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Sur En, Sent

César Garza
César Garza

“Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas, pero difícil hacer que sean sencillas”

Friedrich Nietzsche

 

   Te encuentras en Zúrich, centro financiero del país más caro de Europa, checas tu itinerario y te diriges a la estación del tren, se encuentra prácticamente junto al aeropuerto, digamos que te estás en un lugar que optimiza la conectividad aérea con todo el mundo y la terrestre vía tren, a prácticamente toda Europa. Inevitablemente recuerdas el proyecto de Santa Lucía en México, comparas su potencial, su eficiencia esperada, el estómago se te revuelve.

   Tu destino final implica tomar tres diferentes trenes y dos autobuses, cuatro horas y media incluyendo los transbordos en un transporte público perfectamente coordinado, sincronizado y preciso; una maravilla. Culturalmente existe un respeto casi religioso al tiempo, no es casual que este país se haya distinguido históricamente por su ingeniería que mide el valioso recurso, habría que recordar a su hijo pródigo, el speedmaster, que acompañó al hombre a la luna, sin embargo, cuando años después las ventas de Omega y compañía comenzaron a decrecer, producto de un cambio generacional y la entrada del Seiko japonés, su industria respondió con una ingeniosa e innovadora estrategia centrada en el diseño, invadiendo al mundo con la imagen Swatch y conquistando un mercado que ya para entonces se había globalizado.

   Llegas a Sur En, Sent, lugar donde te hospedarás, un majestuoso bosque de pinos te da la bienvenida, mientras al fondo, los famosos Alpes se vuelven referentes del paisaje; te hospedas, en esta parte del país se habla romanche, lengua ininteligible; para tu fortuna, la cercanía de tierras italianas y su influencia, dan pie a que tu incipiente italiano te permita de forma muy básica comunicarte.

   Hay un ruido de fondo que te acompaña desde que llegaste, es el que produce el rio Inn, en ésta época del año cuenta con un imponente caudal que baña las tierras bajas con agua proveniente del deshielo de las montañas.

   Tomas tu mochila y sales a caminar, decides hacerlo bordeando el río, te gusta su voz y lo que te susurra, sus caprichosas olas parecen corceles en una alocada carrera río abajo, observas como en ciertos sitios se presentan pronunciadas crestas, producto, piensas, de grandes rocas que oponen cierta resistencia al fluir del agua. Llevas alrededor de una hora caminando, llenas tu botella de agua, está deliciosa, helada, pura, la montaña está saciando generosamente tu sed, agradeces.

   El río está crecido y la vereda por la que caminas se ha inundado, hay muchas piedras con figuras caprichosas, redondeadas por la fuerza del agua y del tiempo, el andar se dificulta, decides subir una pequeña montaña, hay una especie de camino que viene desde lo alto y desemboca en el río, una bajada natural de agua, piensas, la inclinación es importante, no obstante, imaginas que es la mejor opción para obtener una vista de lo que hay más adelante, ya entonces decidirás si sigues con tu caminata o de plano te regresas. La fuerza de la pendiente te obliga a caminar apoyando también tus manos, hay muchas piedras, guijarros y ramas secas que hacen resbaladizo el camino, te armas con dos palos a manera de estacas y comienzas la subida en un cíclico ejercicio, pie izquierdo, pie derecho, mano izquierda, mano derecha, antes de cada movimiento aseguras estar perfectamente firme en tus otros tres puntos de apoyo; después de un rato te cansas, estás jadeando, decides detenerte.

   Te das la vuelta con cuidado, apoyas la mochila en la montaña mientras te sientas, acomodas tus pies en un par de huecos, te sientes seguro, hasta entonces levantas la vista, el paisaje es hermoso, el olor de la tierra se ha vuelto más penetrante, el silencio del bosque te permite escuchar sus sonidos, el viento acaricia tu rostro, haces un ejercicio de respiración abdominal para intentar disminuir tu frecuencia respiratoria que te distrae, sabes que este momento es importante, hace un poco de frío pero la escalada te tiene sudando, sonríes, te calmas, ahora vacías y llenas tus pulmones por completo de aire puro, cuatro, cinco veces, respiras, te oxigenas, estás aquí y ahora, concentrado. Tus sentidos registran un momento que no habrás de olvidar, sacas tu cámara de su estuche, quitas la tapa del lente, la enciendes, disparas, una, dos, más veces, quieres llevarte la mayor cantidad de registros para compartirlos con los amigos y la familia, sabes que tu retorica descriptiva no le hará justicia a la belleza del sitio.

   Quieres tomar una última foto hacia arriba, el camino que te falta recorrer, te inclinas un poco cuando pierdes uno de tus apoyos, la preocupación de lo que pueda pasarle a tu cámara no te permite soltarla, por lo que comienzas a resbalar, mientras caes, como puedes, te das vuelta, ves cómo finalmente la cámara se rompe, tus manos y pies tratan de asirse, pero la inercia y las leyes de la física hacen que tomes más velocidad, durante la caída tus piernas y brazos son vapuleados por las piedras de la montaña, sientes el dolor en una bajada interminable hasta que millones de agujas atraviesan tu cuerpo, tus piernas primero, el resto después, instantáneamente el dolor desaparece, el agua helada es tan poderosa que inhibe otras sensaciones, la corriente del deshielo te arrastra, estás vivo, la aventura comienza.

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