No es raro ver a los niños masticar incansablemente los pedazos de caña de azúcar por doquier ni a los vecinos, que tras arreglar las tumbas, deciden reposar sobre la sombra de algún árbol en compañía de la familia a la hora de la comida.
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No es raro ver a los niños masticar incansablemente los pedazos de caña de azúcar por doquier ni a los vecinos, que tras arreglar las tumbas, deciden reposar sobre la sombra de algún árbol en compañía de la familia a la hora de la comida.
No es raro ver a los niños masticar incansablemente los pedazos de caña de azúcar por doquier ni a los vecinos, que tras arreglar las tumbas, deciden reposar sobre la sombra de algún árbol en compañía de la familia a la hora de la comida.Foto: EL SIGLO DE TORREÓN
03 de noviembre de 2005