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‘¡Queremos rock!’

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

“¡Por fin se me hizo conocerte!”, expresó un hombre extasiado al tener a metro y medio de distancia a una “bonita voz” (como él mismo la describe). Gerardo Mesta se confiesa como fiel seguidor de una estación de radio en La Laguna. Acompañado de su pequeña hija, acudió el sábado a la manifestación pacífica en pro de mantener el perfil de la radiodifusora que ha seguido durante años. “Esto nunca se había visto”, le dice a su niña, en relación al desfile de automóviles frente a un edificio donde se hospedan los cables y micrófonos que se han encargado de transportar voces y emociones a través de la música.

Pitos de cláxones, carteles con frases como #nomasgruperas #queremosrock #notamborazos, entre otros; autos con pintas, mujeres, hombres y niños… todos, unidos, por un mismo fin: apoyar a la música en inglés en cierta frecuencia del FM.

Gerardo es solo uno de las decenas o cientos de manifestantes. Antes de acercarse a los locutores que tanto admira para saludarlos, también pasó a bordo de su automóvil: “no nos vamos a ir, nos vamos a quedar”, dijo desde su carro.

Desde algunos días anteriores, o semanas, lo que comenzó como un rumor fue tomando tintes de dura realidad para muchos radioescuchas. Aquello que los mueve dentro de su auto o en una jornada de trabajo, la música, comenzaba a tomar un color distinto, oscuro, como una verdadera pesadilla. En la era de las comunicaciones, tras ese desfile de vehículos con pasajeros inconformes, quedó demostrado que la radio está viva. Las redes no han podido liquidar la magia que significa escuchar la voz de un conductor, para que luego suenen los acordes de las canciones que se han convertido en parte de nuestras vidas.

“Aún tenemos la esperanza de que esto llegue a los oídos de quien debe llegar. Que reconsideren la situación”, dijo Charly Rimada, uno de los conductores de la estación en situación crítica. Según sus palabras, fueron los radioescuchas quienes organizaron la caravana, a la cual ninguna de las cuatro famosas voces pudo negarse. Imposible quedarse fuera.

El 1 de marzo era la fecha pactada para enterrar la historia y dar paso a una nueva era grupera. Así que lo del sábado representaba una de las últimas cartas para los seguidores del éxtasis digital y sus protagonistas.

Tengo una columna. En ella escribo lo que se me pegue la gana (siempre y cuando mi voz no se meta en terrenos ajenos, en el irrespeto). Hace unos días, dediqué unas palabras a la magia de la radio y “lo mismo de siempre”, al tiempo que uno de los pocos espacios para el rock (y pop) en inglés parecía estar destinado a morir antes de tiempo. Hace unas horas, una imagen puesta en el perfil de Facebook de la radiodifusora le dio un giro inesperado a esta historia. “¿O sea que ganamos?”, puede leerse en un comentario a la publicación. Sí, “mija”, ganó el rock.

En la caravana del sábado pasado, estuvieron presentes algunos agentes de Vialidad y Seguridad Pública para cerciorarse que la manifestación se llevara a cabo sin incidentes (¿ya ven qué bonitos se ven cuando se dedican a otras cosas no sea nada más importunar a la apacible ciudadanía?).

Mesta y el resto de los manifestantes tenían razón; la unión hace la fuerza y el rock llegó para quedarse. Y si mi vista no me falla, las cosas seguirán como hasta hoy. Quizá con otro nombre, quizá con otra cara, pero a fin de cuentas lo que importa es la esencia, ¿que no?

La música es un vehículo poderoso que nos mueve a través del tiempo, y quien ha encontrado en ella un oasis en este mundo calamitoso, merece ser escuchado, para que a su vez pueda seguir siendo el escucha que ha estado ahí, anónimo durante años, detrás de una bocina manteniendo con vida la radio. Felicidades a quienes lo lograron.

Por mi parte, puedo decir que hoy fue un buen día; Radiografía del Rock está de regreso con sus transmisiones en vivo (los esperamos cada domingo, a través del 98.7 de su radio). Nos estamos escuchando; y si lo hacemos unidos, sonaremos más fuerte.

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