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Empacadores voluntarios

Alfonso Villalva P.

Empacadores voluntarios

Alfonso Villalva P.

Una medida para poder entender el nivel de civilización, el avance en la sofisticación de una sociedad, es, por ejemplo, asomarse a sus estadios de deporte amateur y profesional, o a los centros comerciales o los espacios públicos de esparcimiento, como los parques, como las grandes avenidas que tienen paseo de ciclistas, peatones. Son ejemplos gráficos y elocuentes de ese entendimiento que tiene la sociedad en cuestión en términos de progreso, de calidad de vida, de confort e inclusión. Esos símbolos que te permiten entender con una claridad meridiana en qué tipo de sociedad te encuentras.

Otra forma de comprender el tipo de sociedad, su evolución o decadencia, quizá menos gráfica pero mucho más relevante y significativa, y mucho más dramática y profunda, es como tratamos a nuestros adultos mayores, sí, qué lugar le damos a nuestros viejos.

Los adultos mayores en una gran parte de la historia de la humanidad, fueron los gobernantes, fueron los patriarcas, las matriarcas, fueron quienes decidían los destinos, quienes tomaban las decisiones, los grandes jueces, los grandes sabios, los escribanos, los que implementaban las leyes, los que las escribían. Eran el bastión de la civilización y el reducto de la garantía de la convivencia y la cultura.

Pero poco a poco los fuimos haciendo a un lado en la era de la modernidad y más que nunca, ahora en la era de la posverdad, que partió del fake news, que nos llevó no solamente a cuestionar todo -lo cual es dable, legítimo, hasta deseable-, pero se desvirtuó en un sistema de descalificar y desechar todo, como una manera de desconfiar de que cualquier realidad que no parta de nuestra imaginación es ficticia, el desdén al conocimiento, al rigor teórico, técnico, esa era que nos está llevando a esta manera en que cada uno de nosotros nos volvemos un centro gravitacional del mundo, sin tener necesariamente la posibilidad, la capacidad, el interés de tender lazos, de establecer terreno común, establecer valores comunes, ni de ceñirnos a lo que huela a ataduras del pasado o lastres a nuestra posibilidad de volar.

En la era de la posverdad, decía, estamos centrados en nuestro yo, en nuestro hedonismo, en nuestro placer, en ser flacos, guapos, combatir la vejez y precisamente desdeñar la vejez.

En la manera en que tratamos a nuestros viejos dice mucho de lo que somos, dice mucho del valor que le damos a nuestro origen y de cómo aquilatamos y como somos tan inteligentes de prever lo que vamos a acabar siendo todos tarde o temprano.

En México este desdén es más claro cada vez, aunque existe el mito de los abuelitos, las abuelitas, aunque se menciona públicamente esa devoción, por esas personas, la verdad es que en poco tiempo terminan como un mueble viejo, arrumbado, olvidado, impuesto a las voluntades, a los gustos, a las manías de quienes les mantienen, en donde acaban de arrimados en una casa, en donde acaban simple y sencillamente siendo una molestia, un estorbo, porque también llevarlos a una casa especializada cuesta mucho dinero que en muchos casos no se tiene y en muchos otros no se está dispuesto a dar.

Pero ese respeto, esa forma de tratarlos, esa forma de valorarlos, es una clara definición de lo que nos hemos convertido y de lo que nosotros seguiremos siendo conforme pasan los años, nos estaremos convirtiendo en lo mismo y seguiremos siendo desdeñados por generaciones que vienen nuevamente y solo piensan en el hoy y verdaderamente no se dan cuenta que el mañana va a llegar tarde o temprano, inexorablemente.

Leyendo los diarios veía la iniciativa del Inapam, aprovechando ya el viaje de las vacunas a las personas mayores de 60 años, pues el gran anuncio sería que les permitan a los adultos mayores regresar a ser empacadores voluntarios. Sí, a ser cerillos como destino, después de años de trabajo, años de pagar seguridad social, años de pagar impuestos, años de desvelos, de sacrificios por otros, por otras generaciones... A empacar se ha dicho, de manera voluntaria porque ya no hay ley que les proteja y apelando a la generosidad muy escasa, por cierto, de quien va a los centros comerciales, a las grandes superficies, a los supermercados, a hacer la compra y a darle unas monedas para ver si con eso esa persona puede aspirar a subsistir.

Los empacadores voluntarios, ese es uno de los grandes logros de nuestra sociedad moderna, tener a nuestros abuelos, a quienes nos dieron la vida, su apellido, sus desvelos y en muchos casos su patrimonio, empacando de manera voluntaria las compras de quien va todas las semanas al supermercado, a ver si con eso pueden rescatar moneda a moneda un poquito de dignidad.

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

 

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