La magia de los veinte
Solamente veinte minutos hacen el milagro.
Si por lo menos cada día se regala usted mismo cuando menos veinte minutos para hacer un poco de ejercicio, con el tiempo verá los fantásticos resultados.
Claro que si fueran treinta sería mucho mejor.
Todo después de un chequeo médico
¿Qué hacer con esos cortísimos veinte minutos?
Quizá simplemente caminar.
O podría empezar a tratar de tocar, primero con la punta de los dedos el piso, sin doblar las rodillas, y días después intentarlo poniendo las palmas de la mano en el suelo.
Pero caminar, simplemente hacerlo diariamente tiene sus extraordinarios resultados.
Y hacerlo temprano, cuando el aire no está contaminado, cuando las plantas despiden su clorofila, es maravilloso.
Pero lamentablemente hay muchísimas personas que no se regalan ni siquiera veinte minutos para hacer un poco de ejercicio, y conforme va pasando el tiempo su vientre empieza a crecer y también aparecen a los costados de la cintura los famosos “callos de la andadera”.
Conocemos a muchas personas, algunas ya de edad, que siguen conservando la figurilla y algo más, un muy buen carácter porque se han sentido felices ocupándose un poco de su persona cada día.
Un buen amigo empezó a hacer ejercicio a los cincuenta años y hoy es un consumado deportista famoso en las carreras y en los maratones.
Para escribir esto hay que vivir un poco lo que recomendamos, y ha sido tan placentero regalarnos unos minutos al día que no hemos resistido los deseos de invitarlo a cambiar un poco la monotonía de la vida sedentaria para darle un poco de oxígeno a los pulmones y un poco de movimiento a las piernas, sobre todo después de pasar por una carnicería y pedir nos mostraran cuánto era un kilo de grasa, o dos, o tres.
Perder gramos cada mes es fabuloso, no se requiere matarse de hambre ni haciendo ejercicio para tener una mejor salud.
El tema de diferentes formas lo hemos venido presentando porque ya hay buenos resultados y porque lo que quisiéramos regalar a nuestros lectores no debe esperar una Navidad o una celebración especial, sino todos los días de nuestra existencia.
Regálese cuando menos veinte minutos al día. Si son treinta, qué maravilla para usted.
