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Alcanzar una gestión sostenible del agua: un reto de la agricultura actual (I)

A la ciudadanía

Manuel Valencia Castro

Si observamos el mapa de producción de cultivos a nivel mundial y luego le ponemos encima el mapa de disponibilidad de agua, encontraremos una gran correspondencia entre ambos, esto es, donde hay más agua disponible son mayores las superficies de cultivo. Por otro lado, en aquellos lugares del planeta en donde el agua disponible varía entre el estrés hídrico y la escasez extrema, las superficies de cultivo van disminuyendo hasta desaparecer. El caso más marcado de esta última condición, es el norte de África, quizá por la extrema pobreza que ahí se presenta, aunque existen amplias zonas sin cultivos en todo el globo terrestre.

Está muy claro que lo que pase con el agua dependerá de como se use en la agricultura. Por lo pronto se puede afirmar que en la mayoría de los sitios en donde se realiza esta importante actividad económica, el agua no debería ser una limitante, pero lo es, debido a que se maneja mal.

Uno de los objetivos de la gestión sostenible del agua es lograr compatibilizar su uso en la agricultura con las necesidades de la población sean estas domésticas, públicas e industriales, así como de los ecosistemas que hacen posible el ciclo hidrológico, como los ríos, acuíferos y humedales.

Nunca había sido más urgente enfocar los esfuerzos de la gestión del agua hacia la sostenibilidad, incluso en los ámbitos más conservadores y de gran desconfianza, se hacen recomendaciones a los inversionistas para que evalúen la dependencia de sus carteras de proyectos a los recursos hídricos, en particular su vulnerabilidad a los problemas de disponibilidad y contaminación del agua. Acorde con algunos expertos en negocios, los sectores de generación de energía, minería, fabricación de semiconductores, alimentos y bebidas están particularmente expuestos a los riesgos relacionados con el agua. En su opinión, la exposición a la escasez de agua y a la contaminación no se limita a los procesos de producción in situ, sino que puede ser aún mayor en las cadenas de suministro de las empresas que en sus propias operaciones.

La tecnificación del riego es uno de los componentes que pueden mejorar la gestión sostenible del agua, pero no es el único. Es importante apoyar la modernización del riego, pero condicionado a que el agua ahorrada al sustituir los sistemas de riego obsoletos, no sea destinada al aumento de la superficie de cultivos.

La tecnificación del riego en los ranchos se realiza mediante la aplicación de subsidios que provienen de recursos públicos, por eso, los beneficiarios de estos fondos se comprometen a reducir el volumen de agua concesionada según el Formato 2-A del Manual de Operación del Programa S217 Rehabilitación, Modernización, Tecnificación y Equipamiento de Unidades de Riego 2014, de la Conagua. En esta tesitura, el agua ahorrada debe destinarse a mejorar el estado de ríos, acuíferos y humedales y a garantizar el suministro de agua a poblaciones. Desde el punto de vista de la gestión sostenible "la modernización de regadíos debe beneficiar al conjunto de la sociedad, mejorando el medio ambiente y asegurando el agua potable, ya que la estamos pagando entre todos."

Aunque parezca jactancioso decirlo, es necesario que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación se coordine con la Comisión Nacional del Agua para aplicar lo antes dicho, y se promueva de manera sistémica el cambio de actitud de todos los involucrados, aspecto fundamental para lograr en el corto y mediano plazo una primera aproximación a la tan anhelada transición hacia una gestión sostenible del agua.

No obstante, a este análisis es necesario agregar un enfoque que casi siempre está ausente, el enfoque holístico de manejo de recursos naturales o enfoque de sistemas, un paradigma complementario que permite observar como un todo al fenómeno de la gestión del agua y de sus principales impactos. Un enfoque que implica también esfuerzos interdisciplinarios en la investigación y la educación, y de la participación de los principales actores: agricultores, trabajadores agrícolas, consumidores, responsables de la formulación de políticas públicas, entre otros.

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