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El ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo.

Vista interior del Castillo Pittamiglio.

En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar.

El ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo. Vista interior del Castillo Pittamiglio. En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar.

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Castillo cumple un siglo esperando a su difunto dueño

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El ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo.

Vista interior del Castillo Pittamiglio.

En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar. El ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo.

Vista interior del Castillo Pittamiglio.

En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar.

El ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo.


Vista interior del Castillo Pittamiglio.


En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar.En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar. Fotos: EFE

publicada el 24 de julio de 2010

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