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“Una bella y hermosa… HISTORIA DE AMOR!!!”

German de la Cruz Carrizales

Una historia de “Amor” en la que Dios siempre nos ha buscado, y nos ha buscado con una luz. Quisiera reflexionar en este artículo, pensando en la luz. ¿Pero que es la luz? Nos dice el primer renglón de la Biblia que la tierra era soledad, había caos y las tinieblas la cubrían –así es como me he sentido, así es como seguramente nos sentimos muchos por las situaciones que vivimos, pareciera que me estaban describiendo a mí, a nuestro mundo, pero sobre todo a nuestro mundo interior-.

 Por ejemplo, podemos describir como lo más dramático, como lo que más rechaza Dios. En la tierra hay soledad, hay soledad aquí, hay soledad en mi corazón, y muchas veces es por falta de comunicación, y tristemente los seres más cercanos, más queridos, no nos escuchan y yo mismo tampoco me comunico con ellos. Hay soledad porque hemos echado a Dios de nuestra historia y de nuestra vida y por eso caminamos solos. Hemos dejado a Dios allá arriba o encerrado en los templos, pero nos sentimos solos, hay soledad y ésta es caótica, término contrario al orden, al “cosmos” que quiere decir orden, adorno, belleza. El caos es desorden, y hago referencia a este 2012 que se dice del fin del mundo. Y quizás no tanto afuera sino aquí dentro de mi corazón, dentro de mi caos afectivo, pues nos avergonzamos de querer y pedir cariño y ahí hay vergüenza y hay dolor e incluso culpa, mucha culpa. Hay caos en nuestro género de vida, en nuestro trabajo. La vida se nos va escapando, porque tenemos tantas cosas que hacer, que nos olvidamos que lo más importante es “vivir”, no hacer. Hay caos en nuestro interior psicológico, neurosis, miedos, angustias por el futuro, culpas que arrastramos del pasado. Y lo más dramático es que este caos lo vamos cargando solos, es la “soledad caótica”. Experimentamos sentimientos de abandono, y por eso los chantajes y la necesidad de que el otro me ayude, me siento mal, marginado, celoso y creo un gran resentimiento y odio por no obtener lo que deseo y como venganza quizás me precipito y daño, y me daño a mí mismo sabiendo muy en el fondo de mi corazón que eso que hago no es lo correcto, pero he tomado por fin mi decisión aunque ésta cueste cara, muy cara, aun a costa de mi propia enfermedad. Quizás problemas que arrastramos todos desde la infancia o adolescencia y por carencia de esa luz no he sacado la verdad, no he denunciado ese abuso que otro pagó ahora por querer salir a la luz, y que me lleva nuevamente a la oscuridad. Caos y soledad, en nuestra familia, cuantas situaciones vividas entre papas, hermanos, primos, amigos, amigos de nuestros padres que nos hirieron hondamente y nunca lo dijimos, preferimos callarlo y generar más caos, soledad, mentira y dolor, más dolor, y que son fuente de conflictos. Falta de entendimiento y por eso juzgamos y criticamos. Por eso esas situaciones de profunda angustia familiar. Hay caos económico sin duda, el dinero es importante. Cuanto desempleo, en nuestra familia o alguien cercano a nosotros, cuantos han tenido que deshacerse de sus bienes, autos e incluso su propia casa, hay caos. Cuantos contrastes de familias en la opulencia contra la pobreza y como ésta es aplastada. Hay caos y por eso hay guerra y hay violencia y tenemos las imágenes vivas de bombardeos en regiones del mundo, bombardeos que atentan a las propias familias, que con tal de obtener a la fuerza lo que queremos, somos capaces de matar, de matar una familia con tal de vivir el hedonismo “Máximo de placer, mínimo de dolor” por eso tantas y tantas familias deshechas y no precisamente por las bombas sino por la indiferencia, el odio y el rencor, la falta de valor para enfrentar a la luz de la verdad, a la luz de Dios, lo que deberíamos de defender. Hay caos, la tierra en soledad y la “soledad caótica”. Qué curioso, en un mundo de mucha tecnología, televisión de satélite, teléfonos, Internet, en vez de estar más comunicados y usarlos para acercarnos, nos han servido para ir más a la oscuridad a través de la traición y el engaño, y sentirnos más solos aun. La mamá que busca a su hijo adolescente a las dos de la mañana, creen  ustedes que ellos entre si ¿están comunicados? Claro que hablan por teléfono, ¿dónde estás? ¿A qué hora llegas? ¿Dónde estás mamá y con quién? Soledad, soledad caótica y tinieblas, y ¿qué significa éste término? No ver!!! La oscuridad es no verme, no ver lo que está pasando, y no ver al otro, o lo más grave no querer verlo. En el evangelio aparece como una enfermedad, “ceguera” los ciegos y Jesús de Nazaret siguiendo la misión del profeta ha venido a “dar vista” a los ciegos, a nosotros los ciegos, a los que no vemos con claridad y los que peor aún no queremos ver.

Es por eso que si queremos un cambio hoy día, debemos empezar por nuestra propia familia, y gran responsabilidad a la luz de Dios, es la de nosotros los padres, pues yo recuerdo que en  mi casa me enseñaron bien, pues siendo mi padre militar y mi madre firme en su forma de educarnos, aunque muy cariñosa. Cuando éramos niños, en mi casa nos enseñaron a honrar dos reglas sagradas: Regla Uno: En esta casa las reglas no se discuten.
Regla Dos: En esta casa se debe respetar a papá y mamá. Y estas reglas se cumplían en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Muy inteligente mamá, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: "Ya van a ver cuando llegue papá". Porque las mamás estaban en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar.... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa.
No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas. Hoy día probablemente dirá usted que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar.
Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas. Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia. Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran "lavarse las manos antes de los alimentos" o "escuchar cuando los mayores hablan". Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.

Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié "las reglas" mediante el sano y excitante proceso de la "travesura" que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. Siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente. La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible. El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas. Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir. Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa o en cualquier parte del país donde viviéramos. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había "travesuras" sin "castigo", y una enorme cantidad de "reglas" que no se cumplían, porque el que las cumple simplemente es un tonto. El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "la impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad. Explicaré: Justicia, porque "el que la hace la paga". Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de hacer las cosas. Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa. Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una "Tercera Regla" no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa: Regla Tres: No ser insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar. Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó.

 

LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son travesuras que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y denigrar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.

Y usted qué opina?

Participe en el programa de Lala, “Héroes que inspiran vidas”, proponiendo a esos héroes anónimos en la dirección electrónica  [email protected]

 

 (Le comparto este tema: “Algún día”) Haga clic en la dirección de abajo:

 

http://www.youtube.com/watch?v=qp6hKI5_dTw

 

 

Si aún no ha leído el artículo:  "SANANADO DESDE EL ALMA" , se lo recomiendo en: 

 

http://blogsiglo.com/archivo/257.html

 

“Se feliz, porque la piedra nunca es tan grande, porque las injusticias acaban pagándose, porque el dolor se supera, porque la verdad… insiste, porque el coraje te levanta, porque el miedo te fortalece, porque los errores te enseñan y porque nadie es perfecto.

La vida da una segunda oportunidad para todo y pone a cada uno donde debe estar”.

 

"Despertar...es" 
Un encuentro contigo mismo
Un libro que una vez
que inicias, no podrás dejar de leer.


 “QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

Germán de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMXII

 

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