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¡Ayuda, ayuda! Se hunde la Morelos

Ciudad posible

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Para no ir tan lejos, una obra dice más que mil palabras. De esa manera, podrán hacerse cientos y miles de spots sobre un gobierno local. Podrá contratarse a una cara bonita para decir que es el mejor gobierno, pero al final del día, lo que habla son las obras. Por lo mismo, más vale que sean de calidad. Recién empezamos el año con una noticia sorprendente: ¡la avenida Morelos se hunde! Más todavía, la emblemática avenida, casi se come un automóvil. ¡Imagínese el hambre!

Como ya es costumbre, cada que llueve en Torreón, la situación es para alarmarse. Y casi podría decirse que eso del "calentamiento global" sí es cierto. ¡No! No es un invento de amargados ecologistas. ¿Se acuerdan de las lluvias atípicas del año pasado? Todavía es fecha que las seguimos culpando. Si hay un accidente, la culpa es de las lluvias atípicas. Si falló el alumbrado, la culpa es de las lluvias atípicas. Si hay baches, la culpa es de las lluvias atípicas. Sin embargo, aquí donde "vencimos al desierto", la lluvia es malestar. Llueva mucho o llueva poco, la ciudad se desquicia. Mejor quedarnos así. Pero la preocupación no nos viene de la sequía, ni de los terregales, sino del agua. Si llueve mucho es problema. Si llueve poco, también. Con la ayuda del obispo, habría que convocar a una misa multitudinaria en el lecho seco del río Nazas. La plegaria sería: ¡Que ya no llueva más! Ni siquiera chipi-chipi.

El agua es cristalina, y por estos días, la lluvia aportó más transparencia que ni participación ciudadana 29. ¡Sí! La pertinaz lluvia exhibió con notable claridad, la calidad de las obras que el gobierno municipal emprendió en la Morelos. ¿Estábamos mejor cuando estábamos peor? "Por favor que ya no llueva", gritaron en lo más alto de la presidencia municipal.

Entre más lluvia más transparencia. Primero un taxi desvió su curso al inframundo. Y el pavimento se movía, se movía, se movía. Luego otro hundimiento más. Y el pavimento se movía, se movía, se movía. Como la lluvia siguió, otro hundimiento nos regaló la lluvia. ¡Cuánta generosidad! ¡Cuánta transparencia! Curiosamente, el mayor crítico que encontró el gobierno de Miguel Ángel Riquelme, no provino del PAN, y mucho menos de algún acucioso periodista, sino de una lluvia que le dio por revelar la verdad en las calles. Parece que las cosas no las ocultaron bien.

Tal vez más pronto que tarde, estemos padeciendo las segundas lluvias atípicas en la ciudad. ¡Más vale preparar el paraguas! Después del regaño al experimentado director de Obras Públicas, Gerardo Berlanga, vino el regaño a Hugo Pérez Agüero, dueño de la empresa que el municipio culpó. Mejor dicho, exculpó, sino desde cuando lo hubieran notado. Sin pudor alguno, el hábil constructor declaró a la prensa: "Pero es falso que los trabajos tengan vicios ocultos, tampoco hubo negligencia". Léase: "vicios ocultos", "negligencia".

Pero no hay que escatimarle crédito a la lluvia. El problema no fue el cuidadoso trabajo de supervisión de la Dirección de Obras Públicas; Berlanga no se equivoca. Tampoco el problema es del constructor responsable de la obra, que hace de la calidad, su mejor sello de trabajo. El problema es de la lluvia y de nadie más. ¡Sí! De nadie más. La lluvia es el responsable de los problemas de la ciudad. Hay que decirlo con todas sus letras, el culpable es la lluvia. No se le olvide esto querido lector. Las obras se hacen bien, pero la lluvia todo lo estropea. Habría que buscar sanciones. Limitar las aguas y hasta hacer un gigantesca techumbre para proteger la Morelos. Así, no dudamos que jamás se volverá a hundir la Morelos.

Nos vemos en Twitter, @uncuadros.

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