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Recuerdos de la Alhambra

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

La identidad de una ciudad también se encuentra en su arquitectura. De esa manera, las construcciones, los materiales empleados y los estilos, reflejan una historia de cómo los personas han construido las ciudades. Me gusta la arquitectura porque permite leer esas historias. A través de esas huellas, se muestran estilos, formas y gustos, pero también, influencias del pasado.

La más reciente exposición del Museo Arocena -ya cerca a cumplir diez años-, revalora la arquitectura de Torreón. Bajo el título, "Recuerdos de la Alhambra. Arquitectura orientalista en Torreón", nos propusimos desde el museo, abordar las huellas materiales que refieren a Oriente. Se trata de una investigación realizada por un servidor, acompañada por el excelente fotógrafo Jesús Flores Valenciano. Aunque la muestra se encuentra en un espacio de la Casa Arocena, en realidad la exposición está en las calles. ¡Esa es la mejor parte! Así, el pasado 31 de enero se inauguró la expo con un recorrido peatonal. Debo confesar que el tema rebasó las expectativas, ya que asistieron más de 120 personas. Con todo, fue impresionante ver el interés de la gente por escuchar estas historias a pie de banqueta. Así, partimos del museo hacia el Hotel Galicia, y por la misma calle Cepeda, seguimos hasta la esquina de la avenida Matamoros, donde fue destruida una preciosa casa de corte orientalista. Caminamos hacia la antigua casa Rincón, en la avenida Morelos 1340, obra del maestro constructor Cesáreo Lumbreras. De ahí partimos hacia la bien ornamentada casa Zarzar, en la calle Acuña, y de luego continuamos el paso hacia el edificio Urdapilleta en la calle Falcón. Una joya admirable del recorrido la encontramos en la Ildefonso Fuentes, me refiero a la antigua "Casa Mudéjar", que de milagro sobrevive. Por cierto, ¿cuándo arreglará el municipio el problema legal que la tiene en abandono? Más todavía, ¿quién se está robando el piso?

"Recuerdos de la Alhambra" dignifica la memoria del patrimonio que fue impunemente destruido. En ese sentido, la demolición de la casa de Fernando Rodríguez en 1982, conocida popularmente como "casa morisca" o "Alhambra", fue un emblema de la ciudad. Construida en 1930 bajo la mano de Lumbreras, la casa se volvió con el tiempo, un símbolo de la ciudad. A tal punto, que las postales de Torreón de los años 40 y 50, incluían en su catálogo la preciosa casa la avenida Colón y Abasolo. Su estilo fue una interpretación moderna del mudéjar. Hoy tenemos ahí un edifico que niega todo sentido de estética y gusto. ¡Un horror! Han pasado más de 30 años desde que la tumbaron, y todavía encuentro gente indignada.

Torreón, una ciudad moderna que explica su auge económico en pleno porfiriato, reflejó en su arquitectura, sencillas formas basadas en estilos históricos de profunda tradición como el mudéjar. Desde luego, no fue la única ciudad. El estilo arquitectónico se reprodujo en otras ciudades como parte de una tendencia que utilizó modelos historicistas. En la región, los rastros de esa influencia, no sólo quedan en Torreón, sino en Lerdo y San Pedro de las Colonias.

La exposición buscan resaltar el orgullo y la identidad de la ciudad por medio de la historia. En esta ocasión, a través de la arquitectura orientalista. Estoy convencido que a través del conocimiento podemos comprender y conservar mejor nuestra identidad. Se ama aquello que se conoce. En consecuencia, preservamos aquello que conocemos. Por el contrario, con facilidad se pierde lo que no se conoce, lo que se ignora. Así sea muy valioso.

Aún así, otros edificios y casas de importante valor para la ciudad, han sido destruidos. En los últimos años, he documentado cómo de manera impune, y ante la "vista gorda" de las autoridades, se han destruido inmuebles con valor histórico. Hay en todo esto, una destrucción de la historia misma. Al tirar muros, adobes y tabiques, también se tira la historia y se va una parte de nosotros.

El historiador, como es mi caso personal, o una institución cultural como un museo, no pueden evitar la destrucción del patrimonio, ya sea por la ignorancia de los particulares, intereses comerciales que suelen arrasar con todo, o la indolencia de las autoridades. Sin embargo, el historiador sí está llamado a conservar la memoria, incluso, a reconstruirla desde las cenizas. Sirva pues esta exposición para difundir el conocimiento, y sobre todo, la pequeña esperanza de que mañana, habrá de conservarse nuestra identidad.

Nos vemos en Twitter,@uncuadros.

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