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Fantástico, mi Gober

Alfonso Villalva P.

Fantástico, mi Gober

Alfonso Villalva P.

La verdad, ya no queremos de ti ningún discurso, ninguna otra promesa por cumplir. No. No queremos cifras de imposible comprobación para llenar el tiempo de ese evento ostentoso, costoso e inútil para el erario en el que, tradicionalmente, personas como tú, festejan el triunfo en las urnas. ¡Ganámos! No ganaste nada, comprendelo, no ganamos nada, a menos que a partir de ahora estés decidido a sustituír este rito bizantino sexenal, en un verdadero acto ciudadano de responsabilidad, compromiso y servicio a la comunidad.

Sería verdaderamente ridículo, como lo ha sido en la mayoría de los casos de la historia reciente de nuestra lastimada Nación, que te ostentes como triunfador de algo que representa lo más serio de nuestra existencia cívica y no un gallardete deportivo o de belleza individualizado en tu existencia. Competiste para servir, financiado por nuestros recursos públicos.

No se justifican ya, en esta hora grave de la Nación, alusiones a familiares tuyos, ni el auto elogio de lo que quisieras fueran tus logros irrebatibles. No es hora de tolerar más la servil y vergonzante práctica de recibir aplausos de tus simpatizantes por cuestiones que son simplemente tu obligación, ni tampoco las injurias de tus adversarios arrancadas por la envidia vil. ¡Esto ya se acabó! Hemos olvidado la razón por la que estamos aquí, por la que financiamos tu campaña política y admitimos el costo de tu gestión. Por qué no dedicas algunas noches a repasar nuestra constitución, los diarios de debates del Congreso que la creó originalmente en 1857, del que la modificó en 1916. Todavía estamos a tiempo.

Preséntate mejor solamente con una copia de tu constancia de mayoría en el bolsillo, eso, y nada más. Ese documento que te entregarán legitimándote en una oportunidad para ser un líder inédito, un gobernador popularmente electo y arraigado, un mexicano que se ganó la confianza de la mayoría. Un ciudadano que hoy debe rendir una protesta auténtica ante el espiritu profundo de nuestra bandera tricolor.

Qué tal si te presentas ante los ciudadanos que te eligieron, pero sobre todo ante los que no, con la actitud de escuchar, reconciliar, entender tu verdadera misión de servicio a la comunidad, en vez de la arrogancia prototípica, intransigente, que solamente ve por sus intereses cuya rentabilidad no se basa en su propia inversión sino en el capital de la sociedad, y actúa con la ignorancia del distanciamiento social. Debieras enterarte, de veras. La sociedad ya dejo de creer en ti y en los de tu profesión que, escudados en el fuero constitucional y la protección de la partidocracia, pululan impunes después de haber desgraciado el futuro de millones, merced a su ineptitud y su voracidad.

Quizá, mi Gober, si en vez de condenar a tus adversarios de hoy –que no lo eran ayer, por cierto-, en vez de proclamar reiterados y falaces baños de pureza, te presentases simplemente con tu constancia de mayoria, y comenzaras tu discurso con un acto de contricción laico... Si, con un mea culpa sonoro, directo y honesto; con la mirada puesta en los ojos morenos de nuestra Patria. Con un par, porque antes de iniciar cualquier panegírico inútil respecto de tus futuros éxitos -inexplicables para los casi sesenta millones de compatriotas que siguen en la miseria-, antes, es necesario que confieses ante quienes te designaron, que sí, te has equivocado, que confíaste demasiado en quienes no pueden ver más allá de los modelos del pasado y en los discursos vacios de humanidad, en quienes te impulsaron para obtener una cuota política ignorando soezmente las necesidades de tu gente. ¡Declara! ¡Venga! Si te hiciste candidato por convicción, para contribuir a la grandeza de México, la tarea es sencilla pues solamente hay que trabajar por el bien común.

Este mea culpa del día de hoy, tiene que ser tu derecho, mi Gober, y el de todos, de recuperar nuestro momento, tiene que ser el acicate que con fundamento en el correspondiente artículo constitucional, te confiere el deber para tomar la rienda y empujar a un destino de progreso, diversidad, transparencia, seguridad, paz, libertad y respeto; de conciencia ciudadana y sustento ambiental. ¡Se acabó! Toma decididamente el mando y ejerce tus facultades, para eso fuiste elegido. Hay mucho por hacer juntos, es hora de ordenarnos. Y se terminaron los discursos señores…, y la ley se aplica porque así lo determina tu mandato. Y se acabaron los líderes sindicales acomodaticios, y los chantajes, y las revanchas políticas que solamente redundan en inestabilidad social y financiera. No habrá impunidad para nadie.

Sería fantástico, mi Gober, verte convocando a todas las fuerzas políticas para gobernar juntos en un proyecto común –no de líderes sino de sociedad-, para encontrar la fórmula que sume todos los talentos políticos, académicos o empresariales, que rebase las esferas del capricho y la ignorancia, y abandone de una buena vez el egocentrismo. Fantástico sería escuchar de ti una propuesta política colectiva con herramientas filosóficas, científicas, jurídicas y sociales. Una vision de largo plazo que excluya las ocurrencias y las apetencias individuales, y que se sustente en un modelo de comunión ciudadana. Un modelo que impulse a nuestros niños de hoy a ser dueños de su futuro.

Quisiéramos escuchar de ti que al fin has comprendido que es ocioso pretender gobernar igual que tus antecesores, pues nuestro país requiere que trabajemos primero en reconciliar nuestra identidad y reconocer juntos un destino común. El cambio no puede ser la alternancia en el poder de los partidos políticos, ni el incremento porcentual de entrega a campesinos de títulos de propiedad. El cambio tiene que ser el establecimiento de un proyecto de largo plazo en el que todos nos convirtamos en coautores, tiene que ser la renovación de las instituciones para devolverles su credibilidad, la sistematización y creación de reglas claras y permanentes que rijan nuestra conducta en cualquier circunstancia, pero que promuevan nuestra libertad y progreso, y el compromiso inequívoco de someternos a ellas. Este no es un tema de ricos contra pobres. Es el momento de identificar lo más favorable para la Nación, sin falsos dogmas, sin triunfalismos, con absoluta seriedad.

Que nuestros compatriotas ya no tengan que morir a manos de un pollero; que nuestros ancianos reciban pensiones dignas; que nuestros campesinos no mueran de disenteria. Que que nuestros trabajadores alcancen un nivel de vida digno por su trabajo y no por la gracia de sus líderes; que quien cometa un crímen pague, indefectiblemente, las consecuencias de su acción. Incorporar a los indígenas de una buena vez; evitar que más mujeres sean arteramente asesinadas.

Es lo que vale, mi Gober, lo que representa tu constancia de mayoría. En realidad es lo único que tienes. Es lo que da sentido a todos para reconocernos precisamente como mexicanos. ¡Ya no más! A ver si te enteras, y así si, pues, junto a ti hasta el final. Hoy puedes comenzar así mi Gober, en serio, diferente, y alterar de forma insólita, el juicio que de ti, indefectiblemente, hará la historia de nuestra Nación.

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

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