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Es posible el cambio educativo

ROLANDO CRUZ GARCÍA
"No estudio para saber más, sino para ignorar menos" — Sor Juana Inés de la Cruz

Nos enfrentamos a una innegable realidad, el cambio educativo en todos los niveles y modalidades de la educación, que se manifiesta en todas las reformas de las que somos testigos, especialmente a través de los nuevos modelos educativos que se están planteando en la mayoría de los subsistemas en México.

Y es que el país comparte con la UNESCO y con la mayoría de los países que se encuentran en las mismas dinámicas, la necesidad de estimular una educación verdaderamente integral, en la medida en que el estudiante aprenda a conocer, a hacer, a convivir con otros y a ser (J. Delors 1996).

Que el alumno adquiera el conocimiento a partir de sí mismo y que el maestro sea un guía o acompañante del proceso de aprendizaje, que se lleve al estudiante a ser independiente en la gestión del conocimiento, responsable, libre, crítico, creativo y capaz de vivir en sociedad, es ahora la premisa del cambio educativo.

Este cambio pretende que el alumno se desarrolle integralmente, promoviendo las características en una educación que, basada en la persona, contemple como mínimo: promover el autoaprendizaje y la capacidad de investigación, buscando un aprendiz más activo en la generación de su conocimiento. Busca además saberes que se puedan adquirir de diversas maneras (educación a distancia, uso de nuevas tecnologías, del contexto escolar, etc.)

En este cambio, el trabajo docente no consiste en la transmisión de información ni siquiera de conocimientos, sino de problematizar para situar al aprendiz en situación de contexto y que pueda estimular procesos de solución creativa. Lo importante ahora es la búsqueda incesante del desarrollo total de la personalidad del estudiante, pero con respeto a su autonomía.

Dentro del planteamiento pedagógico que anima los mencionados cambios y la implementación de los nuevos modelos educativos, es imprescindible el desarrollo de la lengua oral y escrita como instrumento esencial en el aprendizaje; pareciera que esta dimensión está superada, pero lamentablemente constatamos que los estudiantes no saben leer, expresarse y mucho menos escribir correctamente.

Aquí es donde cobra relevancia promover y operativizar estrategias de aprendizaje apoyadas en la lectura y la escritura que permita desarrollar las habilidades lingüísticas necesarias en el estudiante, para que pueda enfrentarse con suficiente competencia en una sociedad cada vez más letrada e informada; afrontar las distintas áreas curriculares y disciplinarias impartidas en las escuelas evidencian la necesidad de aprender a comprender y escribir lo que se aprende.

De todo lo anterior se deriva que los principios educativos que fundamenten el cambio sean: la formación integral y flexible, la tolerancia y la pluralidad, la calidad y pertinencia, la identidad, el diálogo, la equidad, la libertad, la responsabilidad, la solidaridad y los valores éticos.

El sujeto que aprende y el desarrollo íntegro de su personalidad son ahora el centro del proceso formativo, en donde haya unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, en donde las habilidades y los procedimientos, así como su relación con los valores y las actitudes, sean esenciales para el desarrollo personal del que aprende.

Si la formación es un proceso social donde el sujeto se apropia de su cultura y satisface sus necesidades individuales, entonces el cambio se declara desde el ideal de persona a formar: un ser humano esencialmente educable, necesitado de otro semejante que le ayude a redescubrirse en el misterio insondable de lo que es para él mismo, se educa para perpetuar, como se hace con el arte y la belleza. Se pretende ahora formar a una persona inteligente, sensible, autónoma, socialmente solidaria y con un grado adecuado de desarrollo humano.

El cambio educativo al que hacemos mención, conlleva dimensiones formativas que incluyen al menos tres aspectos: la necesidad de conocimientos o contenidos intelectuales (aprender a conocer y a desaprender), tener capacidades, competencias o habilidades (aprender a hacer y emprender), contar con actitudes frente al trabajo, la profesión y la vida orientando los valores primordiales del ser humano (aprender a vivir juntos, a estar, a amar, en una palabra aprender a ser).

Todos estos aspectos deberán estar vinculados con el desempeño, los procedimientos, la capacidad intelectiva y la obtención de competencias. Esta faceta del aprendizaje se orienta ahora a que el alumno sepa emprender acciones de cualquier naturaleza y marca la necesidad de que el alumno asuma un proceso, una serie de pasos o medios para la consecución de algo. Supone uno de los pilares fundamentales de la UNESCO: saber hacer.

En cuanto al la dimensión actitudinal, atañe a la educación axiológica o filosófica del individuo, que requiere del apoyo por parte del saber y del hacer generados por el desarrollo de la inteligencia, pero que son insuficientes para completar el ser humano que se requiere potenciar.

Finalmente podemos asegurar que el cambio educativo lo hacemos todos, más allá de las reformas laborales, administrativas o estrictamente educativas; no sólo la SEP y el SNTE o la CNTE y suponen toda la estructura de una persona, es decir lo cognitivo, lo social, lo afectivo y por supuesto lo ético.

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