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Amenazas: la desigualdad

GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

El combate a la pobreza no moviliza ni a las masas ni a las buenas conciencias clasemedieras como para hacer algo al respecto.

Para cerrar 2015 me referí a las amenazas que se ciernen sobre el mundo, desde el terrorismo y los fanatismos religiosos o ideológicos hasta la pobreza y el deterioro del medio ambiente, entre muchas otras. Una de mis conclusiones es que la mayoría de los graves problemas que enfrenta el mundo son producto de la ignorancia y/o la intolerancia.

Quiero arrancar el año con una reflexión acerca de uno de esos desafíos, el de la desigualdad. Me acerca al tema una espléndida edición de la revista Foreign Affairs dedicada a analizarlo desde diferentes perspectivas, cada una provocadora e inquietante.

No haré aquí la reseña de los textos de Ronald Inglehart, François Bourguignon, Pierre Rosanvallon, Danielle Allen, Anthony Atkinson y Jonathan Tepperman, más que para darles crédito por la inspiración para este artículo. Quien quiera, puede (y debería) leerlos en www.foreignaffairs.com, además de recurrir al clásico contemporáneo sobre la desigualdad, Thomas Piketty.

Tendemos a hablar más acerca de la pobreza que de la desigualdad, y aunque ambas están estrechamente vinculadas la una no necesariamente es causante de la otra. Existen muchas maneras de medirlas: el índice Gini es el generalmente más aceptado y reconocido en lo que a desigualdad respecta, y se enfoca en el ingreso como indicador central. De acuerdo al método ideado por el italiano Corrado Gini hace ya más de un siglo, en una escala del 0 al 1 se mide la disparidad del ingreso y así la desigualdad. El cero representa el ciertamente inalcanzable ideal del ingreso perfectamente distribuido entre todos, el uno sería la perversidad de ver a absolutamente todo el ingreso concentrado en una sola persona. El índice se puede aplicar a países enteros, a ciudades o regiones, y pese a muchos cuestionamientos sigue siendo ampliamente utilizado. Al depender de estadísticas macro es tan confiable, o no, como las cifras que utiliza.

Es diferente con la pobreza, cuya medición enfrenta numerosos obstáculos políticos, ideológicos y prácticos. Por muchos intentos que se han hecho, lo cierto es que las mediciones son totalmente subjetivas. Cada país establece las métricas que quiere o le convienen, y ni siquiera los organismos internacionales tienen un claro parámetro. Si bien hay algunos parámetros universalmente aceptados, la definición de lo que constituye la línea de la pobreza es, como reconoce el propio Banco Mundial, totalmente arbitraria.

Así pues, la pobreza es moralmente inaceptable pero estadísticamente manipulable. Todo mundo se pronuncia para denunciarla, los gobiernos implementan distintas políticas para combatirla o para (utilizarla/manipularla) pero al final del día es subjetiva. Lo que para un país constituye pobreza para otro es clase media emergente, lo que en algunos es un avance en su combate para otros es una simple medida estadística o burocrática que la aumenta o reduce. Y, curiosamente, el combate a la pobreza no moviliza ni a las masas ni a las buenas conciencias clasemedieras suficientemente como para hacer algo concreto al respecto. Quien lo dude no tiene más que voltear a ver a México, donde no recuerdo una movilización social masiva reciente para protestar por el hecho de que algo así como la mitad de la población viva, de acuerdo a las cifras oficiales, en pobreza.

Es distinto con la desigualdad, primero porque es más fácil de medir, y luego porque es más notoria y visible en la vida cotidiana. Toca también una fibra de la naturaleza humana que tristemente es más fuerte que la solidaridad o la compasión: la envidia. De esa envidia y los resentimientos que la acompañan surgen movimientos de derecha populista, racista o xenófoba, como los de Donald Trump en EU o la familia Le Pen en Francia.

Tal vez ese sea motivo suficiente para tratar de revertirla, y eso comienza no por demoler la riqueza, sino por permitir que cada vez más personas puedan acceder a ella.

Volveré sobre el tema.

@gabrielguerrac

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