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'...Hay que seguir o me pongo a juntar botellas'

Complicado. Las ventas de don Crispín se desplomaron desde que fue reubicado en el paseo comercial de la Valdez Carrillo. (GUADALUPE MIRANDA)

Complicado. Las ventas de don Crispín se desplomaron desde que fue reubicado en el paseo comercial de la Valdez Carrillo. (GUADALUPE MIRANDA)

GUADALUPE MIRANDA

Hace poco más de seis años, la situación financiera de Crispín Becerril se desplomó, tanto que ya olvidó el sabor del huevo y la carne, ya que sólo le alcanza para comprar frijoles y cubrir con el pago diario de la plaza.

Él es uno de los comerciantes ambulantes que fueron reubicados a los locales que instalaron en el paseo comercial de la calle Cepeda entre Hidalgo y Presidente Carranza, la cual fue cerrada para el paso de los automovilistas, a fin de dar una mejor imagen al Centro Histórico de Torreón.

Antes de la reubicación, se encontraba en la esquina de la avenida Hidalgo y Valdez Carrillo ofreciendo su mercancía, entre mochilas escolares, cintos entre otros, sitio en donde dice, siempre había temporadas buenas, las cuales ahora ha olvidado.

Y es que su local se encuentra casi en medio de este paseo comercial, que resulta poco visible para sus clientes o peatones que pasean por el centro de la ciudad, visibilidad que "acaparan", aquellos comerciantes que lograron un lugar sobre la avenida, por lo que dice, la reubicación "les benefició pues ahora tienen un local".

En aquella esquina, que fuera "limpiada" de todo comerciante ambulantes en el 2009, don Crispín cuenta que tuvo sus mejores ventas, tanto que hasta en una semana llegaba a contabilizar hasta 200 mochilas vendidas, lo que le permitía vivir de una manera más tranquila, pues hoy en día dice que hay veces que no se tiene ni para el gas por lo que hacen uso de un bracero para cocer algunos frijoles.

"No queda de otra, hay que seguir o me pongo a juntar botellas" dice Crispín, de 62 años de edad originario del Estado México.

En medio de un solitario paseo comercial, el comerciante cuenta que hace más de 30 años, llegó a La Laguna de paso, pues su idea era llegar a los Estados Unidos para conquistar "su sueño americano", el cual no llegó.

Debido a la difícil situación de la que escapaba de su estado, dice que no tuvo más remedio que quedarse en la región y emprender una nueva vida.

"Venía de pasada y aquí me atoré", dice sonriente don Crispín, quien ahora cuenta con una familia.

Cuenta con dos hijos, quienes también tienen sus puestos en este paseo comercial y quienes también corren con la misma suerte que su padre de contar con malas ventas.

Don Crispín así como sus hijos, deben trabajar 12 horas diarias para sacar por lo menos para el paso de la plaza, cobro que es diario, y para llevar algo de comer a casa.

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