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Carta a la Justicia en México

Paola Astorga
Paola Astorga

 

Disculpa que sea tan directa. Tengo entendido que existes o alguna vez lo hiciste. Tu misión es hacer cumplir las leyes y  protegernos, creo. Y estas representada por el presidente de la república, los gobernadores de los estados, alcaldes, senadores, diputados, y todos los servidores públicos, etcétera.

       Yo sé que todos exigen, piden y necesitan ¡Pero a mí, no me escuchan, ya no me mencionan! sólo se habla de tragedias distantes, de países que padecen  guerras religiosas, que son eternas, y sobre la mano del terrorismo que a hecho polvo  millones de vidas inocentes. En nuestro país históricamente se ha derramado mucha sangre por esperarte. Otros estados padecen tu indiferencia también. Por las venas del país se gesta la revolución, los desastres naturales llegan en cada estación. Todo esto que pasa en el mundo y en el país, me afecta, y me duele, pero no más, que mi propia carne.

        No tengo un hashtag que esté dando la vuelta al mundo ni un #Prayfor pidiendo por mí.

        Ningún desastre natural ha pasado por aquí,  nunca se ha pedido ayuda nacional para detener balas, después de todo no se piden despensas para los muertos.

       Tan  sólo he perdido miles de seres humanos que desaparecen y otros que encuentran sin vida.  Algunos ya no regresan del trabajo, de la escuela, de las fiestas, de  la esquina. No importa la edad ni sexo, igual se llevan adultos, jóvenes.  Las balas no discriminan a nadie, traspasan la carne sin ver género, edad,  o nivel social.     

       Los habitantes están secuestrados en sus casas, ya no hay diversión, que no esté velada por el miedo.

       Levanto la mirada y veo como actuamos la cotidianidad.  Las familias desmembradas esperan el olvido, pero sabemos que no llegará nunca. Respiran impotencia, tocan la locura esperando noticias de la vida o de la muerte. Son fuertes, así les enseñaron sus padres, y los padres de sus padres. Son una raza que han sobrevivido al clima de un desierto, las sequías, y  la revolución que les dejó varias cicatrices. Pero como luchar en esta guerra cobarde, la más silenciosa y  mortal  que extirpa la vida.

       Pero aún estamos aquí, de pie. Cuanto soportaremos, no lo sé. De mi sólo se oyen lamentos apagados y tristes. Ya no alzó la voz, rezo para que acabe.

Sólo quiero saber si se acuerda que existimos, que sufrimos y que morimos cada día.

 Tengo plomo en la sangre, arsénico en el agua,  y respiro veneno.

        Soy el desierto, soy el río, soy la tierra donde viven y mueren…

                                           Soy La Comarca Lagunera.

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