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Informe de Riquelme

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

El tercer informe de Miguel Riquelme Solís como alcalde de Torreón, ofrece la oportunidad para repasar lo ocurrido en nuestra ciudad y estado, durante los once años que hemos vivido en el moreirato.

Lo primero que llama la atención es el modo festivo con el que Riquelme pretende pintar su raya para deslindarse del acontecer obscuro que ensombreció la vida cotidiana de los torreonenses a partir del año dos mil siete.

En aquel entonces el gobernador de Coahuila Humberto Moreira emprendió una guerra frontal en contra del alcalde panista de Torreón José Ángel Pérez, con el fin de tomar y controlar a toda costa la ciudad en que Moreira fue derrotado como candidato en su carrera hacia la gubernatura, por más de cincuenta mil votos. En la confrontación los intereses del crimen organizado quedaron casual y convenientemente alineados a favor del entonces gobernador y el desenlace tuvo por resultado la recuperación de la plaza por parte del PRI, lo que dio lugar al mandato de Eduardo Olmos Castro.

En la era de Olmos la ciudad calló al nivel moral y material más bajo de la historia de Torreón, lo cual el propio Riquelme se ha encargado de reconocer en su tercer informe: Infiltración de los cuerpos policiacos, abandono y destrucción de la infraestructura urbana, endeudamiento injustificado; secuestros, robos, homicidios y balaceras a la orden del día.

Tuvieron que pasar años para enterarnos en virtud de investigaciones policíacas realizadas en los Estados Unidos y en España, que el fenómeno referido con antelación fue resultado de una vergonzosa alianza entre el poder político local y el crimen organizado, que implicó al gabinete de seguridad de Moreira incluida la entonces Fiscalía de Coahuila.

Entre tanto la carrera política de Riquelme fulguró bajo el padrinazgo de los Moreira que lo rescataron de su puesto como encargado del departamento de control vehicular (placas) de la Recaudación de Rentas de Torreón, para proyectarlo a través de diversas posiciones en la Secretaría de Desarrollo Social del Estado a diputado federal y a la postre como alcalde de nuestra ciudad, lo que hace a Riquelme pieza esencial del moreirato y por ende, copartícipe y corresponsable de lo ocurrido bajo ese régimen nefasto.

Como presidente municipal Miguel Riquelme ha operado como sátrapa del gobierno de Rubén Moreira, lo que implica que ha estado muy lejos de fungir como jefe político de los ciudadanos de Torreón, traicionando la autonomía del Municipio. Lo anterior se pone en evidencia como botones de muestra, con la entrega del importe del Impuesto Predial y el resto de los recursos fiscales de Torreón al control del Gobierno estatal y la celebración del ruinoso contrato para renovar el alumbrado público de la ciudad que costó tres mil millones de pesos, doce veces más caro que lo invertido con el mismo propósito en Saltillo.

Riquelme es un producto químicamente puro del proyecto político de los Moreira, con lo que tal cosa incluye en términos de opacidad, falta de rendición de cuentas, impunidad y ataque sistemático e intolerancia a toda forma de participación ciudadana.

En las últimas elecciones locales del año 2013, los principales municipios de Coahuila se sacudieron al moreirato en las ciudades de Saltillo, Monclova, Frontera, Acuña, Parras, etcétera, eligiendo ayuntamientos de signos partidistas distintos al PRI. Lo anterior implicó que la región Lagunera y en particular la ciudad de Torreón se convirtieran en el último bastión del moreirato y ello provocó que bajo el gobierno de Riquelme, por mero cálculo político Moreira volteara a nuestra ciudad y se hicieran algunas obras de dudosa calidad y pertinencia que resultan del todo insuficientes para siquiera aliviar el rezago.

En el informe de gobierno que es objeto de comentario, Riquelme anuncia que pedirá licencia para ausentarse del cargo y lanzarse como candidato del PRI al gobierno de Coahuila, lo que supone la amenaza de otros seis años de más Moreira y por tanto, de más saqueo de recursos públicos, de más inseguridad y más impunidad.

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