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La nueva Guerra Fría

NUESTRO CONCEPTO

En medio del vendaval de noticias relacionadas con la inseguridad y la corrupción en nuestro país, así como el papel que está jugando México en la elección presidencial de Estados Unidos, es explicable que de pronto se pierda de vista lo que está pasando en escenarios más amplios y que, incluso, afectan al orbe entero. Desde hace meses, dos conflictos regionales han hecho escalar la tensión entre las dos principales potencias militares del mundo a niveles de guerra fría, como la que se vivió en la segunda mitad del siglo XX. Incluso, de forma inusitada se habla hoy que la arena política estadounidense está siendo escenario de este enfrentamiento, en donde, a decir de Washington y los demócratas, Moscú está tratando de inclinar la balanza a favor del polémico republicano Donald Trump.

No se debe soslayar que los dos conflictos a los que nos referimos tienen un origen similar, aunque a la postre hayan tenido cursos distintos y consecuencias notablemente diferentes. El primero de ellos es la guerra civil en Siria iniciada en 2011 en medio de la llamada Primavera Árabe, una oleada de movimientos sociales de apariencia democrática que provocó la caída de los regímenes dictatoriales en Egipto, Túnez y Yemen, y protestas de diversa intensidad en prácticamente todo el mundo musulmán que en los casos de Libia y Siria degeneraron en conflicto armado. Es un secreto a voces el apoyo que Occidente, principalmente Estados Unidos, brindó de forma abierta aunque de diferente manera a varios de esos movimientos.

Pero en Siria la situación se ha complicado en sumo. Mientras los rebeldes organizados en fuerza insurgente reciben apoyo de Washington, el régimen de Bashar Al Asad se sostiene en buena medida gracias a la ayuda de Rusia. Pero hay un tercero en discordia, se trata del autodenominado Estado Islámico, un grupo terrorista con presencia territorial en Siria e Irak que ha sacado provecho de la situación, incluso que se ha beneficiado de la ayuda que Estados Unidos ha entregado a los rebeldes. El resultado de este enfrentamiento: 400,000 muertos y 12 millones de desplazados y refugiados. A pesar de los intentos por todas las partes inmiscuidas, salvo el Estado Islámico, hasta ayer ningún diálogo ha rendido frutos.

El otro conflicto está en Ucrania, antigua república soviética que hasta 2014 contaba con un régimen cercano a Moscú. La revolución conocida como del Euromaidán, de carácter nacionalista y antirruso, llevó al derrocamiento de Víctor Yanukóvich cuando éste se encontraba en su punto de mayor entendimiento con el presidente ruso Vladímir Putin. Nuevamente el gobierno de Barack Obama brindó apoyo a los rebeldes y la situación ha llegado a niveles de comprometer la unidad territorial ucraniana, primero con la independencia y posterior anexión a Rusia de la península de Crimea y luego con la guerra separatista en Donetsk y Lugansk. La participación de Moscú en este conflicto apoyando a las fuerzas prorrusas ha derivado en la aplicación de sanciones diplomáticas y económicas por parte de Occidente.

Ambos enfrentamientos han desencadenado una serie de acontecimientos que nos llevan a pensar que estamos frente a una nueva guerra fría con consecuencias aún impredecibles. Estados Unidos ha acusado a Rusia de participar de alguna manera en el derribo del vuelo 17 de Malaysia Airlines de julio de 2014 y de tratar de intervenir en las elecciones presidenciales con la filtración masiva de correos electrónicos que comprometen al gobierno estadounidense y a la candidata demócrata Hillary Clinton y benefician a Donald Trump. Rusia ha respondido a las sanciones y los señalamientos acusando a Estados Unidos de apoyar al Estado Islámico, de querer cercar a Moscú con bases militares en países fronterizos, de respaldar el fallido golpe de Estado en Turquía -que llevó a esta nación a un acercamiento con Putin- y suspendiendo el acuerdo para la reducción del uso del plutonio en armas de destrucción masiva.

Es difícil adivinar si esta escalada terminará en un enfrentamiento directo entre ambas potencias. Lo cierto es que la tensión misma es ya de por sí suficiente para generar temor e inestabilidad en todo el mundo. Es importante no perder de vista qué papel jugarán otras potencias, mundiales o regionales, en esta nueva Guerra Fría. China, Japón -que se ha estado rearmando-, Irán y, por supuesto, la Unión Europea, que es cercana en principios a Estados Unidos, pero con fuertes vínculos económicos y energéticos con Rusia.

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