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Trump y Corea del Norte

LUIS RUBIO

¿Será Trump irracional como muchos lo tildan? ¿Es un fascista como otros afirman? La evidencia al día de hoy, como sugiere un excelente artículo de John Cassidy*, es que se trata de un actor sumamente ignorante pero, a la vez extraordinariamente hábil en el manejo de la opinión pública y los medios de comunicación. Leyendo sobre la reciente explosión de una bomba nuclear en Corea del Norte, me parece que Trump es un gran jugador de póker, lo que implica gran capacidad de control y cálculo. Quizá una pregunta pertinente es si nosotros seremos igual de hábiles como jugadores.

George Friedman escribe así: "el póker es un juego en el que compiten el miedo y la avaricia... Parte del póker es el autocontrol del jugador, pero lo más importante es la manipulación del miedo, la avaricia y la razón de los otros jugadores, obligándolos a hacer tonterías... El objetivo del jugador es crear una sensación en los otros que eres un alma impredecible, no como cálculo sino producto de tontería y descuido". Según Friedman, los norcoreanos se han vuelto unos maestros en el arte de la irracionalidad, utilizándola como un instrumento de manipulación y chantaje de las principales potencias del orbe.

Claramente, Trump no está en la misma liga ni lógica que el líder de Corea del Norte, pero no deja de ser impactante su habilidad para manipular a los medios y capturar la imaginación de una porción nada despreciable del electorado estadounidense. Trump responde a una población especialmente irritada respecto a su presente y al futuro: "la gente más enojada y pesimista en Estados Unidos son las personas que solíamos llamar americanos 'medios'. Clase media, de edad media; no ricos ni pobres; gente irritada cuando le piden que marque 1 para inglés y que no comprende cómo el 'hombre blanco' se convirtió en una acusación en lugar de una descripción... Los americanos 'medios' y blancos desconfían de todas las instituciones estadounidenses: no solo del gobierno, sino también de las empresas, sindicatos, hasta el partido político por el que típicamente votan: el Partido Republicano de Romney, Ryan y McConnell, al que desprecian como un equipo patético de debiluchos y capitulantes. Están hartos. Cuando llegó Donald Trump, son las personas que le dijeron a los encuestadores 'este es mi tipo'".**

Trump no se apega a regla alguna, pero tiene muy claras las prioridades de la base que ha logrado enamorar. El uso de México, los mexicanos y la frontera es, en su lógica, absolutamente racional. Dice Cassidy: "Trump ha buscado alentar los miedos de que Estados Unidos está perdiendo su herencia histórica y que el establishment político es cómplice en esa traición. La imagen de un muro en la frontera sur es central a la campaña de Trump, no sólo en términos de política pública sino psicológicamente. Representa una manifestación física del deseo de poner un gran letrero de alto ante el avance inexorable de la historia".

Paul Berman escribió un libro hace unos quince años*** en el que describe la incapacidad del establishment político de comprender el papel de lo irracional en los asuntos humanos, sobre todo el fracaso en aceptar la posibilidad de que grandes grupos de personas actúen de manera patológica. Aunque se refiere al radicalismo islámico, el planteamiento de Berman es particularmente relevante en esta era de polarización política donde los extremos se juntan. De hecho, hay analistas que argumentan que no es inconcebible que muchos votantes históricamente del Partido Demócrata se sientan igualmente atraídos por la propuesta de recrear la grandeza norteamericana. Los extremos se retroalimentan y se juntan en su extremismo.

¿Cómo lidiar con el resentimiento y la sensación de indignidad que aqueja a muchos de los potenciales votantes de Trump? Ese, desde luego, es el reto tanto del establishment republicano como de los estadounidenses en general; pero el desafío no es menor para nosotros.

Berman afirma que hay una tendencia a pensar que es posible persuadir a los extremistas con argumentos racionales y acciones concretas. Sin embargo, si la motivación del potencial votante por Trump es emocional o "irracional" en el sentido de Friedman, los argumentos racionales son irrelevantes.

Trump no es un loco ni es un actor irracional, pero ha tenido la enorme habilidad de capturar a un electorado enojado. En todo caso, su irracionalidad es, como en el ejemplo de Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, producto de un cálculo. Trump es un empresario exitoso que no sólo sabe lidiar con proveedores, empleados, políticos, burócratas y sindicatos, sino que entiende cómo funciona el mundo en general. En contraste con los políticos profesionales -sus contrincantes por la nominación presidencial y por la presidencia- seguramente es muy ignorante de los asuntos de políticas públicas, como suele ocurrir con los empresarios que se aventuran en la política, pero eso no lo hace irracional ni particularmente ideológico.

El desafío para el gobierno mexicano radica en cómo acercarse para establecer un puente de comunicación sin darle combustible adicional. A la fecha, el gobierno mexicano lo ha manejado muy bien, no dándole espacio de confrontación.

Su riesgo es quedar atrapado en su propio discurso y actitud anti-norteamericana. La lógica del acercamiento sería muy simple: no es para convencerlo o disuadirlo, pues eso es imposible e inaceptable para él; pero como con todos los candidatos de países que son clave para nosotros, los puentes son indispensables.

* New Yorker, Diciembre 28, 2015

** David Frum:

http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2016/01/the-great-republican-revolt/419118/

***Terror and Liberalism

@lrubiof

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Escrito en: Luis Rubio

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