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Un suicidio

GILBERTO SERNA

Poco tiempo atrás el menor, de apenas ocho años de edad, había tomado la peor decisión que a su corta edad podría ocurrírsele, quizá solución de su corta vida: quitarse la existencia por que así, tomaría, así lo creía él en su tierna infancia, la represalia requerida como si se tratara de un juego que terminando, cada quien se iba a su casa. Era un pequeño, en venganza por lo que él consideraba una injusticia familiar; desde luego que no, aún no estaba seguro de estar haciendo lo adecuado, pero lo que ansiaba era tomar una decisión a su pobre criterio; siempre lo castigaban o amenazaban con hacerlo. Ya les daría un lección que nunca olvidarían por el resto de sus días.

Necesitaríamos recurrir a un nigromante para interpretar la foto que aparece en El Siglo de Torreón o tal vez no requiere estudio, tratándose de una fotografía en que se ve a dos niños saltando una cuerda proyectando sus respectivas sombras con ciertos cambios, o que lo parecen, y en realidad tendrían una explicación en que no es necesaria la participación de ningún hechicero, brujo, agorero o espiritista.

Pero dejamos a la imaginación de los lectores que podrán o no estar de acuerdo con la valoración que hacen algunos y que no comparten la idea de que haya alguna interpretación ajena a lo que dicen algunos en el sentido de que no hay injerencia de seres que no corresponden a este mundo.

La sección E de El Siglo de Torreón, sección La Laguna del martes 24 de mes en curso que se refiere a cómo y dónde se produjo el mortal incidente en el que se quitó la vida el niño de esta breve historia que consternó a la comunidad torreonense y puso en sus corazones la pesadumbre de perder a un ser querido en el seno de su familia.

En la gráfica que ahí sale si usted la vio, se notan dos figuras de pequeños brincando una cuerda. Las sombras de una niña con el pelo sostenido con una cinta y la de un menor brincando una cuerda, en algún patio de una escuela, dan lugar a la elucubración. O únicamente es la imaginación enfebrecida creada por lo acontecido en estos días en que se produjo el desenlace, o hay algo más que no alcanzamos a comprender.

Sea una cosa u otra preocupémonos en abrazar a nuestros hijos pequeños cada día, apretémoslos con la fuerza que da el cariño. No esperemos un instante, Si los queremos no se requiere m→ → as. Es ahora el momento, no mañana. Un hijo es una bendición, ser padre es un premio. Necesitamos agregar a lo que todos sabemos, nuestra obligación es proveer a su desarrollo, nuestra pasión es tan sólo darles amor.

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Escrito en: Gilberto Serna

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