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La Plaza de Gómez Palacio

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

A Gómez Palacio le urgen libros. Sí, muchos libros. De historia, de su gente, de sus calles, de sus primeras arquitecturas que sobreviven. Se ha hablado mucho de la Revolución, como si todavía nos faltara más violencia, pero poco se habla de las historias que se tejen día a día. Hace algunas semanas presenté el libro La Plaza Juárez de Gómez. Apuntes para una microhistoria de Gómez Palacio y otros textos (AGLI editorial, 2015, 270 páginas), de Héctor Raúl Avendaño. Y en efecto, las páginas de su libro honran el concepto de microhistoria que Don Luis González y González tuvo a bien dejarnos y hacer escuela para los historiadores. Desde 2012, Avendaño empezó a realizar su libro por entregas. Cada domingo nos adelantó en su columna dominical, Plaza Pública (en homenaje a la columna homónima de Miguel Ángel Granados Chapa), publicada en las páginas de El Siglo de Torreón, pequeñas entregas de lo que ahora es un digno libro sobre Gómez Palacio. El libro se mueve entre la historia y la crónica. Pero el autor no se queda sólo en la nostalgia del pasado, sino que también narra con alegría el presente, y en ocasiones, con justificada crítica. Su libro destaca, entre lo pocos que se han escrito sobre la ciudad lagunera de Gómez, no sólo por la forma en narra las historias, sino por el estilo de su escritura. Lejos de ser un descripción plana y poco imaginativa como acostumbraron los cronistas de antaño, la pluma de Avendaño se distingue por su retórica bien construida. A veces juguetona, otras irónica, pero siempre fiel al estilo de un elegante orador. Sin duda, destaca la vena del campeón de oratoria que adoptó como su barrio, a la Banquetas Altas de Gómez Palacio.

Avendaño, hace de la Plaza Juárez de Gómez Palacio, la protagonista del libro. A partir ahí nos cuenta una serie de pequeñas historias que van construyendo la historia de la ciudad. Por eso habla de los jardines y los sabinos que habitan la plaza, pero también de los primeros choferes que instalaron ahí el sitio de taxis. Igualmente da vida al "Indio Magas Mochas", que al Cine Palacio, una joya Art déco venida a menos.

Fiel a su época de juventud, el autor nos narra preciosos momentos de la historia del rock and roll en los años 50 y 60. Si ya de por sí el tema es interesante por ser uno de los géneros más influyentes, visto desde la historia local se vuelve doblemente relevante. De esa manera aparecen Los Camisas Negras, Los Locos del Ritmo, Los Teen Tops, The Blue Caps, Los Hooligans, The Crazy Boys, Loud Jet's, Rebeldes del Rock, Las Mary Jets, Las Chic's, las Hermanas Julián, y por supuesto, The Baby's Rock. Y ya en el ánimo rockanrolero, surgieron los grupos locales como los Hornet's, Los Blue Comets, Los Espíritus del Rock, Los Happy Boy's, Los Príncipes del Rock, Los Cardenales. ¡Toda una época!

Escuchemos a Avendaño desde la trinchera local: "Llegado el rock y levantada la gran ámpula social que definitivamente afectó a todas las familias con hijos en edad adolescente, hembras y varones, se produjo una inmediata reacción alentada por la Iglesia Católica, las escuelas particulares y las Ligas de la Decencia. Privaban todavía muy fuertemente las costumbres conservadoras de los años anteriores a la década de los sesenta; sobre todo se dejaba sentir la represión sexual que invitaba a la conservación de la virginidad, al recato en el vestir y en los modales. El baile no quedaba excluido, por lo que el nuevo ritmo con sus características de masculinidad, sensualidad y agresividad, resultaba chocante a las buenas familias".

Como un acto de justicia, el autor rescata en sus páginas -de ahí la dignidad de la memoria-, a un gomezpalatino por adopción: el profesor Jesús Reyes Villa. Más allá la militancia partidista, Avendaño realiza un honesto perfil de Reyes Villa, quien fue un hombre de honor en la política de oposición y sobre todo, un gran educador durante décadas. En el lejano año de 1939, acudió al llamado de Manuel Gómez Morin, para fundar en Torreón y Gómez Palacio, el Partido Acción Nacional, que por entonces funcionaba como un Comité regional. Por desgracia, de aquellos políticos honorables, sólo queda la historia.

Con frecuencia escucho muchos laguneros, ya sea de Gómez Palacio o Torreón, decir que "aquí no hay nada". Incluso, hay quienes orgullosos de su "saber", afirman que "aquí no hay historia". Sin duda, historias como las que ofrece Avendaño en su libro, dan santo y seña de nuestra identidad. Es cuestión de aprender a apreciar. Ojalá pronto lean La Plaza de Gómez.

Nos vemos el año que entra. Por lo pronto en Twitter, @uncuadros.

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Escrito en: Carlos Castañón Cuadros

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