La noticia según el cual el Estado del Vaticano intervendrá como mediador entre las partes en el conflicto político y social que vive Venezuela, abre una oportunidad al diálogo en una situación en la que dicho hermano país, se encuentra al borde del autogolpe de estado y la guerra civil.
De acuerdo a la información disponible, Nicolás Maduro visitó al Papa Francisco el lunes pasado y la reunión entre ambos personajes implicó una relativa sorpresa, porque fue celebrada sin previo anuncio después de que en junio pasado fuera cancelada. La mediación cuyo comentario nos ocupa es congruente con una tradición que reconoce a mentes ilustradas de la Iglesia como la del Dominico Francisco de Vitoria y la de Francisco de Suárez S.J., como los fundadores del moderno derecho internacional cuyos orígenes se remontan a la Universidad de Salamanca durante el siglo dieciséis.
La noticia es recibida con esperanza y cautela por la oposición venezolana, que ve con justificada preocupación la postura de Maduro como una simulación para ganar tiempo, y evitar el referéndum revocatorio del mandato que solicitan los opositores al régimen dizque bolivariano.
Uno de los factores que provocan desconfianza, es el hecho de que al diálogo que iniciará el próximo día treinta de este mes de octubre en la Isla de Margarita entre el gobierno de Maduro y la llamada Mesa de la Unidad Democrática que encabeza el presidente del Congreso de mayoría opositora Henry Ramos Allup, no ha sido invitado el grupo opositor que encabeza Henrique Capriles, que en la actualidad permanece en la cárcel como preso político por órdenes del autócrata.
Cualquiera que haya seguido el desarrollo de la crisis venezolana desde los tiempos de Hugo Chávez hasta nuestros días, haya escuchado a Nicolás Maduro vociferar en contra de toda forma de disidencia y haya visto como ha reprimido a los opositores, entenderá que el acercamiento de Maduro a la mesa del diálogo a través de la Iglesia implica un revestimiento con piel de oveja, porque la historia enseña que las izquierdas populistas son maestras del engaño, capaces de todo antes que dejar el poder. Para botón de muestra está la dictadura Castro comunista de Cuba, que sobrevive a su propio mito a un costo de vidas humanas y libertades cívicas, que no tiene precedente en el continente Americano.
A pesar de la desconfianza que la exclusión del grupo de Capriles sugiere, el Papa asume el riesgo en aras de preservar lo que queda de paz en aquel país del Caribe y evitar un derramamiento de sangre, al tiempo que la negociación abre una oportunidad de retorno a la democracia y a la restitución del orden constitucional roto por la dictadura de facto que ejerce Maduro. El encargado de este trabajo es el nuncio del Vaticano en Argentina monseñor Emil Paul Scherrig, para resolver lo que Francisco considera "preocupante situación de crisis política social y económica por la que atraviesa el país…".
El riesgo asumido corresponde al estilo particular del Papa Francisco, que en sus años de Provincial de los Jesuitas en Argentina operó con entereza y buen acierto en dos frentes diplomáticos frente a la guerrilla comunista y la dictadura militar y en una etapa posterior como arzobispo de Buenos Aires, en la que enfrentó al régimen populista de Nestor y Cristina Kirchner.
La postura del Papa se encuentra en sintonía con lo expuesto por el Sucesor de Pedro en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium o La Alegría del Evangelio, en la que al establecer directrices sobre la misión de la Iglesia en el mundo, Francisco ofrece una comunidad de Fe de puertas abiertas, y prefiere el riesgo de que la Iglesia "resulte accidentada, manchada y herida por salir a la calle, antes que enferma por el encierro…".
