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¿Llegaremos a 'Dinamarca'?

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LORENZO MEYER

Lo Real. Obviamente no ha existido un sistema político a la altura de los valores que sus dirigentes dicen representar y defender, pero algunos están más lejos de sus respectivas utopías que otros. Y hoy el mexicano esta lejísimos de la suya, esa que hace un siglo construyeron en el papel y en la imaginación los constituyentes de Querétaro y, en cambio, abundan los indicadores que nos dicen que la trayectoria de nuestro sistema político es una que lo aleja cada vez más del ideal.

Un indicador reciente es el informe preliminar que acaba de presentar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, (CIDH) que "constató en terreno la grave crisis de derechos humanos que vive México, caracterizada por una situación extrema de inseguridad y violencia; graves violaciones, en especial desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura; niveles críticos de impunidad y una atención inadecuada e insuficiente a las víctimas y familiares", (oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2015/112A.asp). Los afectados por esta crisis son, de manera desproporcionada, "personas en situación de pobreza, las personas migrantes, solicitantes de asilo, refugiados y desplazados internos, mujeres, niños, niñas y adolescentes, defensoras y defensores de derechos humanos, periodistas, pueblos indígenas, personas lesbianas, gay, bisexuales y trans (LGBTI), entre otros". Otro indicador actual es la última encuesta de Latinobarómetro levantada en los 18 países donde se pregunta, como desde hace ya veinte años, qué tan satisfechos están los ciudadanos con su democracia. Esta vez los mexicanos fueron los menos satisfechos: apenas 19 % en contraste con 70 % de los uruguayos, (Latinobarómetro, Informe 1995-2015, p. 36).

Lo Ideal. En su última obra, Political order and political decay: from the industrial revolution to the globalization of democracy, (Nueva York, 2014), el profesor Francis Fukuyama hace referencia a la posibilidad de "llegar a Dinamarca" como una expresión usada dentro del Banco Mundial (BM) para referirse no a la utopía sino a una sociedad cercana al ideal. Los del BM no se referían a la Dinamarca total sino únicamente a sus rasgos positivos: un país democrático, pacífico, con instituciones estatales que funcionan, con una economía desarrollada, un alto nivel de vida y una distribución del ingreso bastante equitativa, pues mientras allá el 1 % más rico dispone sólo del 6 % del ingreso, en México ese 1 % se queda con el 22 %, (Gerardo Esquivel, "Desigualdad extrema en México", Oxfam, 2015, p. 15).

Una manera fácil e interesante de comprobar que tan distante es la Dinamarca real del modelo ideal del BM, es ver una serie del televisión hecha por una estación pública titulada Borgen -manera familiar de los daneses de referirse al palacio de Christiansborg, sede de los tres poderes del gobierno danés- donde se comprueba que incluso en la admirada Dinamarca el juego del poder se desarrolla en un universo darwiniano y hobbsiano, donde a cada paso aparecen el cinismo, la mentira, la deslealtad, la traición, la anteposición del interés personal al colectivo -de familia, grupo, partido o nación-, la corrupción, la violencia, la injusticia y la ilegalidad, entre otras. En suma, incluso en Dinamarca, Maquiavelo hubiera comprobado sus hipótesis y su teoría general.

Grados. La serie es ficción, pero sus autores se inspiraron en personajes y circunstancias que tienen una contrapartida en la política de la Dinamarca real. El personaje central es una mujer que logra ser líder de un partido centrista y maniobrar hasta llegar a ser la Primer Ministro a la cabeza de una coalición siempre difícil de mantener. Además de entretenida, Borgen nos es muy útil pues muestra que, incluso en política, hay clases y que las diferencias entre sistemas políticos, aunque sean de grado, son importantes y que vale la pena luchar por esa diferencia.

La naturaleza de la política del poder es, en esencia, similar en todas las estructuras políticas, pero si bien la utopía -la sociedad justa y bien gobernada- es inalcanzable, en la práctica hay grados de cinismo, corrupción e inmoralidad. Para el público mexicano es aleccionador comprobar que en Dinamarca una Primer Ministro puede vivir en su casa particular y no el "Los Pinos", que no tiene a su disposición las miles de personas que forman el "Estado Mayor Presidencial" sino apenas un puñado, que en casa se las arregla sin un solo sirviente, que vive de su sueldo, que el uso indebido de una tarjeta de crédito oficial para un pago personal y de emergencia por 12 mil euros -¡225 mil pesos!- durante un viaje al extranjero desata un escándalo nacional y le cuesta el puesto a un anterior Primer Ministro, que un regalo a un ministro de defensa de un par de escopetas y unos días en una buena zona de recreo a cargo de una fábrica de aviones, puede ser calificado de corrupción y desatar otro escándalo.

Es igualmente ilustrativo en Borgen comprobar que aún tienen peso el compromiso con los principio ideológicos, con los valores, tanto de algunos líderes políticos como de la prensa -un actor central en la serie-, la importancia y confianza en las elecciones, el peso decisivo de la opinión pública en la toma de decisiones puntuales, etcétera.

En Suma. La política y la ética siempre estarán en conflicto, pero finalmente vale la pena, y mucho, seguir insistiendo en que es deseable y posible abandonar la desafortunada etapa en que se encuentra hoy nuestra vida política para intentar "llegar a Dinamarca".

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