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La casa del dolor ajeno

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CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Bajo el sugerente título, La casa del dolor ajeno (Random House, 2015, y coincidentemente 303 páginas), Julián Herbert acaba de publicar un libro que relata el principal episodio tabú en la historia de Torreón: la matanza de 303 chinos en mayo de 1911. Su libro es una oportuna actualización a uno de los momentos más vergonzosos y terribles en la historia de México durante el siglo XX. Armado de un rigurosa investigación, y sobre todo, una excelente pluma, Herbert ahonda en el pasado como quien relata el presente. Masacres impunes, fosas clandestinas y hasta una "verdad histórica". Si bien, el libro aborda la matanza de los chinos en Torreón, es imposible sustraernos a nuestra realidad inmediata. La desaparición forzada de 43 estudiantes en Guerrero. La masacre sucedida en San Fernando, Tamaulipas, donde 72 migrantes fueron asesinados. De la misma manera, un grupo criminal arrasó con casas y personas en Allende, Coahuila. ¿Cuántos? El gobierno prefiere callar. En La Laguna tenemos docenas y docenas de personas desaparecidas como lo ha documentado Fundec y el Grupo Vida. En ese sentido, el libro más reciente de Herbert interesa no sólo a historiadores y académicos, sino a un público más amplio, que por momentos, vive en un país delirante y barbárico. De esa manera, la historia es importante en tanto nos ofrece lecturas, perspectivas y dimensiones del presente.

El libro está narrado como un auténtico western. El escenario es el Torreón porfiriano, industrioso, empresarial. La tierra prometida del capitalismo que devora a sus propios hijos. Lejos quedan las imágenes idílicas de La Laguna o complacientes de la historia de bronce. Herbert confronta al lector con los muertos. Son ellos los que hablan y habitan sus páginas. Más vale escucharlos, aunque sus testimonios desgarren.

El libro transita por varios géneros. Crónica, ensayo, entrevista, por momentos novela histórica. Y lo que más disfruté: las digresiones personales del autor que nos adentran en la escritura de la historia. Es así como nos enteramos de circunstancias, detalles, pormenores del libro y hasta la vida personal del autor. El libro revisa y discute bibliografía fundamental del tema; recurre a fuentes de primera mano como el archivo mismo de la matanza, un escalofriante expediente que rebasa las mil fojas. En el camino, también toma esa fuente maravillosa y sorprendente que son los taxistas. Es así como el autor reproduce un diálogo luminoso. "¿Tú sabes quién mató a los chinos? En la puerta del hotel desciendo del auto, doy las buenas noches y pago. Al darme el cambio, el muchacho murmura sin mirarme: "Han de haber sido los Zetas, ¿no? Esos weyes son los que matan a todos".

El libro de Herbert se inserta en la tradición revisionista, en tanto describe el "pequeño genocidio" lagunero y lo confronta de manera crítica con la interpretación de los historiadores, y sobre todo, la que hicieron las siguientes generaciones de torreonenses. Ocultar, tergiversar la verdad. Negarla. Enterrarla. Guardar un silencio cómplice. Es lo que el historiador francés, Pierre Vidal-Naquet, ha llamado "los asesinos de la memoria". No es casualidad que la casa del Dr. Lim, un personaje extraordinario y sobreviviente de la matanza, sea un museo más de la revolución.

Por supuesto, la crítica de Herbert ya genera polémica en algunos sectores muy conservadores de Torreón. Es un libro que no deja tranquila a la "casta intelectual" lagunera, y corta más de una cabeza. Julián dibuja bien a Torreón y los laguneros como una sexualidad violenta. Su relación con la ciudad me recordó dos poemas de Efraín Huerta: Declaración de amor y Declaración de odio.

Los fallidos memoriales a la colonia china en Torreón hablan por sí mismos. La última vez, la escultura del hortelano chino en el Bosque Venustiano Carranza, terminó con una soga al cuello. Los ladrones no alcanzaron a robar el monumento para venderlo al kilo. Sobre la ausencia de esa escultura, Herbert escribe: "lejos de la vista de una sociedad liberal, abierta y migrante que todavía hoy se niega a reconocer ante sí misma lo que sucedió a la colonia china entre el 13 y el 15 de mayo de 1911".

La publicación de La casa del dolor ajeno llega en momento muy oportuno después de la exposición "303: La matanza de chinos en Torreón", que a principios del año, abrió el prestigioso e inquietante Museo Memoria y Tolerancia en la ciudad de México. Pienso que interpretaciones críticas como el libro Julián Herbert y la exposición en su momento, contribuyen a entendernos mejor, pero sobre todo, a dignificar la memoria. Por supuesto, nunca faltará quien prefiera vivir en una mentira tranquilizadora.

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