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La educación y los símbolos religiosos

ROLANDO CRUZ GARCÍA
«Es perfectamente posible que la religión pueda ser moralmente útil, sin ser por ello intelectualmente concebible. Y sería gran prueba de prejuicio, el que una persona no creyente, negase que ha habido épocas y que hay todavía individuos y naciones para quienes la religión tiene utilidad»

— J.S. Mill

En ocasión de la celebración, de uno de los símbolos católicos más importantes de nuestro país, "La Virgen de Guadalupe", me permito compartir con mis lectores, las reflexiones que nos pueden ayudar a dimensionar tan importante celebración y el papel que juega la escuela en dicho contexto, en México.

En los últimos años se han acrecentado los debates sobre la presencia de la religión en la escuela. Se ha discutido sobre la legitimidad de la exposición de símbolos religiosos, la pertinencia de la enseñanza confesional o la importancia del estudio de la cultura religiosa.

Estos debates se enmarcan en un contexto sociocultural caracterizado, según algunos autores, por una creciente desecularización; sea o no correcto este diagnóstico sociológico, lo que se constata es que países con una consistente tradición laicista institucional, como Francia o Estados Unidos, han contemplado la necesidad de introducir en los temarios escolares cursos sobre cultura religiosa o historia de las religiones, animados por la voluntad de contribuir desde la escuela a la armonía social y al conocimiento recíproco en sociedades crecientemente diversas.

Para ello es importante repasar las ideas de J. S. Mill sobre la educación y la religión, con la finalidad de ofrecer un marco normativo de la enseñanza liberal, es decir, de una enseñanza que respete los derechos individuales y que acote las competencias del Estado, sin desatender las exigencias igualitaristas.

También es importante considerar el estatuto de "no-obligación" de los alumnos, que deciden o no seguir los cursos de educación religiosa confesional ofrecidos en las escuelas públicas. La propuesta de introducir cursos de cultura religiosa, de historia de las religiones o de estudio del hecho religioso, en la que también se apuntan los límites a la intervención estatal en las escuelas en relación con la religión.

Se resumen, además de las diversas posiciones a señalar, desde una perspectiva normativa filosófico-política, lo importante es entender cuáles son los problemas que en cada caso se intentan solventar, atendiendo al contexto sociológico presente, indicando los nuevos retos implícitos en la educación de ciudadanos demócratas que, al mismo tiempo disfruten de libertad religiosa.

Con este espíritu liberal se enfrenta, pues al fenómeno religioso: No se trata de acercarse de manera acrítica a las religiones, como lo demuestra que se les reproche que se apoyen excesivamente en el poder coercitivo de la mayoría moral. Pero eso no les lleva a negarles toda utilidad y por consiguiente a tener cierto contenido de verdad.

Se sostiene que todo lo que contribuye a formar al ser humano, a hacer del individuo lo que es y evita que se convierta en lo que no es, forma parte de su educación. El debate se centra en las diversas disciplinas que pueden ser enseñadas en las escuelas. En primer lugar, sostienen que el conocimiento de lenguas extranjeras es relevante, pues contribuye a que los alumnos expandan sus mentes y aprendan a imaginarse otras opciones vitales que aquellas que le han sido dadas.

La ciencia debe formar parte también de los planes de estudio, pues contribuye a un mejor conocimiento de las leyes del mundo, lo cual nos permite interactuar con él de manera más racional, es decir, adaptando mejor nuestros medios a las finalidades que perseguimos.

Por lo que se refiere a la enseñanza de la política, destaca su afirmación de que la educación sobre esta disciplina no tiene derecho a recomendar un conjunto de disciplinas basadas en la autoridad de una ciencia establecida. Pero puede aportar al estudiante, materiales para su propio intelecto, para ayudarle a usarlos. Este conocimiento es especialmente válido pues tiene un efecto determinante en las llamadas obligaciones de la ciudadanía.

El problema surge cuando se intentan abordar disciplinas religiosas, espirituales o relativas a la fe, que seguramente contribuyen a formar mejores ciudadanos, pero que se complejizan al obedecer un mandato constitucional como lo es, el que la educación debe ser laica.

Si entendemos que el concepto de educación laica, es aquel que hace referencia al tipo de educación, que no se basa en ninguna doctrina religiosa o credo y que, por el contrario, queda usualmente en manos del Estado, su función principal es la de igualar los conocimientos y las posibilidades, sin discriminar a los alumnos por credo o creencia religiosa.

Esto es así, ya que cada institución religiosa puede impartir sus propias versiones de la historia, de la moral, del comportamiento o de los valores y por tanto del conocimiento en una sociedad.

Respecto a la celebración del mayor símbolo católico de los mexicanos, nadie duda que dicha devoción es importante para la mayoría de la población, pero ¿cómo incorporarla a la escuela? Seguramente la respuesta radique en los temas transversales considerados en la educación en México, como son el estudio de la moral, los valores y la formación actitudinal de niños y jóvenes.

Como podemos apreciar, el abordar asuntos religiosos, espirituales, del alma o de la fe, siguen siendo temas tabú en nuestro país, pero que pueden ser abordados sin prejuicios ni posturas radicales.

Agradezco sus comentarios a: [email protected]

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Escrito en: ROLANDO CRUZ GARCÍA

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