray y echó un cerillo a la gasolina. Pero, en fin, ya nomás faltan menos de doce meses para que concluya el año.

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