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No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Debe ser que ya pasaron algunos años. Debe ser también que México y el mundo también ya son distintos. Esa quizá debe ser la razón por la que el ambiente público en torno a la visita que inicia hoy Su Santidad Francisco a tierras mexicanas se perciba diferente a la que se vivía en la víspera de la llegada de San Juan Pablo II o en su momento hasta la visita de su sucesor Benedicto XVI, hoy Papa emérito.

Recuerdo cuando Juan Pablo II llegó por segunda ocasión a México en 1990. Cuando vino por primera vez a este país en enero del 79 quien esto escribe era un niño de pocos años, por lo que no puedo tener memoria propia alguna. Del 6 al 14 de mayo de aquel año, el Sumo Pontífice se dio tiempo para visitar Aguascalientes, Chihuahua, Zacatecas, Lagos de Moreno, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa, Veracruz, Durango, Monterrey y por supuesto la ciudad de México, a beatificar en aquel entonces al indio Juan Diego.

Intensa fue aquella gira que se prolongó por más de una semana. Durango tuvo en aquella ocasión además de la fortuna de ser visitado por SS, el honor de que Juan Pablo II pernoctara en el arzobispado de esa ciudad, haciendo esa visita por demás significativa. Se notó que el entonces arzobispo, don Antonio López Aviña tenía peso fuerte en la iglesia en aquellos años, puesto que logró que el Papa pasara una noche en la tierra de los alacranes.

La tercera ocasión en que Juan Pablo II llegó a México fue de manera fugaz. Visitó la península de Yucatán en agosto de 1993. Dos factores hicieron especial esa visita: el ambiente de crispación por el reciente asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara y porque en esa ocasión el Papa recibiría trato de jefe de estado, puesto que 11 meses antes se habían restablecido las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.

Volvió Wojtyla para una cuarta ocasión. Fue del 22 al 26 de enero de 1999 cuando en calidad de jefe de estado, visitaba la capital de México. Esa cuarta ocasión permaneció sólo en el Distrito Federal y tuvo una multitudinaria misa en el autódromo Hermanos Rodríguez, donde acudieron, según cálculos de entonces, más de dos millones de fieles. Fue en esa gira donde se declaró Papa Mexicano y proclamó a la Virgen de Guadalupe reina de toda América. Fue inolvidable.

Pero aún con 82 años encima, aquejado por el mal del Parkinson y las secuelas del atentado sufrido en 1981, Juan Pablo II regresó por quinta vez a México. Fue recibido por el primer presidente declarado públicamente católico quien cometió el exceso de besar el anillo del Obispo de Roma. Esa última visita de Su Santidad tuvo como acto cúspide la canonización de Juan Diego, elevado a los altares. Dos días duró su última instancia en este país.

Juan Pablo II murió casi tres años después, el sábado 2 de abril de 2005, dando paso a la asunción del cardenal Joseph Ratzinger, quien acogió el nombre de Benedicto XVI. El nuevo Papa de avanzada edad y frágil salud visitó una vez México. Guanajuato recibió al Papa alemán del 23 al 25 de marzo de 2012. México estaba inmerso en una terrible ola de violencia, amén de la estrategia del entonces presidente Felipe Calderón que había implementado para luchar contra el narco. Benedicto XVI no contaba con el carisma de su antecesor, pero el corazón geográfico del catolicismo mexicano y el ambiente previo a las elecciones presidenciales mexicanas, dieron un toque único a esa visita. Benedicto renunciaría al papado apenas 11 meses después de esa visita. Se dice que un resbalón que le ocasionó un golpe en la cabeza en ese viaje mermó aún más su frágil salud.

Hoy llega un tercer Papa a México, y éste es particularmente especial y por todos conocido. Jorge Mario Bergoglio es argentino, y es además jesuita. Él es distinto a la curia tradicional vaticana y todos los días se nota.

La vejez y salud disminuida de Juan Pablo II dejaron espacios para que la iglesia católica conformada por hombres, fuese un espacio para excesos y faltas gravísima a su credo. Escándalos de pederastia y corrupción degradaban la institución fundada por Jesucristo, ante la incapacidad del ya anciano Papa de contenerla. Cuando Ratzinger llegó al trono de Pedro, si bien dio trazos de enderezar lo que Juan Pablo II ya no pudo, las fuerzas ya no le alcanzaron por sus años y se hizo a un lado. Entonces el Cónclave eligió a Bergoglio, quien tomó el nombre de Francisco hace casi 3 años.

Francisco sí se ha enfrentado a la burocracia vaticana, rancio aparato que cuida muchas veces sus intereses terrenales contrario al evangelio que dicen vivir. Además, el nuevo Papa intentó reformar posturas anacrónicas de la iglesia católica, como el trato a los homosexuales y la posición de los católicos divorciados vueltos a casar. El tema hasta ridículo de la oposición de la iglesia católica al uso de anticonceptivos (que sean los que impiden la concepción, los abortivos merecen una discusión aparte) son temas con los que Francisco lucha día a día.

Pero ha sido su real humildad lo que he hecho que el mundo mire al Papa como hace muchos años no lo hacía. Su autoridad moral y su credibilidad le han permitido hacer cosas que antes parecían increíbles, como el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, mediante su intervención mediadora.

Desafortunadamente, los medios de comunicación ahora dan énfasis al papel que tendrá Francisco en su visita que ahora comienza. Los actores políticos quieren que el Papa sea ariete para atacar a los contrarios; se pretende que Francisco reprenda en sus discursos al gobierno en turno; hasta el movimiento de los de Ayotzinapa querían audiencia especial.

Seguro que Francisco señalará las carencias sociales que hay en México, pero él, si bien es cierto es un jefe de estado, su rol de pastor es lo que más importa, y su mensaje sobre el evangelio es a lo que hay que ponerle interés entre los creyentes y los que no lo son, seguro encontrarán en el mensaje de Su Santidad, lineamientos para un mundo terrenal mejor, más justo.

Bienvenido sea Su Santidad, que su visita sea de aliento, y no objeto de lucha entre los diferentes grupos políticos que siempre esperan sacar raja provechosa en cualquier coyuntura, como las que Francisco les presenta ahora.

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