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Apropiarse de la muerte

ARNOLDO KRAUS
"La libertad de elegir el final debe prevalecer sobre la obligación de prolongar la vida indefinidamente, a cualquier precio"— Arnoldo Kraus

"Para Rafael Pérez Gay, con mi solidaridad".

Escojo dos ideas para iniciar. Una literaria, la segunda vivencial y teológica. En "Otelo: el moro de Venecia", William Shakespeare le otorga su voz a Rodrigo: "Estúpido es vivir cuando la vida se convierte en un tormento; y, además, tenemos la receta para morir cuando la muerte es nuestro médico". En Una muerte feliz, Hans Küng, nos comparte, a los 85 años, enfermo de Parkinson y otras afecciones, "Precisamente porque creo en una vida eterna, tengo derecho, cuando llegue el momento, a decidir bajo mi propia responsabilidad la hora y la manera de morir".

La literatura hace de la vida y la muerte realidad; la sabiduría teológica y la fe permiten apropiarse del final con dignidad. Shakespeare tiene razón: "…la muerte es nuestro médico". Küng, sabio y valiente, tiene razón, "…decidir bajo mi propia responsabilidad la… manera de morir". Cuatro siglos han transcurrido entre la muerte del bardo de Avon y las palabras de uno de los más grandes teólogos católicos.

Mucho y poco ha cambiado. Como suele ser con temas ríspidos, los polos opuestos chocan. Morir voluntariamente cuando la vida se ha extinguido es el culmen de ellos. Mucho ha cambiado: en tiempos del Otelo de Shakespeare la esperanza de vida oscilaba entre 30 y 35 años; ahora, en Occidente, es de 80 u 85 años. La ciencia médica y sus aliados -vacunas, agua entubada, alimentación- son razones subyacentes. Poco ha cambiado: las posturas de las religiones en Occidente con respecto al derecho a morir, si así lo elige el afectado, debido al sufrimiento y a la certeza de la muerte, sigue siendo idéntica a las voces de los emisarios de Dios anteriores a Shakespeare.

Mucho ha cambiado: en el siglo XVI y XVII, "…la muerte es nuestro médico", imponía sus reglas: los galenos, salvo sus buenas intenciones, no contaban con medicamentos ni instrumentos para curar o prolongar la vida. Anne Hathaway, esposa del escritor, falleció a los 34 años. No se moría por vejez y no se prologaba la vida, como ahora sucede, contra toda esperanza y en contra de la dignidad y voluntad de la persona. Poco ha cambiado: los emisarios de Dios no comprenden los significados del tiempo. Reacomodar vida y muerte es indispensable. El tiempo anterior a nuestra era y a Otelo es diferente. Las personas son diferentes. La vida y la(s) forma(s) de morir es distinta.

La longevidad y los años conllevan muchas veces males crónicos y sufrimiento. Morir en vida es absurdo. Imposible sustentar la idea del sufrimiento como dogma religioso o designio divino. Dios y sus emisarios no pueden, al unísono, amar a sus criaturas y permitir el sufrimiento. Benevolencia es una bella palabra. En las Iglesias de todo el mundo se repite. Imposible hablar de comprensión, simpatía y buena voluntad cuando otro -otro en la jerga religiosa debe ser sinónimo de uno- sufre sin sentido, cuando prolongar las causas del dolor no derivarán en mejoría. Si sufrir conllevara cambios positivos -librarse de la enfermedad, eliminar el dolor- el trance valdría la pena. Soportarlo como parte de dogmas religiosos es absurdo.

Cambiar es imprescindible: la libertad de elegir el final debe prevalecer sobre la obligación de prolongar la vida indefinidamente, a cualquier precio. El tiempo de la muerte es individual. También lo es la decisión de tomar las riendas del final. Me recargo en Küng: "Sin embargo, porque la persona humana es infinitamente valiosa y hay que protegerla sin falta y hacerlo hasta el final de sus días, debemos reflexionar detalladamente acerca de lo que esto significa en la era de la Medicina de alta tecnología que es capaz de provocar la muerte de una manera indolora… pero que en muchos casos, también puede aplazarla considerablemente".

La era de la Medicina es maravillosa (paréntesis: para quienes tienen acceso a ella, i.e., dinero) y es terrible. Maravillosa: se vive mejor y más tiempo. Terrible: cuando se usa en exceso, sin razones adecuadas, se muere mal, se prolonga la muerte, no la vida; la idea shakesperiana "…la muerte es nuestro médico" pierde veracidad.

Rodrigo de Otelo invita desde la literatura. Küng lo hace, y esto es fundamental, desde la fe, desde su fe: Una fe que se ha acoplado al tiempo y que se ha alejado de dogmas.

 NOTAS INSOMNES

Todo debe cambiar: en el siglo XXI la autodeterminación debe ser absoluta. El tiempo humano ha cambiado; el tiempo religioso permanece anquilosado.

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Escrito en: Arnoldo Kraus

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