La vida de Odriet dio un giro importante cuando viajó por primera vez de Cuba a México. Sin tener referencias de Torreón, llegó a la ciudad para dar clases en una escuela de danza. Ahí acomoda a sus alumnas, les da indicaciones y las motiva a convertirse en las mejores bailarinas del país.
Inicios
Odriet comenzó a estudiar ballet desde los 9 años en la Escuela Vocacional de Arte de Pinar del Río, en Cuba, aunque desde los 5 ya estaba en danza y tenía mucha inclinación por bailar. Ella le pidió a su madre que la llevara a hacer las pruebas para poder ingresar a la escuela de arte.
Luego continuó con sus estudios de ballet e ingresó al Instituto Superior de Arte de La Habana, donde cursó la licenciatura en Arte Danzario, con perfil en ballet y danzas históricas, dos especialidades en las cuales hoy es maestra.
El proceso de selección para ingresar a las escuelas de arte en Cuba es muy competitiva y desde los 9 años los aspirantes son sometidos a una prueba de preselección.
Cuando Odriet tenía 14 años no quedó en un examen para nivel medio. “Fue muy triste para mí porque había trabajado muchísimo, pero luego tuve la oportunidad de entrar a la Universidad de las Artes, donde estudié cinco años y me gradué de maestra de ballet”.
Tres años después hizo una maestría en la universidad, donde la dejaron de maestra luego de terminar los cinco años de estudio. Incluso desde que estaba cursando su tercer año de licenciatura, hizo de maestra ayudante así que ya tiene varios años en la docencia.
Pasión por bailar
Desde que los cubanos están el círculo infantil —el equivalente al kínder— reciben clases de música, de danza, lo que influyó en la pasión de Odriet por el baile. Tomó clases en una Casa de cultura y afirma que lo que veía de ballet o danza era por la televisión.
“Donde yo vivía no llegaban todavías las compañías profesionales a bailar, era más bien por la televisión donde yo podía admirar el ballet y ver las obras clásicas o de danza contemporánea que se presentaban”.
Odriet es la mayor de tres hermanas y guarda buenos recuerdos de su estancia en Cuba. “La pasaba muy bien. Disfruté mucho estudiar. Desde los 9 años me fui prácticamente de mi casa, porque vivía en un internado ya que todas las escuelas que me tocaban quedaba distantes de donde vivía”.
“Creo que mi mamá sufría más que yo. Yo me quedé feliz desde el primer día que me dejó en la escuela, porque eso era lo que yo quería”.
Un cambio de vida
En diciembre de 2011, Odriet llegó a Torreón gracias a una invitación de trabajo. Unos amigos de ellos la contactaron y le hablaron a la directora del instituto Corpus de su trabajo. El proyecto le interesó y así comenzó su travesía en México.
“Tenía muchos deseos de tener una experiencia diferente a lo que ya había hecho en Cuba. Luego comencé a conocer más de la inseguridad en Torreón, pero nunca dije que no. Aquí estoy y hasta ahora estoy muy contenta de estar acá. Cuando llegué estaba un poco asustada pero me abrieron las puertas en Corpus e hice buenas amistades que me hicieron más fácil estar acá”.
“Odri”, como es conocida por sus amigos, dice que disfruta mucho su faceta como maestra y el poder compartir sus enseñanzas con sus grupos. “Disfruto mucho compartir lo poco que sé con mis alumnas. Al final, los maestros nos desarrollamos a través de nuestros alumnos”.
Dice que como docente constantemente tiene que estar preparándose para ser más creativo en las coreografías, en los ejercicios y en las clases. “La verdad me encanta. No me imagino haciendo otra cosa”.
La danza, más que un trabajo, significa todo para Odriet. “Es mi vida, es mi pasión. Es una manera de expresarme a través del movimiento, a través del baile, a través de lo que les enseño a mis alumnos”.
Afirma que una de las satisfacciones más grandes es cuando sus alumnas son capaces de realizar lo que les pide. “Me satisface mucho ver cómo van creciendo a día y cómo se enfrentan a un escenario diferente. Lo bien que bailan”.
Un día en la vida
Cuando comienza el día, Odri sale a caminar y pasear a sus perros. Durante las mañanas prepara las clases que dará en la tarde y pendientes del trabajo. Además, una tarea importante es la de estar escuchando música todo el tiempo. “Son horas de estar escuchando música cada vez que voy a montar una coreografía, para poder escoger una que de verdad me motive”.
A pesar de su formación clásica como bailarina, Odriet no pierde sus raíces y afirma que le fascina la música cubana, desde Compay Segundo hasta Silvio Rodríguez, pasando por Los Van Van y Pablo Milanés.
Odriet es serena y concentrada. No le gusta tanto la fiesta y prefiere ir al cine para relajarse. Todos los días carga una mochila enorme con sus cosas y dice que ya está acostumbrada.
Una de las similitudes que encuentra Odri entre laguneros y cubanos es su pasió por la fiesta. “Aquí a la gente le gusta mucho la fiesta, y en Cuba también. Les gusta salir y divertirse.
A sus 32 años, Odriet está satisfecha con la vida y con las decisiones que ha tomado. No descarta quedarse en Torreón pero tampoco desecha la oportunidad de irse. Vive el día de hoy.
“Aquí en Torreón hago cosas distintas a las que hacía en Cuba. He trabajado con niños más pequeños a los que acostumbraba allá. Es un trabajo muy bonito, porque (las niñas) son mu graciosas y ocurrentes. Por ahora pienso estar aquí y más adelante no sé qué aparecerá.
¿Qué representa La Laguna en tu vida?
Representa un cambio de vida, un cambio de lo que era mi vida a partir de lo que empezó a ser aquí. También significa novedad, significa experiencia, frescura, cosas nuevas que he disfrutado muchísimo estando en Torreón.
Odriet junto a sus alumnas. (FOTOGRAFÍAS: MICHEL MORÁN)