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Hacia dónde va la movilización social

DAVID PÉREZ

La movilización social puede ser entendida como: "un proceso participativo de acciones colectivas orientado a promover, contribuir e impulsar, propuestas alternativas y críticas al modelo de sociedad dominante que ahonden en una mayor justicia social. Este proceso entiende que la transformación pasa por la ocupación y la presencia en los espacios públicos para denunciar, reivindicar, educar y sensibilizar sobre dichas alternativas".

Esta definición es un aporte de Mosaiko, una red de organizaciones pertenecientes a las regiones de Euskadi, que reflexiona en conjunto con otros colectivos de América Latina, África y Asia. Es un espacio de reflexión donde se debate y aprende de manera horizontal, con la finalidad de conjugar las teorías con la acción para hacer que estas dos dimensiones se enriquezcan. Presentamos una aproximación a las movilizaciones de la sociedad mexicana desde esta perspectiva.

Movilizarse al optimismo. Sin ser ingenuos, se hace necesario un impulso de optimismo crítico. Desarrollar la capacidad de ver en las múltiples marchas, protestas, plantones, pases de lista, etc., las posibilidades de cambio social. Como afirma John Ackerman en su columna de La Jornada, para que haya un otoño de esperanza es necesario que: "la actual fase reactiva del movimiento da pie a una nueva etapa constructiva de articulación social y política con una clara visión de largo plazo".

Movilizarnos a la recreación. Hacer una pausa en medio del ritmo vertiginoso y de la densidad del tiempo presente, es ya un acto de resistencia creativa. Un acto de este tipo podría ayudarnos a evidenciar la fuerza fragmentadora de todo un sistema que atenta contra nuestra integridad como personas y como comunidad humana. Una recreación para protegernos de la automatización.

Movilizarnos a pensar. Si hemos logrado la proeza de hacer una pausa, es prioritario que ese valiosísimo tiempo lo podamos dedicar a reflexionar hacía dónde se están dirigiendo las actuales movilizaciones sociales en el país. Hacer conciencia de sus efectos, alcances, limitaciones y retrocesos. El escenario actual nos exige a la clase privilegiada, que podemos dedicar tiempo a la reflexión, que provoquemos espacios de reflexión colectiva gratuita.

Movilizarse a la denuncia. Desde hace poco más de un año hemos sido testigos las movilizaciones en este sentido, sin embargo, en el informe preliminar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre su visita a México, afirma la constatación de una sociedad que vive amedrentada. La movilización que se da en las calles tiene como reto promover la denuncia individual de las violaciones a los DDHH y de proteger a los denunciantes.

Movilizarse a reivindicar. En dos sentidos. Primero, reclamarnos a nosotros mismo la participación en el estado actual de las cosas. Revisar cómo hemos participado, al menos por omisión, en la descomposición de nuestra vida colectiva. Segundo, recuperarnos a nosotros mismo como sujetos protagonistas del momento presente, abandonar el estado de dependencia o indiferencia. Asumir el derecho de la transformación histórica.

Movilizarse a educar. Este movimiento tiene retos básicos como el de superar una visión reduccionista que sostiene que los procesos educativos se dan exclusivamente en las aulas. Salvador Sánchez en su artículo Educar para la Ciudadanía, publicado en la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, afirma: "se ha hecho evidente que promover la convivencia escolar es necesario, pero es sólo un elemento que deja intocables las raíces de la misma interacción escolar y de toda interacción, que son el valor de la propia persona y la recuperación del sentido de colectividad. Es posible, deseable y necesario insertar la reflexión sobre la convivencia escolar dentro de una visión global educativa".

Movilizarse a sensibilizar. La incapacidad de dolerse con el dolor del otro es una terrible enfermedad nada fácil de curar. Hacernos inmunes a la tragedia es un proceso de deshumanización cotidiana. Recuperar la capacidad colectiva de asombro o de frustración por lo que acontece a nuestro alrededor es uno de los objetivos más ambiciosos de las actuales movilizaciones.

La ocupación de los espacios públicos sigue teniendo sentido y vigencia. Pero ese tipo de expresiones sociales hoy se ve desafiadas por un escenario muy complejo que exige un trabajo cotidiano, previo, durante y después de la acción, con los sujetos que participan en las movilizaciones, para que éstas puedan alcanzar una mayor fecundidad cualitativa.

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Escrito en: David Pérez

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