Tan alta es la montaña que en su cima los elevados pinos se ven de igual tamaño que esa pequeña hierba llamada "amor de un rato" que crece en las macetas del jardín.
Mi padre me decía, niño yo, que aquellos pinos recortados contra el azul del cielo eran el cortejo de los Reyes Magos. Yo los miraba, y en sus siluetas veía, en efecto, el caballo de Melchor, el dromedario de Gaspar y el elefante en cuyo lomo venía Baltasar.
El tiempo no ha pasado, pero he pasado yo por él. Apenas ayer les enseñé a mis hijos el perfil de los pinos en el cielo, y les dije que era el cortejo de los Magos. Lo mismo les digo ahora a mis pequeños nietos.
Es un perfecto círculo la vida; en él volvemos siempre a estar. Esta montaña que ahora vemos nos mira ella también. Ya nos ha visto antes y nos verá después. En nosotros la vida está un momento, pero nosotros estamos en la vida siempre. No sabemos cómo. La Vida sí lo sabe, y alguna vez nos lo dirá.
¡Hasta mañana!...