El ansiado encauzamiento positivo de nuestra Reforma Educativa apunta bien. La Reforma Energética se encamina, en un océano de incógnitas, a cumplir sus etapas. Hay importante infraestructura en obra y las señales son adecuadas.
La marcha del país avanza; atenido a sus propias energías e inercias, abriéndose paso en una maraña de ineficiencias, inconsistencias, y corruptelas. El país termina 2015 a un paso, modesto, pero persistente. Los tremendos hechos que estallan en Europa y Medio Oriente no tienen más repercusión en nuestra vida nacional que las de orden económico-comercial. En el fondo, nuestras perspectivas no se afectan.
Y es esto, precisamente lo que puede tener importancia para los que tenemos interés en evaluar la influencia que nuestro país pueda tener o aspirar a ejercer en el desarrollo del globalizado mundo actual.
A diferencia de lo que sucede con los países ubicados en el hemisferio norte del planeta, en la inmensa franja euroasiática horizontal que va desde el Atlántico hasta el Océano Pacífico, la familia de países latinoamericanos se ensarta en el eje vertical que liga el Ártico con la Antártida. Esta realidad geográfica elemental explica que América Latina se haya mantenido ajena a las luchas y turbulencias que se han dado a lo largo de los siglos tanto en Europa como en el Medio Oriente.
Lo anterior se confirma en las crisis que ahora presenta el enfrentamiento de Europa a las fuerzas del Islam ultraortodoxo. El Atlántico hace que México así como de nuestros hermanos del Continente quedemos aislados efectivamente de todo ello.
El que la geografía así nos defienda no es vacuna total contra cualquier efecto de los acontecimientos en la extensa franja que va desde los Balcanes hasta el Mar de Corea. Por ahora, la crisis migratoria que parte de la guerra civil de Siria ha llegado a ser tema de atención en el Senado de la República ante la eventualidad de que nos viésemos en el compromiso de dar hospitalidad a algún número de refugiados en nuestro suelo.
No hay ningún país de América Latina que sienta temor de que el avance del Islam signifique una amenaza a la seguridad interna. La presencia de musulmanes, en México no tiene importancia estadística aún. Una relación tradicionalmente afectuosa con los países árabes hace improbable que la presencia creciente del Islam llegue a ser un problema ni para el gobierno ni para nuestra sociedad.
La irrupción islámica en el escenario mundial es, desde luego, un hecho que marca el inicio de una nueva etapa en la historia universal. Tan importante como lo fue en su momento la migración de los pueblos en los siglos III y IV hacia Europa con la que se inició una gran nueva era.
La violencia que de ISIS será su propia muerte y tras de ella, la fusión entre los dos extremos será la solución como cualquiera de las muchos otros silogismos que la historia registra. El proceso de asimilación de los opuestos se realizará en la Europa occidental a lo largo de muchos años durante los cuales América Latina habrá de seguir su propio curso sin desviaciones.
De acuerdo con esta previsión, las próximas décadas serán la oportunidad para que América Latina prosiga su desarrollo sin ser objeto de interferencias del exterior. Aislada de las problemáticas que sí interrumpen el progreso en el macizo euroasiático, nuestros países deben asirse de este período de la oportunidad de fincar y consolidar su desarrollo económico y social.
El proceso de maduración de las comunidades latinoamericanas puede realizarse aprovechando el espacio de tiempo que le signifique estar desligado de las problemáticas que sucedan al otro lado del Atlántico.
Llegará el momento en que la pujanza de los intereses económicos de América latina, respaldados por la respectiva acción política, se extienda hacia Europa y Asia tejiendo redes ya no de aceptación sino de acción.
Entonces se habrá llegado al verdadero Momento Latinoamericano.
