La Ruta John O'Groats - Land's End

Viajar en bicicleta solo y acompañado es radicalmente distinto. Al viajar acompañado, no hay tiempo de introspección como cuando se va solo, un desperfecto en la bicicleta de uno es problema de todos; las mañas, preferencias, opiniones, planes de uno, tienen que ser coordinados con las de los otros. Se puso una meta en común: Llegar los cuatro a Land's End. Y se delinió un principio de igualdad. Nadie tiene la prioridad sobre nadie más. Bonito concepto en teoría, pero imposible de llevar a la práctica.

Luego, aprenderíamos que el principio es aparte innecesario en un viaje como éstos. Por método de prueba y error, llegamos a la conclusión que el mejor sistema fue cuando cada quién tomaba la decisión que más le gustaba/convenía. En vez de intentar llegar a un consenso en cada decisión por grande o chica que fuera.

Así que el sueco, que a diferencia de los mexicanos tenía como meta simplemente completar el viaje a como diera lugar, hizo las etapas por la autopista siempre que podía (que es lo más plano, más corto, más rápido, más peligroso y menos placentero). Los puristas nos fuimos por los caminos secundarios como mandan los cánones. La prioridad se modificó al asegurarse que los cuatro completáramos la etapa y que estuvieramos al pendiente en caso de que alguno de nosotros necesitara ayuda.

En la escala de colores existen: El verde, el verde intenso, el verde muy intenso y luego el verde del paisaje en las Tierras Altas Escocesas. Obviamente, para que se mantenga este tono, tenemos el necesario componente de la lluvia. Para ninguno de nosotros fue sorpresa la existencia de lluvia y viento en Escocia. La sorpresa fue la intensidad de estos dos componentes. El viento en Escocia no estaba soplando en nuestra contra, estaba rugiendo en nuestra contra. La lluvia no era omnipresente, pero casi. Eso sí, cuando el sol se asomaba, la vista era sublime.

Un coctel de estimaciones optimistas, amenazas, promesas de gloria, famosas citas motivantes y demás trucos, impidieron que el sueco se diera por vencido y se regresara a Estocolmo. Para el amigo regio y el sobrino lagunero que han hecho deporte toda su vida, nunco hubo tal necesidad. Cuando uno está en la bicicleta, pedaleando de seis a siete horas al día, escalando colinas, con vientos fortísimos en contra, algo o "muchos algos" van a doler. Unos lo asimilaron mejor que otros.

Gran Bretaña en su totalidad tiene alrededor de 64 milliones de habitantes. Las dos entidades políticas más grandes en área son Inglaterra y Escocia. Sin embargo, más del 80 por ciento de la población está concentrada en Inglaterra. Lo que significa que los caminos que cruzamos en Escocia estában muy poco transitados y el paisaje muy esporádicamente habitado. El campo, la costa y el monte en las Tierras Altas es muy atractivo y seguro. En un par de ocasiones, pudimos montar nuestras tiendas de campaña en terreno comunal sin que nadie nos molestara ni nos dijera algo.

Sin embargo, los centros urbanos también lo son. Llegamos a Inverness, ciudad chica para estándares europeos y grande para estándares escoceses. La divide el Río Ness. Flanqueando ambos lados del río, tienen zonas residenciales muy bien preservadas. Las paredes exteriores (y quizá también interiores) de piedra, los jardines comunales y privados impecables. La vida social de la ciudad, como es la regla en Europa a diferencia de las ciudades mexicanas o norteamericanas, se da en el centro.

Para cuando llegamos a Inverness, ya habíamos pasado, dormido, comido y paseado por varios poblados de Escocia. Ya llevábamos forjada una percepión de su gente. Los cuatro sacamos la misma conclusión: La gente en Escocia es fabulosa. No conozco toda Europa, pero sí una gran parte de ella. No se me ocurre ningún otro lugar en donde la gente sea más amable, curiosa y generosa que aquí.

Se veía un orgullo genuino cuando escuchaban de nuestras bocas mexicanas y suecas exóticas la opinión que teníamos de su país. Inverness nos dejó un buen sabor de boca. En honor al principio de la continuidad, la siguiente etapa tendría una parada en una destilería de whiskey llamada Dalwhinnie. Ese licor que es parte tan indeleble de la identidad escocesa como el maíz lo es para la identidad mexicana.

No pasar por una destilería en Escocia, hubiera sido el equivalente a visitar el DF sin probar tacos al pastor, ir a La Laguna sin gordear. Somos gente de bien, respetuosos de tradiciones y educados. No somos ningunos bárbaros. Así que nos vimos obligados de echar unos tragos en Dalwhinnie. Para llegar a Dalwhinnie desde Inverness, hubo que cruzar el primero de los parques nacionales, de nombre Cairngorms. Consiste en páramos y montes de mediana altura, algunos de ellos todavía con nieve en la cima. El arbustaje es ininterrumpido y bajo. Con diferentes tonos de verde. Como la tela de camuflaje de un uniforme militar.

El parque es la zona más fría del Reino Unido con temperaturas promedio anuales de 6 grados centígrados. Es también hermoso. Dalwhinnie y su destilería no decepcionaron, sobre todo porque para llegar allí tuvimos que cruzar el tramo con los vientos más fuertes en contra. El nivel de esfuezo fue tal que una copa de diesel nos hubiera sabido estupenda.