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Certezas

FEDERICO REYES HEROLES

Medir los fenómenos es una sana obsesión de las ciencias sociales. Las variables se cruzan, así aparecen las correlaciones significativas y sólo entonces se sabe cómo proceder. Por eso las conclusiones deben ser claras, como las verdades médicas: tabaquismo, luego alta probabilidad de enfisema o cáncer pulmonar. Se acabó la discusión. Las decisiones de las políticas públicas dependen de esas mediciones y de sus conclusiones. Si el lector está confundido sobre qué ocurre con la pobreza en México tiene buenos motivos para estarlo.

¿Cómo definir a un pobre? Pobre es alguien que no tiene lo suficiente para vivir dignamente. Correcto, pero entonces hay que definir dignamente. Pobre es alguien sin un ingreso que le garantice su alimentación diaria. Quién puede contraargumentar. Pero entre vivir dignamente y medir las calorías necesarias para sobrevivir hay un abismo conceptual. Utilizar diferentes metodologías de forma simultánea o cambiarlas genera confusión. Esa confusión daña al país pues no permite identificar aciertos y errores y dar continuidad a las políticas, esté quien esté en el gobierno. Debemos salir de esa trampa.

El Banco Mundial mide la pobreza a partir de raseros estables: ingresos menores a 1.25 y 2 dólares al día. Así sustentan que entre 1990 y 2011 alrededor de 900 millones de seres humanos han dejado la pobreza extrema. Para América Latina calculan entre 70 y 90 millones, pero no en México. Sin embargo el Índice de Desarrollo Humano -que no sólo mide el ingreso per cápita sino otros elementos como los servicios de salud o educación -termómetro oficial de la ONU- sitúa a México como "desarrollo humano alto" ¿Entonces?

En México se creó una institución especializada en medir el impacto de las políticas públicas y por ende la pobreza, el Coneval. Se trata de una institución muy profesional que, sin embargo, se ve afectada por los vaivenes legislativos que le cambian las formas de medición. Durante años se siguió una metodología muy clara: medir la pobreza extrema, los que no tienen lo suficiente para una supervivencia cotidiana a partir de las calorías necesarias para ello. Después venía otra categoría, pobreza de capacidades, enfocada al vínculo entre educación y trabajo. Finalmente se hablaba de pobreza patrimonial, vivienda adecuada, ahorros, seguridad social, etcétera. Como es lógico en esta categoría la cifra crecía exponencialmente. Pero era muy claro que el mayor problema era la pobreza extrema y dentro de ella el hambre. Sin embargo, el mandato al Coneval cambió y así apareció la pobreza multidimensional, una especie de cajón de sastre donde caben muy diferentes tipos de carencias. Resultado: de acuerdo a esa medición en México de 2012 al 2014 diariamente ingresaron a la pobreza 2,470 mexicanos y por ello alcanzó a 55.3 millones, el 46.2% de la población. El uso político de la cifra fue inmediato: ¡Se multiplican los pobres!

Sin embargo, la misma institución afirma que la pobreza extrema disminuyó marginalmente. Las dos mediciones son válidas. Pero no es lo mismo carecer de alimento que necesitar otra habitación. Lo primero es el hambre. Por ello se ideó la Cruzada Nacional contra el Hambre que es una prioridad nacional. En una evaluación de 400 municipios donde el plan está presente, los resultados fueron muy favorables. Un 57 % dejó la pobreza extrema y 70 % se incorporó a los servicios de salud. Cecilia Soto señaló ayer las limitaciones y complejidades de este tipo de programas: desnutrición y anemia son variables a considerar. Pero de nuevo, ¿qué debemos hacer? La pobreza multidimensional sólo se corrige con crecimiento económico que no hemos tenido en las últimas dos décadas. Además los ingresos han caído, de ahí la importancia de la discusión sobre salarios planteada por el GDF. Pero a la par el hambre si ha disminuido.

Las dos verdades metodológicas son correctas pero contradictorias ante la opinión pública. Otra aproximación es comparar las condiciones de vida de los mexicanos a través de los censos. Educación, electricidad, vivienda, equipamiento de los hogares, etcétera. Allí están las mejorías innegables. Aparece un país de amplias y crecientes clases medias. Además está la percepción, más del 80 % de los mexicanos afirma pertenecer a las clases medias, no se reconocen como pobres. ¿Por fin? De nuevo confusión.

Dar total autonomía al Coneval y estabilizar las metodologías centraría el debate político, permitiría continuidad en los aciertos y corrección en las deficiencias. Sería un acto de madurez que arrincone la demagogia. Se necesitan certezas. Lo peor sería caer en el relativismo provocado por la confusión: da lo mismo, nunca dejaremos de ser pobres. Falso, México cambia todos los días. Tercer año: Cruzada, exitosa o no; salarios, qué hacer.

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