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La consentida de los famosos

St. Barths es una isla caribeña, antiguamente asolada por piratas y ahora frecuentada por estrellas de cine y magnates.

St. Barths es una isla caribeña, antiguamente asolada por piratas y ahora frecuentada por estrellas de cine y magnates.

AGENCIAS

Saint Barthélemy, o St. Barths, como le llaman los lugareños, a duras penas se ve en los mapas. Aun así, es una de las islas caribeñas preferidas por el jet set y la farándula. Mientras caminas en las calles del pueblo, viendo los aparadores, es probable que te topes con alguna celebridad: las Kardashian de compras, o en las playas luciendo los nuevos modelos de trajes de baño; a Leonardo DiCaprio conviviendo con la gente local en los bares de Nikki Beach.

St. Barths es un refugio donde se sienten tranquilos, sin el acoso desenfrenado de los paparazzi.

Eso sí, está muy lejos de ser una isla en medio de la nada. Le sobra toda clase de servicios de primer mundo y, sobre todo, exclusividad.

En la capital, Gustavia, en honor al rey Gustavo III de Suecia, se encuentra la mayor concentración de boutiques de las firmas más famosas del mundo. También, hay negocios que apoyan el trabajo de los diseñadores locales o artesanos extranjeros: joyería con perlas, ropa ligera y de colores brillantes y tienditas de accesorios hechos en Colombia y México. Los precios son exorbitantes, y todo se vende en euros.

Sus calles están bordeadas por casas de colores claros con tejados rojos: una arquitectura heredada de la época en la que Suecia tuvo el control. Resalta también uno que otro edificio con toque holandés, revestido en madera y pintado de algún color brillante.

Gustavia se encuentra a orillas de una bahía en forma de herradura. En el siglo XVIII, recibía embarcaciones que buscaban reabastecerse y al mismo tiempo vender su botín.

Sí, Saint Barths fue frecuentada por piratas. De ellos, quedan las leyendas de tesoros escondidos en las playas y vestigios de viejos fuertes.

Donde duermen los ángeles

Desde México, se toman tres vuelos: casi un día de viaje para llegar a la isla, localizada a una hora al sur de Puerto Rico, a la altura de Venezuela.

Son pocos los vuelos chárter que van a St. Barths. Las aerolíneas deben cumplir estrictos procedimientos, pues se requiere de cierta pericia para aterrizar. La pista es muy corta: poco más de medio kilómetro de largo, hasta desaparecer en la playa. La nave pasa entre dos peñascos tan juntos que pareciera que las alas casi los rozan. La capacidad máxima permitida es de 19 pasajeros.

En Puerto Rico, abordamos un pequeño avión para ocho personas de la línea Tradewind.

A pesar de su pequeño tamaño, no se sienten las turbulencias porque cuentan con la misma tecnología que le permiten a las grandes aeronaves regular la presión y estabilidad.

Antes de pisar el suelo vemos la costa, salpicada de manchitas verdes, islas más pequeñas en un mar turquesa.

Los arrecifes y tonos del agua le añaden un atractivo más a este pedazo de tierra, con una oleada incesante de montañas.

El exclusivo Hotel Le Sereno ha enviado por nosotros. Con sólo 37 suites es uno de los alojamientos más lujosos. Pero no te imagines un mobiliario ostentoso, sino más bien minimalista y moderno, con detalles en madera oscura. Destacan los colores claros y una atmósfera fresca.

El gerente, Samy Ghachem, nos recibe personalmente, y lo mismo hace con cada uno de sus huéspedes. No nos quiso contar más, salvo que, a finales de este año los mismísimos ángeles de Victoria’s Secret lo usarán como escenario para una candente sesión de fotos.

Por las calles irregulares, con subidas y bajadas constantes, los medios de transporte por excelencia son el auto rentado (el Mini Cooper es el modelo más utilizado), las cuatrimotos ymotonetas. Olvidémonos del taxi. Por un trayecto de 15 minutos cobran cerca de 50 euros. En las curvas continuas, los automovilistas son unos verdaderos “cafres”, a quienes no les importa acercarse peligrosamente a otros.

Mucho antes de las Kardashian

Se cree que St. Barths es una de las islas más antiguas de las Antillas, formada hace millones de años. Su historia ha estado ajetreada desde que fue descubierta por Cristóbal Colón, quien la bautizó en honor a su hermano Bartolomé, en 1493. Con el tiempo, cambió de manos entre piratas y gobiernos: el inglés, el sueco y el francés, siendo este último el que la rige todavía. Es un territorio galo a más de 6 mil kilómetros de París.

Con un área de apenas 24 kilómetros cuadrados, aproximadamente (la mitad del Vaticano), el turismo de lujo se ha convertido en su mayor fuente de ingresos. No hay más de 30 hoteles, y todos son boutique.

Las playas

Alrededor de la isla hay 22 playas, algunas sólo son accesibles por mar, todas son públicas y nunca estarán atiborradas de gente. Recorrer toda la costa toma menos de una hora.

Entre las más famosas destacan las de la bahía de Saint Jean, donde se ubica el aeropuerto.

Cada 15 o 20 minutos los turistas quedan pasmados al presenciar a muy pocos metros de distancia el despegue y aterrizaje de los aviones.

Governeur es más íntima, de oleaje tranquilo. Sólo hemos visto pasar una pareja de enamorados y unas cabras trepando los acantilados.

A la playa de Colombier, se llega en media hora y a pie, desde la localidad homónima.

Pero si las caminatas no son lo tuyo, en Jicky Marine es posible rentar un paseo en yate de lujo, con duración de dos horas y media para llegar a la también conocida playa Rockefeller. Durante el siglo XX, la familia del magnate tenía una propiedad aquí.

La playa Corossol concentra buenas opciones gastronómicas, como el Maya’s Restaurante, pero los precios son elevados debido a que los ingredientes, salvo los productos del mar, son importados. La isla no produce nada, excepto sal.

En Grand Cul de Sac, se encuentra Le Sereno. El hotel ofrece tratamientos de spa en la bahía. Un terapeuta me ayuda a flotar en total tranquilidad mientras me enseña cómo controlar la respiración. También, usa técnicas de estiramiento para aliviar la tensión muscular. El tratamiento Eau de Réve, es mejor conocido como watsu.

En la bahía, puedes hacer stand up paddle surf o remar un kayak. Después de varias caídas, al fin puedo domar las olas de pie y descubro tortugas marinas a mi alrededor.

St. Barths es una isla caribeña, antiguamente asolada por piratas y ahora frecuentada por estrellas de cine y magnates.
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