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Desde Lupe hasta los reyes

Paola Astorga
Paola Astorga

 El corazón de la ciudad se sacude,  la cuenta regresiva terminó, la temporada navideña, comienza.

         Surgen en la banqueta templetes temporales. Las esfinges del niño Dios y Santa Claus se pelean la atención de los marchantes. Caminas por la calle encontrando la bonachona sonrisa de un barbado anglosajón, la carita dulce del bebé Jesús; de grandes ojos azules, rostro angelical y abundante cabellera perfectamente peinada. De él, podemos conseguir el kit: ropita,  cunita,  sillita, etcétera.

        El centro de la ciudad se colapsa con la tradición de las peregrinaciones. Las familias llegan cargando sus ansias de ser participantes de esta algarabía, ya sea para peregrinar, o hacer un picnic en la acera consumiendo: elotes,  nachos, dulces, buñuelos, tamales, champurrado. Los niños son los primeros en gritar el avistamiento del  contingente religioso. Los cantos guadalupanos llegan acompañados de un parlante, banda de guerra, banda grupera. La época navideña para mí, se inaugura con el sonido de un tambor. Las imágenes de la virgen de Guadalupe  golpean mis ojos; en una esfinge tambaleante transportada por un vehículo automotor, en los globos,  en un tapa rabos bordada en chaquira, la cuál  se mueve al ritmo cadencioso de los  danzantes  que cimbran el asfalto. Los corazones de los presenten se mimetizan con esa danza delirante. El sonido revuelve, tal vez,  recuerdos ancestrales de rituales de alabanza al sol y a la luna.

    Al terminar el paso de las últimas peregrinaciones, la estafeta pasa a las posadas. De las cuáles presumo de no haber ido a ninguna, y no fue por falta de entusiasmo, pero la palabra posada para el año 2016 se usa en vano. Ya a cualquier reunión la nombran así. “En mis tiempos”  la posada constaba de: peregrinos, que eran alzados en medio del chiquillerío, el cuál previamente era armado con velas, los cantos tocaban las puertas pidiendo asilo para María y José. La última estrofa de aceptación alegraba a los presentes. En la cocina las madres se atareaban sacándolos tamales del vapor de las vaporeras. El ponche era servido a chicos y grandes. No era de mi gusto, pero a que niño le gusta tomar una infusión de frutas Una piñata de siete picos simbolizaban los siete pecados capitales. Si me preguntan a mí, deberían ser cuatro, pero eso es para otro blog. El corazón de la piñata era de barro, y  lleno de dulces. Al romperla los niños se lanzaban a esa lluvia de caramelos,  parecíamos una greñuda de coco al lanzarnos unos sobre otros, al final,  presumíamos nuestras rodillas raspadas y los bolsillos llenos de dulces. Al acabarse la reunión nos despedían entregándonos nuestros bolos, que contenían una naranja enorme, cacahuates y pocos dulces.

     La carta a Santa Claus  es escrita o dictada por los infantes que no entienden de misericordia hacía los bolsillos de los padres. Y más si a todos les pagan el mismo día.  Pasos para sobrevivir las compras navideñas: llegue temprano, a la mejor no encuentra lo que busca, pero no perderá una hora buscando donde estacionarse. Pregunte precios en todas las tiendas posibles, no hay peor dolor de cabeza que darte cuenta que podrías haberlo adquirido a mejor precio,  pero no aplica si el regalo se encuentra agotado, en ese caso agárrelo, no lo suelte, y llore en posición fetal. Presupueste, a veces se compran cosas que no planifico y al final no alcanza a comprar la bendita carta a Santa.  Haga cambiar de idea a su hijo sobre cierto regalos, dígale que Santa tiene que darle presente a muchos niños, o dígale la verdad que… se ponchó el trineo en Mapimí.

       Las cenas navideñas,  es un momento de guardar rencores y enojos para el próximo año, es un momento de  unión familiar. De reunir a los seres queridos, de regenerar las relaciones, de recordar lo afortunados que somos de estar juntos. De resetear los malos momentos por una noche,  y brindar ¡salud!

      La población lagunera es de buen diente, la cena de Noche Buena es el centro del evento familiar, y su elección depende del tamaño de la familia. La tradición dicta desde un pavo relleno, sopa fría, ensalada, pierna, jamón con cuernitos. Carne asada acompañada con salchichas, bombas, chilaca rellena de queso y chorizo con tres salsas. Tamales. En los casos de una gran familia como la que tuve en mi infancia donde eran grandes ollas de guisado de papas con carne (y me refiero a más papas que carne) acompañado de frijoles y tortillas de harina recién hechas por las infatigables mujeres de la casa.  Mi familia paterna contaba con ocho hijos y veintitrés nietos. La mesa del comedor de mis abuelos se ocupaba  diez veces. Las evocaciones navideñas de la infancia   son las más intensas sin duda.

     Llega la mañana de Navidad y el niño Dios o Santa Claus  dejan regalos como sea la costumbre de la familia. Los niños de la casa se desbordan bajo el arbolito de Navidad, las envolturas se desgarran, la emoción de encontrar lo deseado es indescriptible, el ambiente se llena de dulce fantasía y por un instante pueden  creer en todo. Como adultos rodeamos esos momentos para  impregnarnos de nuestra propia nostalgia, y recordar a los niños que fuimos bajo un árbol muy parecido.

       El recalentado aparece en la mesa. La emociones previas, la desvelada y tal vez el exceso de alcohol,  hace que nos sepa a gloria.

      Al despertar el veintiséis de diciembre nos damos cuenta que el año se hizo viejo, y que el nuevo nos está esperando impacientemente. El año 2016 se agotó, y nos mira enjuto en un rincón con la mirada de satisfacción, y tal vez con algo de decepción. Termina  con  proyectos completos y otros que se quedaron en la mesa. Cargamos lo que fuimos juntando en el camino. El joven año nos espera en una hoja en blanco, increíblemente la queremos llenar con los mismos propósitos: perder kilos, viajar, ganar más dinero. Lo malo de los propósitos es que se olvidan fácilmente. Qué tal si este año lo empezamos escribiendo en nuestra hoja en blanco cinco letras, v i v i r.  El 2017 será el año de las realizaciones; perdona  y pide perdón,  mira el amanecer y el atardecer como el milagro que es,  enamórate de ti mismo si tú no te amas nadie lo hará,  ayuda al prójimo, cuando ayudas a los demás te das cuenta lo afortunado que eres…

      Haz tú propia lista y sobre todo ¡v i v e!  ¿Cuánto crees que dura la vida?

 

      Continuará… Y FELIZ AÑO NUEVO.

 

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