Dicen que el agua escucha, que le cantes, que ella sabrá escucharte y así, de alguna manera, podrá, al fin, liberarse; o al menos así lo propone la canción Lluvia lagunera: “Celeste, te quiero ver. Ay libre te quiero ver. Brillante, corriente. Tu vida es la vida. Te canto agüita. Fuerte, las cascadas de esta tierra sueltas, yo las quiero sin fronteras, viva, va corriendo por mis venas, vale más que un millón de monedas. Canta que el agua te escuchará...”. Lo anterior es una expresión artística contemporánea para exigir que el Río Nazas reviva. La demanda ciudadana es simple: dejar que el agua siga su cauce natural para así bombear el corazón dormido de esta arteria que durante siglos fue la principal fuente de agua superficial de La Laguna. Fue. Porque a partir de la década de los 30 se empezaron a construir grandes obras hidráulicas para almacenar y controlar su agua: la Presa Francisco Zarco y la Presa Lázaro Cárdenas, por ejemplo, todavía, literal, “apresan” el líquido que antes corría libremente por el cauce hasta llegar a la urbe lagunera. Así, en esa época, la mano del hombre negó la libertad al agua y la custodió, principalmente, hacía el uso agrícola y urbano por medio de canales y sistemas de riego.















