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El día cinco

JULIO FAESLER

Habiendo realizado con sorprendente éxito las tan esperadas elecciones del día 5 de junio, puede advertirse que nuestro país coincide con varios más en encontrarse en etapas de transición política y social.

El inicio del Siglo XXI en que aún nos encontramos está marcado con una inquietud generalizada sobre la relación entre los gobiernos y sus electorados y, más que nada, su eficacia para resolver los problemas más básicos que siguen pendientes. España, Argentina, Venezuela, Brasil por no decir que Estados Unidos y el Reino Unido, cuyos cambios trascenderán más allá de sus fronteras, son buenos ejemplos de ello.

Las coincidencias no son superficiales. En cada uno de los casos aflora desde muy abajo el fastidio y el rechazo de la población hacia los políticos y sus partidos que poco han hecho en favor de los intereses populares.

El caso de México es evidente. La suerte está echada y la urgencia de un cambio diametral en la forma de hacer política se impuso el pasado domingo cinco. El viejo PRI quedó obsoleto. En los estados que tuvieron elecciones se castigó a los políticos que no supieron o se burlaron a responder directamente las órdenes emitidas por los que les entregaron el poder. Temas como la educación, el desempleo, salarios raquíticos, corrupción, venalidad judicial e inseguridad, no pueden seguir relegándose en las Cámaras que mejor dedican su valioso tiempo a aprobar leyes inocuas, en vez de legislar con seriedad temas urgentes como la ley anticorrupción.

Los años que vienen serán cada vez más exigentes para los políticos que estarán requeridos a actuar en favor de las demandas populares. La experiencia acumulada aquí y en muchos lugares del mundo señala con claridad que las soluciones no están en fórmulas preconcebidas, sino en el sentido común y en la sensatez para abordar los problemas urgentes que no esperan.

El 5 de junio proyecta una oportunidad definitoria para que los flamantes gobernadores tomen las riendas del poder con firme y sincero compromiso social, entendiendo que, más que por sus méritos propios, la razón de su presencia radica en la intensa insatisfacción popular por la actuación de sus abusivos antecesores. El servicio efectivo que los nuevos gobernantes comiencen de inmediato a dar a sus comunidades será la piedra de toque para juzgar a los funcionarios y a los partidos que los lanzaron.

Los problemas a que se enfrentan los gobernantes son bien conocidos y sencillos. Sus soluciones también son básicamente simples y no requieren de las pomposidades de anuncios en escenarios armados por publicistas sino de acciones que respondan a fórmulas de sentido común. El gobernante, después del día cinco, será el ejecutor eficaz no el maestro de ceremonias de barriada que habla y habla y desaparece.

El sacudimiento fue drástico para los que creen en la actividad política.

¿Estamos viviendo el fin de una época de abusos y violaciones a la democracia o bien el principio de un luminoso capítulo de respeto a la convivencia ciudadanía?

El gobernante y el electorado deben decidir. De seguir actuando como hasta ahora, seguirán los mismos resultados.

Si miramos hacia adelante veremos que nada hay escrito, salvo el sentido común por una parte y la valentía cívica por la otra.

Los paradigmas librescos se escriben "ex post" nunca a priori. Los famosos "milagros" alemanes, japoneses, chinos, etcétera, son etiquetas aplicadas por observadores, generalmente economistas, una vez que a fuerza de una disciplina social común confirmó y noveló los aciertos y consecuentes éxitos.

La mejor actuación de los políticos post día cinco se dará en el terreno de los hechos cuando su espíritu de servicio supere su empeño por buscar futuras candidaturas y perpetuarse en el poder. Sólo así, actuando con férreo control personal, mismo que exija a sus cuadros de apoyo, y con ejemplar sencillez, podrán alcanzar el nivel de autoridad que les permita realizar con la aprobación de sus conciudadanos sus programas de desarrollo.

El camino es arduo y excluye a los que ven en la política sólo la fama o lo que es peor, el enriquecimiento personal.

El político que perdura es el que concentra toda su actuación a servir a los demás. La lección del 5 de junio es que el poder está en servir.

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Escrito en: Julio Faesler

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