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Una de disculpas

Alfonso Villalva P.

Una de disculpas

Alfonso Villalva P.

A ti no te hemos pedido una disculpa, chaval, ni habrá alguien a quien se le ocurra hacerlo o exigirlo. Entiéndelo bien, eres marginal, eres una estadística, eres eso, un guarismo más que se cuenta si tienes la suerte de aparecer en una plancha del servicio forense, cuando no te descuartizan, te disuelven en ácido o te avientan en una fosa clandestina junto a cientos, miles de chavales como tú.

No sé, chaval. Quizá sea menester esperar unos 500 añitos para utilizar lo que para esa época quede de residuo biológico de tu persona, como un argumento político, ideológico y ocurrente para despertar los vetustos fantasmas de la barbarie, la impunidad, la indolencia y la lucrativa manera de hacer política en nuestras épocas.

A ti te mataron ayer o antier. Por razones igual o más vulgares que por aquéllas que se mataban en Mesoamérica -que no México- hace quinientos años: dinero, poder de uno sobre el otro, satisfacciones personales, sexuales, igual. Ante la complacencia, complicidad o indiferencia de coronas, monarcas, gobernantes, que siempre te usaron en sus piezas de oratoria pero que nunca jamás consideraron hacer algo por ti.

En el anonimato palmaste, chaval. Así como naciste y como viviste. Desheredado, descalzonado. Sin un huequito en donde guarecerte de tanta maldad e inquina. Probablemente sin un regazo de una mamá para llorar por las noches, o la mano cálida de un papá que acariciara en vez de dar bofetadas. Anónimo, marginal... 

¡Disculpas, ni qué leches! Porque es la hora que nadie hace nada para que sigan matando a chamacos como tú. Grandes discursos, iniciativas, condenas a los adversarios y a los errores del pasado. Cada año igual, cada sexenio igual, cada día igual... pero nada detiene la metralla de los AR-15 importados de Estados Unidos que castran a una sociedad imposibilitada a seguir engendrando una verdadera oportunidad para que niños como tú puedan optar por otra cosa que no sea ese suicidio sistematizado en el personaje de sicario, halcón, burro o jefe de un cártel.

Eso no va a cambiar porque algún peregrino ideólogo trasnochado, algo así como un subcomandante Marcos pero de la capital, un falso intelectual, un hombre de partido y de regeneración nacional, se le haya ocurrido la genial idea de armar un ejército de leales mediante la dádiva directa que no es otra cosa que la insultante limosna que acredita su desprecio hacia ti. Igual que siempre... El mismo desprecio de siempre de políticos, activistas fifí, líderes sindicales, chairos marxistas, beneficiarios de la corrupción.

Igual que hace quinientos años las convicciones católicas que bajo las enaguas de las sotanas en realidad escondían el instrumento esterilizante de voluntades, de terminales nerviosas de culturas ajenas, y el adoctrinamiento para ser fieles y dóciles siervos del poder político o económico.

Igualito, chaval, te ven solo como un potencial evangelizador de una secta religiosa, una maquinaria ideológica o la vulgar acción de convencimiento para la intención del voto por uno y por mil candidatos. Eso y como carne de cañón para garantizar la cadena logística de movilización de gasolina robada, goma de opio, o dosis de drogas sintéticas de alto impacto e inmediata adicción.

Pero tú ni siquiera llegaste al momento en el que te darían tu dádiva mensual en efectivo por ser un joven Niní. Te mataron ayer, o antier...

Aunque de antemano supiéramos que la ibas a tomar -la dádiva insultante-, pero no ibas a renunciar a los cuarenta o cincuenta mil que presuponen las actividades que deriva y derrama una organización criminal. Porque lo que sí, es que estás hasta la madre de pensar que tu familia seguirá hundida en la pobreza, de seguir el destino de tus generaciones anteriores, de seguir sujeto a las limosnas de siempre del gobierno. Ya sabías que ibas a vivir poco, pero preferiste pocos años con riesgo y vacío en una vida criminal, que muchas décadas de pobreza conformista, panza vacía y el único propósito de sobrevivir.

Me niego categóricamente a calificarte de manera despreciativa como un delincuente. Me niego a sumarme a esa jactancia de quienes siguen llegando a las sillas del poder y no te voltean a ver pues se justifican al clasificarte como una especie menor y minimizan tu condición al decir “se matan entre ellos”. Me niego a pensar que este País no tiene otra opción para miles de niños como tú que no tuvieron opción de construir otro tipo de vida, lejos del crimen, la sociopatía, la sed de venganza social.

Para no tener que seguir viendo cómo te matan, como matan a miles como tú, y esperar desvergonzadamente quinientos años para andar mendigando disculpas inútiles pero que intenten compensar nuestra indiferencia e ineptitud para evitar tu muerte hoy. Tú eras un mexicano, te vimos morir, y ni una maldita disculpa salió de nuestra boca...

Twitter @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

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